"Llegará el día en que la desigualdad sólo se estudiará en los libros"

divinity.es 09/01/2015 11:25

Seguimos estando de acuerdo. Y entiendo tu hartazgo y el de tantas otras mujeres. Tenéis que desechar el sentimiento de culpa y apartar de un plumazo a quien pretenda haceros sentir así.

Yo también puedo contar con los dedos de una mano las entrevistas en las que me han preguntado directamente por mi paternidad, soy yo el que suele introducir el tema de forma premeditada. Pocas veces me han preguntado ¿cómo compaginas tu trabajo y la paternidad? Tampoco me preguntan si me planteo dejar el trabajo por ser padre o si me siento culpable por no poder estar más tiempo al lado de mis hijos.

NO. A nosotros no nos hacen esas preguntas, ni nos critican, ni nos cuestionan por hacer nuestro trabajo.

Yo fui reportero de guerra en diferentes conflictos. Estuve en unas cuantas guerras y nunca nadie se planteó si yo era un mal padre por ello, por arriesgar mi vida teniendo un hijo pequeño en casa. Yo sí me lo planteaba íntimamente, pero eso es otra cosa.

Hubo ocasiones en que mi pequeño, sólo tenía un hijo entonces, pudo quedar huérfano, me la jugué muchas veces y mis colegas me consideraron valeroso por ello, era para todos un aguerrido reportero no un mal padre.

Yo, como te decía, sí empecé a sentir que algo no encajaba, que no merecía la pena arriesgar tanto teniendo a mi hijo esperando mi regreso.

Trabajé al lado de compañeras tan valientes como yo o más. Algunas, muy pocas, eran madres, y es cierto que para muchos lo que hacían era una temeridad, algo antinatural, y pensaban que quien las esperaba en casa era, seguramente, todo un 'calzonazos'. ¿Cómo puede tolerar un hombre que la madre de sus hijos se vaya a la guerra dejándolos solos?

Casi todo es más duro para vosotras, también en esos escenarios terribles.

Y os seguirán preguntando por vuestra condición de mamás con segundas o terceras, os seguirán juzgando y haciendo sentir culpables. Esa es una de vuestras grandes batallas.

Ni más fuertes ni menos fuertes, ni más ni menos temerarias, ni más ni menos irresponsables, ni más valientes ni menos valientes, ni más sensibles ni menos sensibles, ni más ni menos que los hombres, ni más ni menos que las mujeres, y así volvemos a la palabra clave: IGUALDAD.

Busquemos ser simplemente personas, personas libres e íntegras en una sociedad más equilibrada, justa e igualitaria.

Llegará el día, Carme, en que todo esto de la desigualdad ya no tenga sentido. Estoy seguro. Llegará el día en que nos parecerá un asunto inverosímil, inconcebible. Llegará el día en que las mujeres ya no tendréis que reivindicar nada pues habréis conseguido todo, todo lo que siempre debisteis tener.

Llegará el día en que todos los días serán vuestros días. Días no para vivirlos subyugadas sino respetadas, valoradas, disfrutando al fin de una verdadera igualdad. Llegará el día en que los hombres sabremos sentir y vivir como las mujeres y las mujeres sentir y vivir como los hombres.

Sentiremos de verdad la empatía que nos una, pues será objetivamente lo mismo ser una cosa u otra por encima de cuanto nos distinga. Y tendremos los mismos derechos y las mismas oportunidades y el mismo trato y las mismas obligaciones y libertades, similares anhelos. Llegará el día en que los malditos y furibundos 'machos' dejen de existir. Serán solo un mal recuerdo olvidado, una anomalía, una rareza de la especie, una errata que alguna vez existió.

Solo habrá entonces mujeres y hombres, hombres y mujeres, seres humanos. Llegará el día en que la indispensable lucha feminista será solo materia de estudio en los libros de historia. Llegará el día en que la auténtica paridad, la equivalencia, la igualdad, no serán incompatibles con nuestras diferencias esenciales, con todo lo que hace distintos sin menospreciar a ninguna de las partes.

Nos deleitaremos entonces en esos gozosos contrastes que nos llevan a desearnos, a enamorarnos, a respetarnos, a complementarnos y completarnos y completar un mundo en el que cabrán con absoluta normalidad todos los sexos, ¡todos los sexos!, también los que distinguen a los gays y a las lesbianas.

Todo cabe en este raro mundo, todo menos el desprecio, el menosprecio, la prepotencia, la arrogancia, la chulería y la ignominia de esos machos que, escudándose en siglos de brutalidad y fuerza, en su brutal ignorancia y su brutal falta de escrúpulos, han pretendido siempre avasallar a las hembras, apartarlas, pisotearlas, hacer de ellas seres sumisos y entregados.

Llegará el día Carme en que todo esto nos parecerá una extraña pesadilla, un íncubo absurdo, y nos costará creer que un día fue cierto. Llegará el día en que las mujeres ocuparán todos los lugares que siempre han merecido, como madres, como trabajadoras, como seres humanos. Queda mucho, muchísimo por conseguir. La lucha será aun larga, muy larga. El desenlace dependerá de cada una de vosotras y de cada uno de nosotros. Pero llegará el día...

Y tal vez ese día, tantos hombres puedan al fin desprenderse de la pesada carga de culpa e indignidad que arrastran tras miles de años ejerciendo desprecios, ofensas y ultrajes...