agatha
A model displays an Autum/Winter design by Agatha Ruiz De La Prada during the Madrid's Mercedes Benz Fashion Week, in Madrid, Wednesday, Feb. 1, 2012.
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A model displays an Autum/Winter design by Agatha Ruiz De La Prada during the Madrid's Mercedes Benz Fashion Week, in Madrid, Wednesday, Feb. 1, 2012.
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A model displays an Autum/Winter design by Agatha Ruiz De La Prada during the Madrid's Mercedes Benz Fashion Week, in Madrid, Wednesday, Feb. 1, 2012.
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Encontrar un par de prendas que (realmente) apetezca ponerse de un desfile de Ágatha Ruiz de la Prada es, en el mejor de los casos, un auténtico reto. En esta puesta en escena, entre ‘espinetes’, flecos de piñata neón, gusanitos gigantes a modo de capa y mitones XL de corazones, ha habido algún abrigo y vestido en los que la diseñadora ha relajado los códigos de la casa (¿la recesión nos hace tratar de acomodarnos a todos los públicos?) y el público conservador hubiera dicho SÍ. Sus propuestas más personales, sin embargo, nada tienen que ver con esta rara avis: los vestidos de noche solo son aptos para candy girls con clara vocación de almas de la fiesta. Y los accesorios también tenían su intríngulis: zapatos neón y bolsos de plástico transparente en los que (¡viva el merchandising!) las modelos llevaban su fragancia y una revista: Yo Dona o Glamour, dependiendo del modelo. Los coleteros: enormes cuadrados en tonos vibrantes sujetaban una coleta de caballo que se movía con el vaivén del andar. Todo muy Ágatha, sin que eso sea necesariamente un gran calificativo. El detalle: las modelos caminaban felices, casi bailando al ritmo de la música (Venus y Bacon, de Zucchero) y, aunque a una se le cayó el zapato, se agachó a recogerlo tan tranquila.
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Encontrar un par de prendas que (realmente) apetezca ponerse de un desfile de Ágatha Ruiz de la Prada es, en el mejor de los casos, un auténtico reto. En esta puesta en escena, entre ‘espinetes’, flecos de piñata neón, gusanitos gigantes a modo de capa y mitones XL de corazones, ha habido algún abrigo y vestido en los que la diseñadora ha relajado los códigos de la casa (¿la recesión nos hace tratar de acomodarnos a todos los públicos?) y el público conservador hubiera dicho SÍ. Sus propuestas más personales, sin embargo, nada tienen que ver con esta rara avis: los vestidos de noche solo son aptos para candy girls con clara vocación de almas de la fiesta. Y los accesorios también tenían su intríngulis: zapatos neón y bolsos de plástico transparente en los que (¡viva el merchandising!) las modelos llevaban su fragancia y una revista: Yo Dona o Glamour, dependiendo del modelo. Los coleteros: enormes cuadrados en tonos vibrantes sujetaban una coleta de caballo que se movía con el vaivén del andar. Todo muy Ágatha, sin que eso sea necesariamente un gran calificativo. El detalle: las modelos caminaban felices, casi bailando al ritmo de la música (Venus y Bacon, de Zucchero) y, aunque a una se le cayó el zapato, se agachó a recogerlo tan tranquila.
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Encontrar un par de prendas que (realmente) apetezca ponerse de un desfile de Ágatha Ruiz de la Prada es, en el mejor de los casos, un auténtico reto. En esta puesta en escena, entre ‘espinetes’, flecos de piñata neón, gusanitos gigantes a modo de capa y mitones XL de corazones, ha habido algún abrigo y vestido en los que la diseñadora ha relajado los códigos de la casa (¿la recesión nos hace tratar de acomodarnos a todos los públicos?) y el público conservador hubiera dicho SÍ. Sus propuestas más personales, sin embargo, nada tienen que ver con esta rara avis: los vestidos de noche solo son aptos para candy girls con clara vocación de almas de la fiesta. Y los accesorios también tenían su intríngulis: zapatos neón y bolsos de plástico transparente en los que (¡viva el merchandising!) las modelos llevaban su fragancia y una revista: Yo Dona o Glamour, dependiendo del modelo. Los coleteros: enormes cuadrados en tonos vibrantes sujetaban una coleta de caballo que se movía con el vaivén del andar. Todo muy Ágatha, sin que eso sea necesariamente un gran calificativo. El detalle: las modelos caminaban felices, casi bailando al ritmo de la música (Venus y Bacon, de Zucchero) y, aunque a una se le cayó el zapato, se agachó a recogerlo tan tranquila.
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Encontrar un par de prendas que (realmente) apetezca ponerse de un desfile de Ágatha Ruiz de la Prada es, en el mejor de los casos, un auténtico reto. En esta puesta en escena, entre ‘espinetes’, flecos de piñata neón, gusanitos gigantes a modo de capa y mitones XL de corazones, ha habido algún abrigo y vestido en los que la diseñadora ha relajado los códigos de la casa (¿la recesión nos hace tratar de acomodarnos a todos los públicos?) y el público conservador hubiera dicho SÍ. Sus propuestas más personales, sin embargo, nada tienen que ver con esta rara avis: los vestidos de noche solo son aptos para candy girls con clara vocación de almas de la fiesta. Y los accesorios también tenían su intríngulis: zapatos neón y bolsos de plástico transparente en los que (¡viva el merchandising!) las modelos llevaban su fragancia y una revista: Yo Dona o Glamour, dependiendo del modelo. Los coleteros: enormes cuadrados en tonos vibrantes sujetaban una coleta de caballo que se movía con el vaivén del andar. Todo muy Ágatha, sin que eso sea necesariamente un gran calificativo. El detalle: las modelos caminaban felices, casi bailando al ritmo de la música (Venus y Bacon, de Zucchero) y, aunque a una se le cayó el zapato, se agachó a recogerlo tan tranquila.
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Encontrar un par de prendas que (realmente) apetezca ponerse de un desfile de Ágatha Ruiz de la Prada es, en el mejor de los casos, un auténtico reto. En esta puesta en escena, entre ‘espinetes’, flecos de piñata neón, gusanitos gigantes a modo de capa y mitones XL de corazones, ha habido algún abrigo y vestido en los que la diseñadora ha relajado los códigos de la casa (¿la recesión nos hace tratar de acomodarnos a todos los públicos?) y el público conservador hubiera dicho SÍ. Sus propuestas más personales, sin embargo, nada tienen que ver con esta rara avis: los vestidos de noche solo son aptos para candy girls con clara vocación de almas de la fiesta. Y los accesorios también tenían su intríngulis: zapatos neón y bolsos de plástico transparente en los que (¡viva el merchandising!) las modelos llevaban su fragancia y una revista: Yo Dona o Glamour, dependiendo del modelo. Los coleteros: enormes cuadrados en tonos vibrantes sujetaban una coleta de caballo que se movía con el vaivén del andar. Todo muy Ágatha, sin que eso sea necesariamente un gran calificativo. El detalle: las modelos caminaban felices, casi bailando al ritmo de la música (Venus y Bacon, de Zucchero) y, aunque a una se le cayó el zapato, se agachó a recogerlo tan tranquila.
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Encontrar un par de prendas que (realmente) apetezca ponerse de un desfile de Ágatha Ruiz de la Prada es, en el mejor de los casos, un auténtico reto. En esta puesta en escena, entre ‘espinetes’, flecos de piñata neón, gusanitos gigantes a modo de capa y mitones XL de corazones, ha habido algún abrigo y vestido en los que la diseñadora ha relajado los códigos de la casa (¿la recesión nos hace tratar de acomodarnos a todos los públicos?) y el público conservador hubiera dicho SÍ. Sus propuestas más personales, sin embargo, nada tienen que ver con esta rara avis: los vestidos de noche solo son aptos para candy girls con clara vocación de almas de la fiesta. Y los accesorios también tenían su intríngulis: zapatos neón y bolsos de plástico transparente en los que (¡viva el merchandising!) las modelos llevaban su fragancia y una revista: Yo Dona o Glamour, dependiendo del modelo. Los coleteros: enormes cuadrados en tonos vibrantes sujetaban una coleta de caballo que se movía con el vaivén del andar. Todo muy Ágatha, sin que eso sea necesariamente un gran calificativo. El detalle: las modelos caminaban felices, casi bailando al ritmo de la música (Venus y Bacon, de Zucchero) y, aunque a una se le cayó el zapato, se agachó a recogerlo tan tranquila.