El injerto de Rooney, imperceptible y para toda la vida

ÁLVARO GONZÁLEZ 07/06/2011 14:08

Con la cabeza “inflamada y enrojecida”, el delantero del Manchester United, Wayne Rooney, ha presumido ante el mundo entero de transplante de pelo. No tiene nada que ocultar. Ya con 20 años su alopecia era galopante, pero ahora con los últimos avances va a peinar un flequillo poderoso en pocos meses ¡Y ríase la gente!

Desde hace tres años las nuevas técnicas quirúrgicas de injerto capilar garantizan que el resultado de la operación será imperceptible y durará para siempre, el pelo nunca se volverá a caer. El Doctor Alberto Gorrochategui, de la clínica Ercilla, nos da su palabra: "Ahora con la sutura tricofítica las técnicas son tan sofisticadas que casi, casi no queda cicatriz, o es tan mínima que nadie se daría cuenta; antes sí, eran más anchas y no había técnicas para dejarlas inapreciables". Hasta las mujeres se someten a estas intervenciones. Antes eran una de cada treinta pacientes y ahora ya son una de cada tres, dice el doctor. 34.000 euros se ha gastado Rooney, pero se puede acceder a estos transplantes desde 5.000.

Tampoco se ven ya los temibles ‘Pelo de muñeca’ -como pelo de cepillo completamente antinatural- fruto de las primitivas técnicas de injerto: "Eso está desterrado, es cosa de hace diez años, con técnicas muy antiguas, cuando se injertaba el pelo en grupos de diez a doce cabellos", cuenta Gorrochategui. Porque ahora el procedimiento es pelo a pelo. Es un microtransplante capilar por unidad de extracción folicular, FUE, con micropunch. En cristiano: "Se trata de coger pelo de la zona de la cabeza que no se ve afectada ni por la genética ni por las hormonas, que no se cae nunca, para transplantarlos uno a uno a la zona donde se ha perdido cabello".

La operación dura unas seis horas con anestesia local. El equipo que hace el transplante "divide la piel en trozos pequeños y en cada incisión ponen dos o tres pelos como máximo, como pequeños tiestos", explica este médico, que quiere dejar claro que la intervención no es en absoluto traumática: "el paciente está relajado, hablando con el equipo, cuando no está dormido tranquilamente".

Consultamos a un caballero sometido a esta técnica y confirma las palabras de este cirujano: "Me llevé tres dvds y estuve toda la operación viendo películas". El único problema es que durante dos o tres días puede aparecer cierta inflamación en la frente. "Parecía un bicho de Star Trek", nos confiesa. Aunque subraya que las molestias duraron no más de un fin de semana.

Las postillas se caen en ocho días y los resultados se ven a los cuatro o seis meses. "El pelo crece como el de atrás de la cabeza, cada mes un centímetro. Al cabo de seis meses está largo, con densidad y color, permanente, para siempre. Nunca se cae", concluye el doctor, que no puede dar pistas de cómo detectar estos transplantes en famosos: "¡Es que no dejan rastro!" De nada sirve mirar si la línea frontal está muy definida. Los propios cirujanos se afanan en que no sea así para que no se note el injerto. Tan sólo se podrían analizar las fotografías del antes y el después para encontrar intervenciones, pues no todas las celebrities son como Rooney, que tuitean las cicatrices de su operación.

En Estados Unidos no son pocos los foros dedicados a detectar esas manos amigas en cuestiones capilares. Por algún motivo, nuestra sociedad se dinamiza y evoluciona en todas las direcciones pero la alopecia sigue considerándose un estigma. Las teorías van desde el previsible rechazo a la senectud a las interpretaciones pseudoreligiosas que relacionan la calvicie con los egipcios (que dicho sea de paso, olvídese de Hollywood, no eran calvos) que esclavizaron a los judíos, más barbudos y melenudos que un cantautor de los setenta.

En España no estamos exentos de esta mentalidad. Entre los deportistas, donde antes estaba ‘El Tato’ Abadia con su calva y su bigote, ahora hay una generación que a golpe de anuncio de Alfonso Pérez o Rafael Martín Vázquez tratan su cabello. Hasta el periodista deportivo Paco González admitió en El Mundo que se había hecho no uno, sino dos injertos.

En política, el mismísimo presidente del Congreso, José Bono, se sometió a un injerto por unidad folicular y está más que orgulloso. Nos confiesa un parlamentario que no deja de recomendárselo a todo el mundo: "Ha mandado a la clínica hasta a jeques árabes".

¡Acaso nadie quiere una humilde calva! Tampoco queda rastro de la generación de actores que protagonizó los anuncios de 'Atún Calvo' con sus lustrosas cabelleras mondas. Tan sólo Luis Tosar, irreductible, triunfa sin necesidad de rasurarse los lados de la cabeza para enmascarar al cero su genuina calva española.

Por este motivo los publicistas se llevan las manos a la cabeza cuando en los anuncios le cortan la superficie del cráneo para disimular lo indisimulable. Un recurso gráfico de la edad de piedra que también se aplicó en la campaña electoral de Joaquín Almunia, entre otras, en tiempos en los que se publicaban los primeros estudios y reflexiones en los mass media sobre si la población, por persuasión subliminal, votaría o no a un calvo.

Volviendo a los EEUU. Los internautas se regocijan midiendo pelo a pelo la evolución capilar de actores como John Travolta, Brendan Fraser, Nicolas Cage, Harrison Ford, Ben Stiller, Tom Cruise, Liam Neelson, Val Kilmer y hasta nuestro querido Antonio Banderas. Si también ellos, como Wayne Rooney, han confiado sus pelambreras a la ciencia, no deja de ser una hipótesis en manos de la rumorología y la especulación gracias a los últimos avances médicos.