El enredo familiar francés de más altura llega a su fin

IRENE SERRANO 07/12/2010 13:29

El culebrón francés más divertido de la última década ha terminado –parcialmente- de la única forma posible en el país galo: elegantemente. Liliane Bettencourt, la millonaria de 87 años que perdió la cabeza por un artista dos décadas menor, ha hecho las paces con su única hija y heredera, Françoise Bettencourt-Meyers. Parece que vuelve la calma para las principales accionistas del imperio L’Oreal, tras un tempestuoso verano en el que la extraña historia de la abuela más rica de Francia se mezcló con las escuchas y filtraciones a la prensa de su mayordomo, que implicaban en asuntos turbios al mismísimo ministro de Trabajo.

Todo el drama comenzó cuando a finales de los 80 François-Marie Banier, fotógrafo (colaborador de publicaciones como Vanity Fair o The New Yorker), escritor ('Pasado compuesto', ed. Libros del silencio), pintor y, en resumidas cuentas, dandi, retrató a Liliane Bettencourt con Federico Fellini para una revista. En ese preciso instante el artista multidisciplinar y la magnate pusieron la primera piedra a una relación más allá de la amistad que acabaría metiendo en problemas a la millonaria con su familia. Y es que desde 1998, Bettencourt le ha traspasado poco a poco parte de su fortuna a su amiguito.

Lo que empezó como pequeños regalos (obras de Picasso, Mondrian, Delaunay, Man Ray o Matisse), en 2002 se convirtió en 14 millones de dólares, a los que se sumaron un año más tarde 315 millones a modo de seguro de vida, en 2004 7,6 millones más y en 2005 otros 71. Obviamente, a la heredera de toda esta pasta, el movimiento de activos no le hizo mucha gracia y en 2007 demandó a François por aprovecharse de su madre (abus de faiblesse, lo llaman los franceses). Más tarde, pidió la inhabilitación de Liliane para gestionar su fortuna por incapacidad.

Pero por si esta jugosa historia digna de telenovela sudamericana no fuera suficiente, el pasado verano el mayordomo de Liliane entregó a la prensa unas cintas con grabaciones de conversaciones privadas mantenidas en la mansión Bettencourt. En ellas se mencionaban cuentas en Suiza y otros fraudes fiscales. El asunto salpicó al ministro de Trabajo Éric Woerth, cuya esposa trabajaba como asesora económica de la millonaria. Si las mujeres ricas leyesen novelas policíacas, se andarían con más cuidado a la hora de elegir mayordomo y sabrían que siempre es el culpable.

Tras meses de titulares y enfrentamientos, la primera parte de las intrigas Bettencourt ha llegado a su fin. Françoise, la hija y heredera, ha acordado con François, dandi y artista, que si éste renuncia a gran parte de los regalos, ella retira la denuncia por abus de faiblesse (abuso de debilidad). El trato también aparta del escenario al administrador de la fortuna de Liliane, Patrice de Maistre, y pone en su lugar al yerno de la heredera. La presidencia de L’Oreal seguirá en manos de Liliane, aunque sus dos nietos entrarán en el consejo de control. La tierna abuelita parece admitir así que el asunto se le empezaba a escapar de las manos.

Liliane Bettencour ha declarado que esta decisión es para ella "fuente de esperanza" y corresponde a su deseo "de ver a la familia reunida". Aunque no sabemos si la esperanza, la unidad y la elegancia les servirán de algo en los juicios que tienen todavía pendientes por tráfico de influencias y que parece que pondrán contra las cuerdas al gobierno de Sarkozy. Demos las gracias a Francia por proporcionarnos estos enredos familiares de altura, con millonarias, artistas, mayordomos y políticos incluidos.