"Soy incapaz de obviar mi cáncer. Hay que decir la palabra"

divinity.es 02/02/2011 16:10

Espero a Sandra en un hotel de un Madrid llorón hoy. La chimenea encendida. Llega, blanco y naranja en su look, desafiando al vestido plomo de la ciudad y nos sentamos ante el fuego. Llueve en Madrid, no en el rostro de Sandra Ibarra. La vida, quizá en recompensa, ha dibujado en su cara una sonrisa perenne.

(Entrevista íntegra. Tienes también un vídeo resumen con lo mejor de la conversación al final de esta página)

¿Cómo quieres que empecemos este camino Sandra Ibarra?

Pues bien. Siempre hay que empezarlo todo bien.

Me has preguntado que de qué íbamos a hablar y yo es que nunca hago las entrevistas con algo escrito porque después no sé bucear en las notas. Vengo, lo he dicho otras veces a mis invitados, con mente y corazón…

Me encanta. Tú como Iñaki Gabilongo, que va siempre sin papeles.

Voy a dibujar un camino y tú le pones piedras, flores, macetas, guijarros…

Yo estoy acostumbrada a improvisar en la vida porque uno tiene preparado un camino y la vida resulta que te pone otros muy diferentes.

¿Cuál es tu camino actual, el de las sonrisas?

Es un camino personal, el de querer sonreír cada día en estos tiempos tan difíciles que estamos viviendo. Yo estoy ahora en el camino de la solidaridad. Estoy en el camino de haber encontrado mi leyenda personal, me ha costado encontrarla porque no es la que yo soñaba. La vida tenía preparadas otras cosas para mí. Me he adaptado a la vida para poder sonreír ahora.

¿Es una forma de recuperar los sueños que un día se truncaron?

Sí. Siempre había soñado con ser modelo y comunicadora. Nunca soñé con tener cáncer cuando yo dejé mi Medina del Campo, como Paco Martínez Soria en La ciudad no es para mí, para llegar con mis maletitas a Madrid…

Chica provinciana…

Soy una mujer de pueblo, nací y crecí en un pueblo de 22.000 habitantes y vine a la ciudad a buscar los sueños. Madrid está lleno de personas de provincias que venimos a buscar nuestros sueños. Vine, me matriculé en la Facultad de Ciencia de la Información y empecé a estudiar por las mañanas y a trabajar de modelo por las tardes.

Ahora tu vida es la Fundación Sandra Ibarra. ¿Qué cuesta personalmente un esfuerzo así?

Entre esto de ahora y mi llegada a Madrid me diagnosticaron Cáncer en el año 95, con 20 años. Me dijeron que tenía el 98% de la médula dañada.

Yo he hecho un puente en tu vida para que no tuvieras que hablar de esto, si no quieres…

No sé hablar de mi vida sin eso, mi vida es eso. Soy incapaz de obviar mi cáncer porque es lo que he sido. Hay que decir la palabra, hay que contarlo. Eso ayuda a muchas personas que me dicen “Sandra no caigas tú que caemos todas”. Te conviertes en un espejo. Conforma todo lo que soy yo. Tuve la suerte de tener un hermano compatible, me curé y me impliqué en esta lucha. A los tres meses hice mi primer desfile. Me emocioné muchísimo, era para la Asociación contra el Cáncer, estaban Remedios Cervantes, Juncal Rivero… Todas las modelos de aquella época.

Recuerdo perfectamente ese desfile…

¿Lo recuerdas? (Sonríe agradecida). Fue para la firma Escada, lo presentaba Belinda Whasington, que ahora somos buenas amigas. Me puse mi peluca, me tomé mis pastillas… Fue emocionante. Retomé mi vida de la moda pero implicándome con todo tipo de fundaciones y asociaciones contra el cáncer. A los 7 años, cuando el atentado de las torres gemelas, tuve una recaída, todo el mundo miraba a Nueva York menos yo.

Tú mirabas tu propio desastre…

Sí. Fue muy duro. Si la primera vez no lo entiendes, la segunda, después de haber luchado, de haberte implicado… Fue de los momentos más importantes de mi vida. Es cuando sientes la derrota. Pero tuve que salir, y volví a tener la suerte de que mi hermano me donara la médula y funcionase. Allí ya me entregué a la causa. Mi hermano es mi seguro de vida, no el de los bancos. A partir de se momento me impliqué a fondo y creé mi propia Fundación. Creé una estructura para profesionalizar lo que estaba haciendo durante años con la Asociación contra el Cáncer. No soy capaz de dormir por las noches sabiendo que puedo cambiar las cosas, que una niña de Burgos me quiere conocer porque ella también tiene cáncer, por ejemplo.

Eres como un servicio público de necesidad, llevas el agua y al luz a donde no la hay… ¿No es maravilloso?

Es un peaje muy caro el que pagas, pero sí. Es una mochila que pesa pero le intento buscar la compensación emocional y el equilibrio. Soy una privilegiada por hacer lo mejor que puede hacer un ser humano por otro, ayudar.

Veo que tiras de tus amigos. Llevas un pañuelo de Custo para tu Fundación.

Casi no me hace falta tirar porque son ellos los que me dicen que quieren colaborar. Hemos encontrado una forma muy bonita de trabajar, de hacer responsabilidad corporativa con las empresas. Custo diseñó este Pañuelo, que cuesta 19 euros, y todo menos el coste se dedica a la Fundación. Custo no gana nada. Lo estamos utilizando para construir una casa de acogida en Los Ángeles de San Rafael. El pañuelo si lo abrimos es un teatro del mundo. La cortina de la derecha es de la esperanza, la de la izquierda la del optimismo. Es una explosión de primavera en color naranja y un arcoiris, mensaje positivo frente al cáncer, que atraviesa todo el teatro. Y hay estas flores del campo que soplas y pides un deseo, los molinillos. Pues el deseo es que se cure el cáncer, esa es la interpretación de Custo sobre la Fundación.

¿Ves así la vida ahora, como Custo? Con una cortina de la esperanza y otra del optimismo…

Esperanza y optimismo son dos herramientas fundamentales en la vida. A mí me ha tocado esta adversidad pero hay muchas otras. Sin esas dos herramientas no podríamos sobrevivir. Ha enfermado mi cuerpo pero no he querido que enfermara mi mente.

Ni el alma...

Ni vivir con miedo. Soy una privilegiada a pesar de lo que me ha pasado porque muchas personas no se curan de un cáncer y yo me he curado de dos. Y cuando estoy cansada me digo, a ellos les gustaría tener problemas, o vivir la crisis… Las cuentas de la felicidad empiezan muy atrás, por eso siempre me salen.

Las cuentas de la felicidad empiezan muy atrás. ¿El amor también influye?

Es el título de una obra. (Sonríe).

¿Y el amor que implica en todo eso?

El amor cura. Las tres facetas indispensables de la vida que son amor, salud y trabajo no las había tenido nunca a la vez.

Hemos cambiado el dinero por el trajado, como dice la canción, pero al final es lo mismo… Salud, trabajo y amor.

No tano el dinero como quitarte los nervios a fin de mes, como dice Sabina.

¿Ahora lo tienes todo?

Sí y lo estoy disfrutando muchísimo porque pensé que no existía. Me lo he trabajado mucho el tema de la salud pero se tienen que configurar los astros a tu favor.

Hay un momento suerte que no podemos manejar…

Sí. Tiene muchos nombres. Voluntad, suerte, destino. Dios. En el amor he tenido la suerte de encontrar un compañero de viaje fantástico. 7 años ya y muchos no apostaban por nosotros. Nos hemos encontrado y somos muy felices.

Hay gente, como María Teresa Campos, ejemplo de superación, que nunca nombran la palabra cáncer y tú la reivindicas.

Porque creo que es una forma de superar la enfermedad y no tenerle miedo. Cuando no conocemos el origen de las enfermedades las mitificamos. Eso no es bueno. Dicen “la larga y terrible enfermedad”. Hay muchas enfermedades largas y terribles. Hemos mitificado la palabra. Y debemos ser optimistas, el 50% de los enfermos en España se curan. Qué importante es que hayamos conseguido una ley antitabaco, aunque haya personas que no estén de acuerdo. Dejando hoy de fumar mañana hay un 30% menos de cáncer.

Yo he dejado de fumar después de 20 años.

Enhorabuena. Uno de cada cuatro fumadores tendrá cáncer. Hay que trabajar con cifras reales y poner cara a las enfermedades. Por eso la gente no entiende la Ley antitabaco.

Yo no estoy en contra de esta ley sino de las contradicciones de un Gobierno, éste o el que sea… Pero no es el tema de hoy. Has dicho en este camino la palabra superviviente alguna vez. ¿Eres eso?

Sí. Totalmente. A muchos pacientes no les gusta esa palabra, yo he soñado con ella muchas veces cuando estaba en la burbuja. Soñaba con sobrevivir, y poder estar con mi sobrino, encontrar el amor, poder ser madre, vivir. Cuando las chicas de mi edad pensaban en qué ponerse para ir a la discoteca a conocer a su futuros novios yo estaba pensando en cómo cumplir 21 años. Así que estoy orgullosa de ser una superviviente.

¿Te has perdido parte de la vida?

Creo que no. Quería ser protagonista de mi vida aunque tuviera cáncer. Todo lo que no nos gusta lo ponemos en un paréntesis. Pero esos paréntesis también son la vida, Por eso yo salía con mi pañuelo en la cabeza y presentaba galas. No me escondía. No es lo que soñé para mi vida pero ha sido lo que me ha tocado vivir.

Tenemos una amiga común, María Lafuente, que también te tiende manos creativas.

Sí. Acabamos de presentar unas camisetas con unos mensajes preciosos de María, “empieza cada día como si tú lo inventaras”. En castellano y en inglés.

María es de esas amigas que deja siempre mensajitos, escritos o no. ¿La gente que te rodea es fundamental?

Totalmente. Y para la Fundación también. Tengo la suerte de haber recibido mucho cariño de la gente, de mis amigos. Me dicen que yo no tengo una madre, que tengo muchas, que rezan por mí, que me quieren mucho. Mira te lo estoy contando y me emociono otra vez. He recibido un plus de cariño… Ay, qué boba soy.

No lo eres, es maravilloso verte llorar. Piensa que cada vez que lloras a alguien le ayudas a curarse. (Sonríe). Vamos a hablar de cosas divinas, que esto es divinity.

Vale.

¿Qué te parece divino en tu vida diaria?

Poder levantarme y tener la libertad de vivirla como si yo la inventara, como la frase de María. Yo me levanto y pienso que tengo saliva, que tengo lágrimas, que puedo abrir la puerta y salir. Eso no lo tenía. Qué rico el café por la mañana. Y la ducha, y la crema. O cenar huevos con patatas fritas, un vino y una chimenea como esta que tenemos hoy.

Es la felicidad de las pequeñas cosas…

Sí. Siempre he sido muy sensible a esas cosas pequeñas y me gustan las personas que me rodean y los pequeños mensajes. Hemos perdido escribir cartas pero usamos los pequeños mensajes y es muy bonito.

¿Te falta algo por hacer que tuvieras pendiente?

Muchas cosas porque tengo muchas inquietudes. Me gusta aprender y viajar, ver en qué nos parecemos. Crecer, crecer en todos los sentidos. Me encantaría escuchar las palabras mágicas de que el cáncer se puede curar. Y por eso estoy luchando.

Es impagable esta lucha pública de tantas mujeres como tú.

Sí. Nosotros en la Fundación hicimos los Premios Guapa, por ejemplo, para que el mundo sepa de la enfermedad. Se premia a empresas y a la superación de las personas. Este año estaban Mayra Gómez Kemp, que se lo dimos, María Teresa Campos, Encarna Salazar, Lolita… A veces quiero abarcar demasiado pero no tengo todo el tiempo del mundo.

¿Cómo lleva Juan Ramón vuestro poco tiempo?

Pues como puede porque tenemos horarios complicados. Cenamos juntos, sacamos a los perros... Los fines de semana disfrutamos como pareja. Tiene que haber mucho amor y mucha compenetración para que eso no se erosione.

¿Estás puesta en la vida social o ya te has perdido?

(Risas). Pues no sé yo.

Sabes que Pe ha tenido un niño y ha sido criticada por hacerlo fuera de España.

No sabía que la habían criticado pero puede dar a luz donde quiera. A veces mezclamos información social con otras cosas. Tú me lo preguntas como vida social pero no siempre es así.

¿Cómo ves la televisión? Tú trabajaste en ella en su día.

Disfruté mucho con ella. Hoy la veo poco porque no tengo tiempo pero no me gustan muchas cosas de las que veo, ni la facilidad para la crítica fácil desde un plató de televisión sin conocer a las personas. Parece que están bajo la cama de otros. Hacer daño a las personas es muy duro. Todos tenemos cosas malas en 24 horas, a ver quién aguanta eso. La televisión magnifica las cosas más pequeñas.

Para lo bueno y para lo malo, porque la televisión también hace de cosas simples sensaciones enormes y positivas para la gente que nos sigue. Es un medio que nos acerca.

Sí. Me gusta estos días por ejemplo ver en la tele Madrid fusión…

¿En casa cocinas tú?

Sí. El fin de semana intentamos cocinar los dos. Me encantan los guisos, los platos de cuchara y la presentación.

Un cocido fusión…

Sí, organizar el compango, los garbanzos y todo en una fuente bonita, poner una buena mesa, unas velas. Casi siempre cocino con el teléfono en la mano, “mamá que ponías tú en…”.

Me han dicho que eres adicta a internet… a las redes sociales…

(Sonríe). Tanto como adicta no. Lo uso a nivel trabajo, a nivel personal no me hago. En un viaje familiar en coche no entiendo que cada uno vaya con su tecnología. Me niego. Les obligo a jugar a palabras encadenadas, al veo veo… Me niego a caer en ese enganche.

¿Qué es lo próximo en tu mente y tu corazón?

Estamos en el momento de entrega de becas, viene Elsa Pataky a entregarlas con nosotros, tenemos Valladolid sonríe, un maravilloso proyecto cultural... Caminos de teatro y comerciales para ayudar a la lucha contra el cáncer… Proyectos como unas planchas de pelo con las que sacamos fondos para crear becas. Dinero de los ciudadanos que vuelve a los ciudadanos.

Vamos a cerrar el círculo de esta entrevista, como los de la vida, por el sitio por el que empezamos. Te dije que pusieras piedras o flores en este camino, dijiste que flores…

Porque las piedras ya se ponen solas en la vida.

Las piedras también pueden ser cimientos. El día que no estés, que se cierre tu círculo, te recordarán siempre con sonrisas.

Que tengan forma de corazones, que me encantan. (Risas).

Hoy penden en tus orejas…

Y en los lacitos de mi fundación, que les damos una puntada para que sean en forma de corazón.

Que vaya todo muy bien Sandra Ibarra. Ha sido un placer.

Muchas gracias, Nacho, es muy importante que personas como vosotros os intereséis por estas charlas, también a través de lo divino. (Risa).

Me mira a los ojos, siempre sonriendo, se pierde un segundo en su bolso y saca un lazo naranja en forma de corazón. “Te voy a condecorar”. Y me condecora, con el esfuerzo de una Fundación que lleva, horas, sentimientos y médula de vida. Al salir, en Madrid ya no llueve. Será para recibirla.

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