Bardem en los Goya: mucha sonrisa y poca naturalidad

MARI LUZ PEINADO 14/02/2011 03:12

“Y por supuesto, a mi mujer y a mi hijo por despertarme todos los días el corazón y la sonrisa”. Era una de las frases más esperadas de la ceremonia de los Goya. Porque, seamos sinceros, este domingo todas las cámaras, todos los micrófonos estaban buscando unas palabras de Javier Bardem sobre su Pe y su criatura – al menos ahora él mismo ha confirmado que es un niño. Las palabras fueron éstas y el actor las hizo desde el escenario, cuando subió a recoger el Goya por su papel Biutiful. Y es que en la XXV Edición de los Premios, Bardem fue el rey.

Llegó a la alfombra roja repartiendo sonrisas, aunque este año pasó rápido porque llovía. Todo vestido de negro (y guapo, muy guapo), con el pelo corto y con cara de padre, desde el principio de la noche se vio que se iba a esforzar por ser majo. Majo sí, pero natural poco.

Saludó a los periodistas mientras posaba para los medios e incluso intentó que hubiera un ambiente de colegueo cuando Carlos del Amor – periodista de RTVE – le lanzaba la única pregunta personal que los periodistas pudieron hacerle en toda la noche. “Antes de hablar de cine, te quiero dar la enhorabuena por todo lo que no es cine. ¿Cómo está todo?” "Está yendo todo muy bien, estamos muy felices, muchísimas gracias, tío”. Y luego, bromas sobre fútbol y mucha sonrisita. Bardem dejaba así claro que esta noche tampoco íbamos a saber nada nuevo sobre Penélope y el bebé.

Y empezó la ceremonia. A falta de protagonistas que se llevaran los mejores planos – como Almodóvar o el Príncipe- Javier Bardem se convirtió en la estrella de la gala. Es cierto que él es de los pocos profetas en su tierra en esto del cine y que los Goya siempre se le han dado bien: este año ha conseguido su quinta estatuilla. Pero eso fue más tarde. Antes, apareció en varios vídeos recordatorio e incluso pudimos ver cómo el actor –que entonces lucía melena- recogió hace años uno de sus Goya de manos de su actual esposa, que le plantaba un par de sonoros besos.

Buenafuente le tiró un tiento: “Felicidades por el niño. Qué pena que lo hayas tenido el año en el que quitan el cheque bebé”. Y al actor, sentado con su madre y ahora abuelísima, miraba hacia abajo y ponía una que parecía decir “¿por qué me toca aguantar esto?". Eso sí, no dejó de sonreír en toda la noche siguiendo la política de los sus últimas apariciones en público: mucha sonrisa pero ni una palabra.

Subió al escenario Javier Bardem a recoger su quinto Goya por el papel por el que ha sido nominado al Oscar y ésta fue su dedicatoria: “Gracias por este reconocimiento, lo recibo como un abrazo de cariño y apoyo por mi profesión y eso es lo más importante que hay para un actor. Quiero compartirlo con todos estos actorazos. A todos los amigos y compañeros de ‘Biutiful’, al director, a mi maestro Juan Carlos Coraza y por supuesto a mi mujer y a mi hijo por despertarme todos los días el corazón y la sonrisa”.

Con eso y la ovación que recibió del auditorio, ya habría sido el protagonista de la gala. Pero hubo más. El actor fue el encargado de entregar el premio más esperado de toda la noche, el de Mejor Película. Parecía una ceremonia hecha para que el madrileño se luciera de cara a los Oscar.

Después de recoger su premio - y por obligación del guión - Bardem tuvo que enfrentarse a los medios. Una declaración rápida y general en la que dijo que sólo aspira "a seguir trabajando porque no hay un actor que no tema quedarse sin trabajo". También recordó todo lo que admira a Tosar, que no esperaba llevarse el Bafta y poco más. Nada de preguntas comprometidas ni de declaraciones sobre su vida privada. Ni de entrevistas individuales, algo de lo que se quejaron algunos medios.

Y con el expediente cubierto y otro Goya debajo del brazo, Bardem se despedía de una gala en la que se lució y en la que cada uno de sus pasos parecía estar medido, como las escasas aparaciones que recientemente hace el actor. Eso sí, todo con una sonrisa.

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