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Cada vez que llega el Día del Padre o el Día de la Madre muchos niños preguntan por qué ellos no tienen su propia celebración. Lo cierto es que el Día del Niño sí que existe y se celebra en todo el mundo, pero en vez de revestirse de un halo comercial y contar con un origen religioso, pagano, tradicional o costumbrista pone el foco de atención en el respeto de los derechos del niño.
En 1918, cuando finalizó la Primera Guerra Mundial, Eglantyne Jebb tenía 40 años. Esta mujer, que había nacido en una pequeña localidad entre Liverpool y Birmingham, fue una precursora y una adelantada a su tiempo. Tuvo la suerte de poner estudiar desde 1895 a 1898 en Lady Margaret Hall, el primer college para mujeres fundado en 1878 en Oxford y que hoy forma parte de su Universidad.
Al término de la contienda, Eglantyne Jebb estaba realmente preocupada por el sufrimiento de los niños, muchos de los cuales habían quedado huérfanos, estaban desamparados y hambrientos y eran refugiados de guerra. Tal fue su empeño en defender a los más pequeños que fundó la organización Save the Children. Unos años más tarde, esta entidad se sumó a la Cruz Roja para elaborar la Primera Declaración de los Derechos del Niño.
En 1924 Eglantyne asistió a la convención de la Sociedad de Naciones en Ginebra y presentó la Declaración ante los líderes mundiales. Al año siguiente, el texto fue adoptado por la ONU y empezó a tenerse en cuenta la realidad de los niños a nivel internacional, sin importar su procedencia o lugar de nacimiento. En 1959 la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas modificó ese documento inicial y aprobó la Declaración de Principios Universales del Niño.
El texto no tuvo un carácter vinculante hasta 1989 cuando fue ratificado finalmente un 20 de noviembre; la Asamblea General de la ONU proclamó y adoptó la Convención sobre los Derechos del Niño donde “se establecen los derechos básicos de todos los niños y las niñas, pero también las obligaciones de los Estados, de los poderes públicos, de los padres, de las madres y de la sociedad en su conjunto para garantizar el respeto de esos derechos”.
Los objetivos de la celebración del Día del Niño es que se recuerde en todos los países del mundo que los niños tienen derecho a la salud, a la educación y a la protección, sin tener en cuenta el lugar donde hayan nacido. Tal como dicta la Declaración, cualquier niño tiene derecho a vivir, a tener una familia, a recibir educación, a creer en una religión, a la salud, al amor, a una identidad y a un nombre.
A lo largo y ancho del planeta, hay demasiadas regiones donde los niños no viven en condiciones saludables, no tienen un techo donde resguardarse, no pueden alimentarse ni tienen acceso al agua, no están escolarizados y sufren la devastación de las catástrofes naturales y las terribles consecuencias de los conflictos armados y de las guerras. Del mismo modo, se sigue obligando a miles de niñas menores de 18 años a contraer matrimonio en contra de su voluntad.
La Declaración de los Derechos del Niño fue firmada en la Organización de Naciones Unidas con 195 Estados firmantes, entre ellos España, ese 20 de noviembre de 1989 de modo que se proclamó tal fecha como el Día Mundial de la Infancia o del Niño. A pesar de ello, se dejó en manos de cada Estado la elección del propio aniversario. De este modo, en España se escogió el 15 de abril. A su vez, en la Comunidad de Madrid, se conmemora el Día del Niño el segundo domingo de mayo.
La mejor forma de celebrar el Día del Niño es sensibilizando a la sociedad de la vulneración que sufren a diario los derechos de los niños. Así, como adulto se les debe hacer saber el papel que tienen y demostrarles el amor que se les profesa. Por supuesto que se les puede hacer un regalo pero es probable que les guste más que su día se transforme en una jornada especial y diferente. Todas esas experiencias positivas y gratificantes que los niños pasan con sus adultos de referencia quedarán grabadas en su memoria para siempre.