¿Cómo ha logrado Mila Kunis ser la mujer más sexy del mundo?

divinity.es 15/10/2012 17:13

Los paparazzi la persiguen obsesionados con sacarla junto a Ashton Kutcher, su flamante nueva pareja. Ellos escapan de todas las formas posibles, hasta en moto, pero los teleobjetivos todo lo pueden y los fotógrafos han obtenido con regularidad el premio gordo: una foto de los dos andando por la calle ¡uaoh! Otra obsesión, además, es retratar a la actriz sin maquillaje, cuando vuelve del gimnasio, cuando sale de su casa por la mañana. Ella ha intentado protegerse hasta tapándose con el bolso la cabeza cuando pasea por la rue, pero de nuevo han vuelto ganar, alguna foto de ella han sacado sin maquillar en la que parece, agárrense: una mujer sin maquillar.

En su reciente entrevista en Esquire tras ser nombrada por la revista como la mujer más sexy del mundo, Mila Kunis hablaba de todo este infiernillo con una mezcla de contrariedad y aceptación no exenta de ironía. Además, señalaba que muchas celebridades en realidad viven de que les persigan por la calle y les saquen esas fotos casual, pues tienen vendido el patrocinio hasta de la goma del pelo que llevan en ese momento cualesquiera. Es importante reseñar que Mila diga esto para entender el personaje porque en ese comentario tan cáustico y descarnado sobre el mundo de la fama se ve mucho cómo es ella. Es de verdad.

Su familia era ucraniana. Y además, judía. Malos adjetivos para llevar una vida loca en la Unión Soviética, donde residían. Por suerte para ellos lograron escapar y, lo que tampoco es fácil, salir adelante en Estados Unidos. Mila no quiere hablar de heroicidades, de dramas familiares, no le ve ninguna épica a estar “de vuelta del infierno”, como ella lo llama. Dice que cada inmigrante que hay por la calle en Estados Unidos tiene una historia similar.

Es gracioso además que no le dé muchos parabienes al sueño americano. Dice que cuando probó por primera vez la Coca-Cola le dio verdadero asco. ¿Zumo con burbujas? ¿A qué estamos jugando? Ahora ya se confiesa plenamente colonizada y adora una Coca-Light, pero no entró en el país de los sueños abrazando a Mickey Mouse. Eso es un punto a su favor. También que insista en ello ahora que es un personaje público que necesita caer bien para poder trabajar.

No obstante, su familia parece haberla educado con ese credo tan poco habitual pero tan útil en la vida de enseñar a distinguir a un hijo que a las tres de la tarde, es de día. Mila recuerda que su familia nunca la trató como una chica guapa. “No me educaron para ser guapa”, confesó en W Magazine. Destacaban de ella cuando hablaban con familiares lejanos o las visitas sólo rasgos de su personalidad. Que era “muy particular”, era lo más bonito. También dice Mila que cuando se ponía muy cabezota y se le disparaba el egoísmo le mostraban rápidamente y de forma muy clara quién era y la llevaban “de regreso a la realidad”, recuerda. Por eso es por lo que está tan centrada, presume.

También esa personalidad forzada por unos padres ucranianos ha dado como resultado a una Mila muy confiada en sí misma y sus posibilidades, pero muy respetuosa. Considera que es muy tratable, maja, sin ínfulas, y que le empieza a molestar que eso sorprenda a la gente. Esperan que sea borde y caprichosa ¿sólo por ser guapa actriz?, alucina ella. Parece que la gente tiene estereotipos muy bien definidos de las personas, teoriza: si eres poco atractivo debes tener una gran personalidad, sino no. “Pues yo soy maja, pero no tonta”, zanja. Su versión es que conocerse a una misma, da confianza. Y que eso no tiene que ver con la chulería: “Chulería es conocerte a ti mismo y metérselo a los demás empujando por la garganta”, ha contado en una ocasión.

También ha confesado recientemente en Esquire que ha aprendido a ser graciosa. Como una técnica, a lo que la ayudó trabajar en televisión donde “las bromas vienen de tres en tres”, pero que en el momento en que te crees gracioso, dice convencida, es que ya no lo eres.

Pero no nos engañemos. Aunque lograra, como tantos cientos de miles de actrices, su primer papel mintiendo sobre su edad –dijo que tenía 18 cuando tenía 14- buena parte la distinción que le ha dado Esquire se debe a su papel en Cisne Negro, donde tuvo una escena lésbica con Natalie Portman que se ha quedado para los anales. Poder meterse en la misma cama que la oscarizada estrella fue el reto de su vida. No interpretativo, sino físico. Por todo lo que tuvo que adelagazar.

Cree que tiene ojos de dibujo manga, sus amigos dicen que tiene cara de Hobbit, pero lo que le pidieron para hacer el papel no fue belleza, sino figura. Tuvo que adelgazar tanto que le daba auténtico y verdadero asco mirarse en el espejo, pero tal y como ella misma ha reconocido: “y luego sorprendentemente en el cine apareces fantástica”.

La dieta que realizó le permitía sólo comer alimentos que cupieran en la palma de su mano. Tenía que perder 10 kilos. Su madre se asustó. Le hizo prometer que ese régimen no le afectaría al coco. Ella dijo que no, pero que tardaría en recuperar su figura. Al terminar el rodaje, decidió ver la tele tocándose la barriga y comiendo todo lo que pudiera. Sólo había una palabra en su mente al terminar Cisne Negro y no era “galas”, ni “premios”, era “comer”.

La pena es que, según ha contado en Harper’s Bazaar, cuando recuperó su peso, los kilos no se fueron donde estaban. Lo que antes era pecho, se pasó a la cadera, ha relatado triste: “sería feliz si tuviera el culo más grande”. Encima sufrió la esquizofrenia de los medios. Cuando estaba anoréxica perdida, le decían que estaba mal. Cuando recuperó su peso, que estaba mejor delgada.

Entiende que las mujeres tienen cierta crueldad a la hora de criticar a otras mujeres. Tanta, que Mila dice que no le preocupan las críticas de cine acostumbrada como está a lo que puedan decir de ella otras mujeres. Eso sí, advierte de que por mucho que la miren de arriba abajo ni otras mujeres, ni los paparazzi ni los que comentan las fotos de esos lograran que se maquille para ir a hacerse las uñas. Confiesa que sería una “gilipollez” decir que lo que cuentan de ella le entra por un oído y le sale por otro, pero no. No lograrán que vaya arreglada cuando un ser humano necesita y se siente cómodo yendo desarreglado.

En esa sinceridad, reside lo más bonito de su encanto. Una declaración suya en Vogue Brazil debería ser la cita de cabecera para muchas: “Si yo tuviera sobrepeso o mostrara un aspecto insalubre, me encantaría que me lo dijeran. Si yo fuera vistiendo como una payasa, me gustaría que me lo dijeran. Pero cuando una es feliz, no necesita que nadie le diga nada”.