Lucía Rivera habla de su trastorno dismórfico corporal y anorexia: "La culpa te acompaña"

Con motivo del Día Internacional de la Lucha contra los TCA, Lucía Rivera ha publicado a través de Glamour una carta abierta dedicada a sí misma. Tras hacer "un ejercicio de autoanálisis", la modelo, hija de Blanca Romero y Cayetano Rivera, cuenta cuál fue el momento en el que empezó la lucha contra su cuerpo, el mismo que, "irónicamente", tantas veces le salvó.

A raíz de las críticas que recibía ("palillos, espaguetis"), la modelo empezó a sentir rechazo por sus piernas que, en sus propias palabras, "estaban repletas de fallos" para ella. Se obsesionó con la manera de cambiarlas y nunca terminaban de gustarle los pantalones que se compraba porque se notaba "lo escuálida" que le parecía al resto. Con 16 años acudió a su primer desfile como modelo y fue uno de los momentos que "marcó y marcará" su vida para siempre. "Muchos decían que tendrías que "rellenar" las piernas. Otros, en cambio, las veían como tu mejor cualidad: 'Unas piernas extremadamente delgadas y largas era lo mejor para ser modelo'", recuerda que le dijeron.

Para conseguir su "objetivo", que era tener las piernas "rellenas", Lucía Rivera se "atiborró" a batidos de proteínas y con 18 años volvió "segura" de sus piernas y posando fuerte. "Para el resto, se habían pasado de 'gordas y rellenitas', así que, de pronto, miraste de nuevo hacia abajo, pero con otra idea: cómo cambiarlas, cómo hacer que volvieran a ser como antes", cuenta la modelo en esta carta dirigida a ella misma.

Los problemas siguieron creciendo y ya no eran solo las piernas, también el vientre, ese que "escondía metiendo barriga hacia dentro" cuando se posaba delante de cualquier reflejo. "De repente, los pantalones ya no tenían que ser los más pequeños de la tienda, sino los más grandes, para disimular esos 'kilos de más'", cuenta sobre lo momentos en los que empezó la lucha contra sí misma.

Los problemas de Lucía Rivera con la alimentación

La comida pasó a ser para ella "lo más preocupante". El arroz y la pasta eran "impensables" y la verdura tenía que ser solo "verde y antioxidante". "La misma báscula en la que celebrabas los números de más con saltos de alegría, se convirtió en tu mayor enemiga cuando marcaba un numero más que 50, porque ese era 'el número perfecto'", recuerda.

Cuando tenía casting, la modelo llegó a pasar "días enteros sin comer" hasta que no aguantara más del hambre. "Y cuanto más tarde comieras era una mejor señal, seguro que tu cuerpo te lo agradecería, porque comerías menos y bajarías más fácilmente de kilos", dice sobre sus problemas alimenticios.

Unos años más tarde aterrizó en París, la ciudad de la moda, con ganas de comerse el mundo, pero le dijeron que "para triunfar en París, tendrías que parecer anoréxica": "Así que, apareciste en ese 'casting' sudando, porque preferiste cruzarte la ciudad andando, para llegar lo más delgada posible. ¿Recuerdas a esa mujer? Miró tu cuerpo de arriba abajo, analizándolo, te sonrió y dijo: 'Me encantas, pero tienes poco pecho'". Aquellas palabras fueron para ella, "la excusa perfecta" para ir directa a operarse cuando, años después, seguían retumbando esas palabras en su cabeza.

"Cuando esa relación se acabó, llegaste a tu antigua agencia y te agarraron los mofletes, toquetearon tus antebrazos y dijeron: "Estás demasiado hinchada". Así que, ya no sólo mirabas tu vientre en cualquier reflejo, acercabas tu cara hasta que chocabas con tu nariz con el espejo y pensabas de qué manera podrías sacar todos los líquidos de tu cuerpo; pensaste incluso en una bichectomía", le dice ahora Lucía Rivera a la misma que vivó todo aquello años atrás.

La vida actual de Lucía Rivera tras superar los trastornos

Todo aquello era maltratar su cuerpo, algo que fue totalmente de manera "inconsciente". "Y aunque a día de hoy te has reconciliado con la comida, la culpa te acompaña años después. Ojalá no hubieras escuchado todas esas voces diciéndote cómo tu cuerpo 'sería mejor'. Ojalá esas mismas voces nunca se hubieran quedado dentro de ti castigándote", escribe ahora en una carta abierta.

Lucía Rivera ha descubierto que su cuerpo es "su mayor templo" y es perfecto "de la manera que sea y en la talla que sea". "Así que, querida Lucía, años después, cuando has entendido lo que es el amor propio, cuando has entendido que sólo es posible ser perfecta para una misma, por fin miras con más calma y serenidad tu propio reflejo, el que antes te aterraba", termina diciendo en esta dura reflexión.