Cuarenta y cuatro años de Príncipe dan para mucho. Hemos pasado sin apenas darnos cuenta del niño arrubiado que hacía suspirar a las madres de todo el país, al joven piloto de la transición y, después, al maduro navegante en Mallorca de la madurez. Sin embargo, hay momentos puntuales que macan el paso del tiempo con punzón, como los Juegos Olímpicos. Ahí es donde uno se la juega.
Entre el público de la final de baloncesto de Gasol, Rudy, Navarro y compañía, Felipe saltaba con cada triple, acompañado de su madre y su mujer, Letizia Ortiz. Los tres habían dejado Marivent por un rato para apoyar a la selección contra Estados Unidos. En una de las poses de perfil, entre saludos y sonrisas, Felipe dejaba constancia gracias a su camiseta ceñida roja y amarilla que sigue estando en forma... pero no tanto como en Barcelona.
Aquel muchacho de 24 años, con cuadraditos en el abdomen y leve tupé rubio, se ha transformado en un padre de familia que sigue cultivando porte, pero no tersura. Y es que el tiempo no perdona y los cuerpos evolucionan a su ritmo. Habrá que espera a ver cómo avanza en ¿Madrid 2020?