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Una madre de acogida desde hace 15 años: "Nos ha cambiado la forma de ver la vida"

Unas niñas dibujan la manera diversa en la que se construyen las familias
Unas niñas dibujan la manera diversa en la que se construyen las familiasCortesía ASEAF
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A Carmen Dourado la revelación le llegó en un hospital. Estaba allí como trabajadora social, justo cuando se acababa de reincorporar de su baja de maternidad, para acompañar a una mujer que iba a dar en adopción a un bebé. “No paraba de pensar en quién iba a recibir al bebé”, apunta. Así que preguntó cómo funcionaba el proceso y descubrió que la recién nacida iba a pasar un tiempo —ocho semanas, quizás más— con una familia de acogida antes de pasar a la adopción.

Dourado reconoce que, incluso a pesar de su profesión, no conocía muy bien la acogida. No había trabajado ese terreno. Como civil, pasó a informarse, averiguar más y descubrir cómo funcionaba. Su propia familia se acabó convirtiendo en acogedora y hoy es la directora de la Asociación galega de familias de acollida, Acougo.

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Desde ahí confirma que ahora mismo “no hay tantas familias como debería”. “Hacen falta”, suma Pedro Pérez, presidente de la Asociación Estatal de Acogimiento Familiar (ASEAF). Ahora mismo, ASEAF calcula que hay 17.000 menores que viven en centros de acogida, puesto que no hay familias suficientes. “En España somos número uno en solidaridad en un montón de cosas”, apunta Charo Morales, secretaria de ASEAF, pero en esto estamos “los últimos”.

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Posiblemente, no ayuda que a pie de calle pensemos que el de los niños y niñas necesitados de un hogar es un problema lejano en el tiempo o en la geografía. Pérez confirma que no hay familias suficientes “por desconocimiento de que el acogimiento es una necesidad”. De hecho, cuenta una anécdota muy ilustrativa: la última vez que hablaron en el Congreso con los políticos sobre este tema vieron que, salvo quienes desempeñaban funciones en la rama social, los otros tenían poco o nulo conocimiento del tema.

Y, cuando empezó la guerra en Ucrania, muchas personas mostraban interés por acoger a niños y niñas refugiados y hasta a familias, algo que Pérez reconoce que está muy bien y es encomiable, pero que “tenemos en España niños que nos necesitan”. No hace falta esperar a las crisis humanitarias en otros países para ser solidarios.

La experiencia de Morales, madre de acogida

Su mujer y él llevan desde 2010 haciendo acogimiento. “Los dos venimos de una sensibilidad social”, indica. Su mujer es trabajadora social y “lo vio”. Desde entonces, han acogido a niños en situación de urgencia, que tienen una fecha más o menos marcada de salida, y a otros de forma permanente. Pérez no romantiza el proceso y habla de los retos diarios que supone, pero concluye que compensa. “Esto aporta conocimiento. Recibes más de lo que das”, asegura.

Nos ha cambiado la forma de ver la vida, las prioridades, y ves lo que otros necesitan”, suma Morales, madre de acogida desde hace 15 años y que llegó desde el voluntariado. “Te obliga a vivir en abierto” y a ver una realidad que no necesariamente tiene que ser la propia. “No hay mayor satisfacción que ayudar a un niño a ser feliz”, añade.

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Para solventar esa falta de familias de acogida, desde este entorno hablan de la importancia de hacer campañas, de divulgar sobre el tema y de dar a conocer la realidad y las necesidades de estos niñas y niños. “No puedes hacer algo que no conoces”, recuerda Dourado.

Este tipo de acciones ayudan a evitar el miedo —que, como explica esta madre de acogida “paraliza mucho”— y a deshacer tópicos. Como apunta Morales, el desconocimiento hace que a veces se confundan conceptos, como el de menores en desamparo con menores en centros tutelados.

Que es el acogimiento

Pero ¿qué hace exactamente una familia de acogida? El acogimiento tiene un proceso diferente al de la adopción, en el que la familia de origen renuncia a la custodia del menor.

El acogimiento ofrece, como sintetiza Pérez, “una familia alternativa”. Es algo que, en realidad, “se lleva haciendo toda la vida”, recuerda. Antes se hacía de forma informal, cuando vecinas, familiares o amigos de los padres se hacían cargo de los niños y las niñas. En todo caso, siempre ocurre cuando, por una razón o por otra, los padres y madres de estos menores no pueden hacerse cargo de su cuidado.

El proceso puede ser urgente (por un tiempo limitado), temporal (que puede llegar a dos años, el tiempo que se le da a la familia de origen para que arregle su vida y recupere al niño) o permanente. En este último caso, la diferencia con la adopción está en la filiación y la relación con la familia de nacimiento, ya que se mantiene la identidad de origen y el contacto en la medida de lo posible.

Por qué es importante

La importancia de las familias de acogida se entiende cuando se observan los derechos de las niñas y niños. Tienen, recuerda Dourado, el derecho a crecer en familia, puesto que “el ser humano no crece y no se desarrolla en un entorno institucional”. Las fuentes coinciden en puntualizar que no se trata de que los profesionales de los centros de acogida hagan un mal trabajo, sino que, por muy profesionales que sean y por muy bien que lo hagan, hay cosas que solo se aprenden y se viven en un entorno familiar.

Igualmente, la ley reconoce el derecho de la infancia a una familia. Incluso, hay un pacto de Estado de 2022 en el que las comunidades autónomas (que tienen transferida esta responsabilidad) se comprometieron a que ninguna persona menor de 6 años estaría en un centro. Es algo que no se está cumpliendo. Aun así, desde las organizaciones recuerdan que es importante tener presente que esto “afecta a todas las edades” y que no solo los más pequeños necesitan la acogida.

Quién puede ser familia de acogida

“Cualquier persona comprometida con un niño puede ser familia de acogida”, explica Morales. “Lo único que necesitan es tener ganas e inquietud para ayudarlos”, suma Pérez. Una persona adulta que pase un proceso de idoneidad puede convertirse en acogedora y, como recuerda Dourado, “no hay un formato de familia estándar”. Si en la sociedad encontramos todo tipo de combinaciones familiares, lo mismo vale para las de acogida. Eso sí, un punto importante es que “ese núcleo familiar tiene que estar de acuerdo y pasar el proceso juntos”, afirma. Todos deben aceptarlo y prepararse para ellos.

Igual de importante es tener presente que esto no va de maternidades o paternidades deseadas, que no es un antídoto ante las frustradas. Igual que con la adopción, esto va de los derechos de los niños y las niñas: es una medida de protección de la infancia. Los que son los sujetos de derecho son los más pequeños. Quizás por eso no sorprende que uno de los primeros consejos que da Dourado antes de lanzarse a la acogida es el de apartarse del adultocentrismo y comprender que niños y niñas son ciudadanos y tienen derechos. La infancia “no solo es el futuro” también el presente, suma.

Y, quizás, también cabe recordar que, igual que cualquiera puede ser familia acogedora, cualquiera puede acabar siendo la que necesite la acogida. Un cúmulo de mala suerte y cualquiera familia puede necesitar ayuda. Morales lo confirma: lo ha visto.

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El camino hacia la acogida

Finalmente, los expertos recomiendan formarse, conocer de qué va esto y luego tomar la decisión. Las asociaciones de familias de acogida están más que dispuestas a compartir testimonios y explicar sus experiencias con todas aquellas personas que se lo planteen. Incluso, existen ya fórmulas intermedias que permiten lanzarse con red. Pérez habla de la acogida escolar, que permite a niños y niñas pasar únicamente el curso escolar en casa con una familia.

Por otro lado, Dourado trae un tema importante, el económico. Por ejemplo, ahora en Galicia reciben solo 11 euros al día para la manutención y gastos de los menores acogidos. “El dinero no puede ser un motivo para acoger”, señala Dourado, pero tampoco debería serlo para no hacerlo. Al fin y al cabo, esto puede llevar a que solo se puedan convertir en familias de acogida aquellas que se lo pueden permitir, un riesgo ya que reduce la diversidad. Si la sociedad es diversa, las personas acogedoras deberían serlo también.