Saborear cada bocado y evitar distracciones: pautas de alimentación consciente que cambiarán tu relación con la comida

Poner atención en lo que comemos y saber de dónde vienen esos productos son algunas de las pautas que recomendamos añadir a tus rutinas.
El tener consciencia de algo implica que sepamos lo que estamos haciendo, cómo lo estamos haciendo y qué consecuencias pueden tener nuestros actos. En la alimentación, esta premisa también se convierte en algo importante, y puede cambiar mucho nuestros hábitos de consumo, tanto a la hora de elegir los productos que vamos a incluir en nuestra dieta como la forma de disfrutarlos.
Incluir la consciencia a la hora de comer puede mejorar mucho nuestras rutinas. Con algunos gestos conseguiremos tener una relación mucho más sana con nuestros alimentos, que nos sentarán mejor y nos harán sentir bien. Además disfrutaremos mucho más de los sabores y los productos que tengamos en el plato.
¿Quieres sabe cómo? Te lo contamos con unos sencillos trucos y te animamos a probarlo. Si comienzas a experimentarlos, te aseguramos que tus comidas ya nunca volverán a ser lo mismo, pero se convertirán en algo mucho mejor.
Alimentarse es un proceso para el que es necesario prepararse y del que tenemos que aprender a disfrutar: organiza los ingredientes que vas a necesitar y prepara la comida de forma calmada, así conseguirás comer siendo plenamente consciente de la experiencia, saboreando y degustando cada bocado.
Las prisas son el peor enemigo de nuestra alimentación, y a menudo tienen la culpa de que la descuidemos. Cuando tenemos hambre, normalmente buscamos comida que no tengamos que preparar y nos sacie de la forma más rápida. Normalmente, lo primero que encontramos y nos resulta apetecible suele ser lo que menos nos conviene. Un truco es poner a la vista productos saludables, para que sean los primeros que cojamos cuando nos entran estos arrebatos.
Muchas veces, cuando nos ataca la ansiedad, buscamos algo para picar como distracción, pero en realidad no tenemos hambre. Sentimos un vacío que intentamos llenar con comida que, además, no disfrutamos porque solemos consumirla de forma voraz mientras hacemos otras cosas, sin saber ni siquiera cuánto estamos comiendo.
Evitar esto es la primera pauta de la comida consciente. La clave está en poner atención en cómo comemos. Si nos gusta la comida, tenemos que concentrarnos en su preparación y su degustación, sin distracciones. Apaga la tele, no comas delante del ordenador y céntrate en lo que estás haciendo.
Siéntate en un lugar cómodo, tómate tu tiempo, prepara la mesa con todo lo que vayas a necesitar y come sin prisas. Come de forma pausada, siendo consciente de cada bocado, disfrutando del sabor y la textura. De esta forma activarás tus sentidos y sabrás lo que estás comiendo, y serás consciente de lo que ya has ingerido.
Haz pausas, deja el tenedor sobre el plato y descansa. Pregúntate si aún tienes hambre, y de esta forma sabrás cuándo estás saciado. No comas por estrés, come para disfrutar y alimentarte.
Todo esto te ayudará a fijarte más en los alimentos que consumes, en conocerlos y valorarlos. También será más fácil que descubras cuáles son los productos que mejor te sientan y cuales no asimilas bien.
Aunque siempre debemos intentar comer de forma saludable, los caprichos no están prohibidos. Puedes concederte algún antojo, pero con una condición: que lo disfrutes. No lo engullas ni te lo comas con sentimiento de culpa. Disfrútalo, saboréalo, tómalo como un premio y seguro que te sienta mejor.
Pero comer de manera consciente no se limita al cómo comemos, también es importante saber qué es lo que estamos comiendo y cómo se ha producido. Asegurarte de que tus alimentos están elaborados con ingredientes naturales y que el aporte de nutrientes que te aporta es el adecuado. Tomar consciencia del medio ambiente y del impacto que tienen nuestras acciones en él nos ayuda a tomar las decisiones más responsables desde el momento en que los elegimos.
En el caso de los quesos elaborados por Arla, una de las cooperativas lácteas más importantes del mundo, además de garantizar su alto contenido en calcio –que ayuda a mantener nuestros dientes y huesos fuertes- y proteína de leche – que ayuda al desarrollo y mantenimiento de la masa muscular-, también cuentan con su programa de calidad Arlagarden, con el que no solo aseguran la máxima calidad y seguridad, sino que se comprometen a minimizar el impacto en el medio ambiente, asegurando, además, el bienestar de los animales implicados en el proceso de producción.
Su leche es producida de manera responsable en sus granjas y optimizan todos sus procesos desde el principio hasta el final de la cadena para reducir la huella de carbono. De esta manera, son fieles a su filosofía de producir productos de manera natural, saludable y de alta calidad desde 1880, mediante una agricultura ecosostenible.
Tomar consciencia de nuestra alimentación cuida de nosotros, pero también del planeta.