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Rompiendo prejuicios sobre las madrastras: "Somos mujeres normales que queremos tener un novio con hijos"

  • Conversamos con Aina Buforn y Berta Capdevila, que acaban de publicar 'Manual para la madrastra moderna'

  • Un libro en el que cuentan su experiencia profesional y personal y ofrecen herramientas prácticas para superar las dificultades a las que se enfrentan las mujeres en esta situación

  • Relación con los hijos, con la ex o encontrar espacio para la pareja son solo algunos de los conflictos que pueden surgir

La cultura popular, con Disney a la cabeza, se ha encargado de enturbiar la imagen de las madrastras. Siempre han sido las malvadas, las 'robanovios', las 'robahijos', las brujas. Pero, como cuentan Aina Buforn y Berta Capdevila, “solamente somos mujeres normales y corrientes que queremos tener un novio con hijos”. Por ello, desde que se convirtieron en madrastras y fueron conscientes de todo lo que implicaba, decidieron romper con esos estereotipos a través de la divulgación y la creación de redes de apoyo para mujeres en su misma situación. Primero con el proyecto 'Ser Madrastras' y ahora con la publicación del libro 'Manual para la madrastra moderna', estas dos profesionales trabajan por la normalización de los nuevos roles familiares y ayudan a cientos de familias a encontrar su hueco.  

¿Por qué ser madrastra es algo tan complejo? 

Porque en ella nadie quiere estar donde está: los padres seguramente no querían haberse separado, los hijos tampoco querían que se separaran y tú no soñabas con ser madrastra (como algunas famosas). Pero además, es una situación muy compleja y dolorosa en la que, cuando la transitas, en vez de encontrarte con apoyo social y recursos, te encuentras con el estereotipo de la madrastra mala y ningún tipo de ayuda. 

Ese estereotipo de madrastra nace sobre todo de la cultura popular. ¿Tanto daño ha hecho? 

El concepto de madrastra va asociado a las brujas de los cuentos. La gente todavía se mueve por este tópico y se nos sigue percibiendo como malvadas, como brujas. Pero solamente somos mujeres normales y corrientes que queremos tener un novio con hijos. 

Decís que las madrastras suelen pasar por cinco etapas. ¿Cuáles son? 

Primero está la enamorada, que es cuando crees que el amor lo puede todo, que la pareja siempre se va a mantener unida, que con las buenas intenciones todo el mundo te va a querer. Pero luego es cuando se pasa a la fase dos, la de la madrastra esforzada: aquí se hace un sobreesfuerzo para intentar con todas sus herramientas agradar. En este punto te das cuenta de que no depende solo de ti: si los demás no están abiertos a recibirte, es imposible llegar a un estándar de perfección para no ser bruja. Esta fase empieza con la convivencia.  

Este sobreesfuerzo, que lleva a las mujeres a anularse a sí mismas, es también el que suele llevarlas a la tercera parte: la madrastra quemada. En este punto ese sobreesfuerzo pasa factura a nivel de salud mental y física. Son madrastras que están en el límite, pero que tienen miedo de bajar el nivel porque piensan que van a ser vistas como brujas o a perder el lugar que han construido en la familia. Aquí se suele llegar a un punto de ruptura que lleva a la fase de la madrastra rendida. Este momento suele llegar marcado por el abandono del intento de estar a altura de las expectativas: dejas de intentar gustar a todo el mundo y empiezas a cuidarte. De ahí llega la madrastra liberada, que es cuando se acepta que las cosas no van a ser perfectas y haces lo que tiene sentido para ti. 

Se hace un sobreesfuerzo para intentar con todas sus herramientas agradar

Dentro de cada fase, hacéis hincapié en algunos puntos. Por ejemplo, en la primera recalcáis mucho el duelo, algo que es normal sentir. 

En la vida estamos en contacto continuo con el duelo porque todos los cambios vitales lo llevan. Pero cuando eres madrastra, además de cambiarte la vida a muchos niveles, también tienes que integrar una gran cantidad de juicios, de presión, de normas… situaciones que tú sin querer estás aceptando pero que te llevan a perder tu identidad. Hay mucho proceso de duelo: el de la madrastra, el del padre, el de la madre, el de los hijos. Cuando hay una separación hay un duelo, pero todavía no se acepta que al empezar una relación también lo hay, que se pierden un montón de cosas: libertad, la posición social, etc. Y todas ellas se suelen llevar en silencio para no parecer la bruja. 

En la segunda etapa, la de la madrastra esforzada, se suele dar el intento de ganar el amor por los hijos. ¿Qué sucede si esto no pasa? 

Creo que lo primero que hay que hacer es quitar el mito del amor. Tú estás ahí por tu pareja, no por los hijos. Estos son personas individuales que tienes que conocer y que tienes que forjar una relación para ver si luego surge el afecto. Con todas estas exigencias y expectativas ya hay una dificultad porque cuesta mucho tener el espacio entre hijastros y madrastras para que se puedan desarrollar como individuos y ver a dónde lleva esa relación. Teniendo esto en cuenta, es muy difícil tener una relación de afecto con personas con las que convives pero que no compartes tiempo de calidad. Hay que quitarse de la cabeza que la viabilidad de la relación pasa por la relación con los hijos. Es como si te dijeran que tu relación depende de cómo te lleves con los padres de tu pareja: si no los quieres como a tus propios padres, no funcionará. Es así de loco. 

Con su ex deben llevar una relación lo más cordial por sus hijos en común, pero tú no tienes por qué estar

¿Y cómo llevar lo mejor posible la relación con la ex? 

La ex es de tu pareja, aunque muchas veces acabe siendo un problema tuyo. Tienes que entender que deben llevar una relación lo más cordial por sus hijos en común, pero tú no tienes por qué estar. A ti te puede afectar, pero en cuanto a la relación lo mejor es ir con pocas expectativas: quizá hay madres que han hecho su proceso y otras que están con el dolor. Es su proceso y no tiene que ver contigo. 

En todo este barullo, ¿cómo mantener el espacio para la pareja? 

Es difícil. Tú llegas con tus expectativas porque esperas tener una relación plena, pero es intermitente porque la otra persona tiene que mantener a sus hijos. Ahí es cuando se inician las conversaciones para ver cómo se puede seguir siendo una pareja mientras la otra persona ejerce de padre. Pero esto es muy complicado: es como cuando estamos criando. Hay que hacer un esfuerzo consciente para que se den cuenta de que si no nutren la relación, no hay pareja enlazada. 

Todo ello suele llevar a la madrastra quemada. ¿Es normal sentirse así? ¿Cómo se puede gestionar? 

Tienes que aceptar que hay una pérdida de control muy grande: te quemas porque te das cuenta de que lo estás haciendo todo, pero si los demás no te devuelven nada es imposible que funcione. Es un error poner el foco solo en la madrastra. Esta fase es cuando te das cuenta de que ya está bien, de que hay que sacudir a los demás. Es esta etapa es muy difícil soltar la idea de que vamos a estar siempre unidos y que todo va a ser feliz. Es un duelo en toda regla, y así como se espera que nadie lo pase en solitario, con la madrastra pasa igual. Las dificultades son lo normal y hay que cambiar el juicio por un buen sistema de apoyo: hay que hacer estudios para entender cómo funcionan estas familias, formarnos como profesionales, crear redes de apoyo entre madrastras, información, etc. 

Para superar esta fase es muy importante establecer límites. 

Cuando eres madrastra tienes dos maneras de serlo: la bruja o la santa. El problema es que cualquier cosa que se salga de la santidad, te lleva a ser una bruja. Poner límites como no cuidar a los hijos en determinados momentos o irse un día que ellos estén, nos hacen sentir malvadas. Muchas veces la pareja empieza a rebotarse o a cuestionarte, pero tienes que asumir que si piensan que eres un poco bruja, lo pagas encantada. Porque es el precio de la libertad y del autocuidado. Vienes de una fase en la que has tirado por el retrete todos tus límites para intentar llegar a todo y de pronto dices basta. Y ahí se viene el drama. Incluso a ti muchas veces también te puede costar aceptarlo. 

Se sueltan esos ideales y se empiezan a buscar otras formas de relacionarse en familia. Llega la madrastra liberada, la que mira hacia atrás y celebra lo conseguido. 

Pero no llega si no se han pasado por otros momentos: no te puedes saltar el duelo. Al final es un cambio muy grande. A partir de ahí puedes abrazar a tu familia tal como es. E incluso decidir que no quieres seguir con esa vida. Empiezas siendo una persona, luego te destruyes y te conviertes en otra persona. Pasas por un proceso de autoconomiento porque en la 'madrastridad' te analizas y te revisas y te das cuenta de que antes eras otra persona, pero que ahora te gustas mucho más. A nivel de pareja es una explosión: has empezado por el momento más difícil y el crecimiento, cuando llevas unos años, es increíble. Ahí te llega la luna de miel. 

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