La infancia de Miren Ibarguren en Donosti apretándose "el cinturón" y ayudando en el negocio familiar

Miren Ibarguren, que nació en Donostia en 1980, se crio en el barrio de La Bretxa
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Nacida en San Sebastián el 23 de mayo de 1980, Miren Ibarguren se ha convertido en una de las actrices más reconocidas de nuestro país gracias, fundamentalmente, a sus papeles en 'Aída' y 'La que se avecina'. Sin embargo, la vocación de Miren viene de lejos. De cuando tan solo era una niña. "Lo llevaba dentro", le dijo hace algún tiempo a Mara Torres en una entrevista en 'El Faro', de la Cadena Ser.
Aunque actualmente reside en una espectacular mansión en Madrid, donde ha formado una familia junto a Alberto Caballero, con quien se casó en secreto y se convirtió en madre en julio de 2022, su infancia y su adolescencia transcurrió en Donosti. Fue una etapa muy feliz que transcurrió cerca del mar. "Me he criado en el mar. Iba y volvía del colegio por la playa, iba al instituto por la playa, si quería llorar iba a la playa, si tenía un novio lo llevaba a la playa...", contó hace algún tiempo en la citada entrevista, en la que también recordó uno de sus lugares predilectos de su tierra, el espigón del náutico. "El sitio más guay de Donosti. Ahí he tenido grandes conversaciones con amigas mías. Allí siempre pasan cosas nuevas".
Su infancia en el barrio de La Bretxa
Se crio en un hogar humilde en el que no siempre se tenía todo lo que se quería, pero eso no fue nunca un drama. Miren habla de su infancia con amor y solo tiene buenos recuerdos de aquella etapa. "Yo era de una casa de las que había que apretarse el cinturón y nunca te traían lo que querías. Un año me trajeron una casita de la Barbie y una cinta de 'Kaoma' (el grupo que cantaba la mítica 'Lambada') y dije 'madre mía, ya no hay que apretarse el cinturón, nos ha tocado la lotería, dos cosas de las que he pedido", relató hace algún tiempo.
Como los niños de su época estaba enganchada a las series del momento como 'El coche fantástico' o 'Alf'. "Son de las cosas que me hacían flipar de pequeña. Me gustaba más lo que pasaba en las películas que en mi vida, por eso soy una enamorada del cine y la televisión. He estado muchas horas delante de la tele y ha sido refugio de muchas cosas". De ahí su amor a este medio.

Su miedo a tener que dejar de "hacer el chorra"
De su infancia también recuerda el miedo que sentía a hacerse mayor porque eso suponía, según le decían todos, "dejar de hacer el chorra". El punto de inflexión pareció ser el día que le llegó la menstruación. Eso para Miren significaba tener que dejar atrás su parte más alocada y empezar una etapa. "Estuve unos días seria, pero me salía solo". Finalmente decidió buscar una solución y buscar la forma de poder seguir inventándose cosas y sacando a la luz esa faceta creativa y divertida que tanto le gustaba. "Me di cuenta de que siendo actriz podía hacer un montón de cosas. No estaba nada de moda y en casa me dijeron que estudiara algo serio y lo intenté. Empecé psicología pero no era lo mío".
Ayudaba a sus padres en el negocio familiar
Miren habla con orgullo de sus orígenes y su familia y recuerda con un enorme cariño de su niñez en Donostia. Allí se crio junto a sus padres y sus dos hermanos. Todos ellos ayudaron desde muy pequeños en la charcutería-pollería que regentaban sus padres en el mercado de La Bretxa (San Sebastián). "No existían los supermercados y había mucha gente. Somos tres hermanos y de siempre hemos tenido que ir a ayudar. Yo con 10-12 años te partía un pollo, un cochinillo... Cosas que ahora no sé si sabría hacer".
Eran los años 80/90 y era una época completamente diferente en la que "era supernormal" que los niños ayudaran a sus padres. "Todos los chavales que teníamos padres en el mercado lo hacíamos. Es muy bonito. Y más en un mercado", contó la actriz, que además de lamentar que se haya perdido la tradición asegura que es todo un aprendizaje, que es "un mundo fascinante" y que se conoce mucha gente.
El mostrador de la tienda de sus padres fue su primer escenario. Allí dio rienda suelta a sus dotes artísticas e interpretativos con imitaciones a clientes o incluso profesores. Y su madre era testigo de ese derroche de creatividad. Le dedicó actuaciones con tal de hacerla reír esos días en los que estaba un poco triste. " Cogía las orejas de cerdo, me las ponía en la cabeza y hacía personajes para hacerle reír... Con las patitas de pollo, las caretas de cerdo...". Todo servía con tal de sacar una sonrisa a su madre, quien a buen seguro fue y seguirá siendo su mejor público.