Liberal y liberada, cañera, diva, auténtica y canalla. María Jiménez es mucho más que una grande del cante. María es la única rock star del flamenco. Solo así se entiende su éxito. Su genio y su temperamento de artista la llevaron a hacer un quiebro a su destino como chica de servicio y la subieron a los escenarios con apenas 15 años. Su descaro y su atrevimiento le hicieron presentarse al propietario de 'Villa Rosa', una taberna flamenca de Las Ramblas. Su arte hizo el resto. María improvisó unas canciones y fue contratada. No había marcha atrás. "Ya no soy chacha, ahora soy artista", se dijo María ese día.
Y así fue. Pronto comenzó a cosechar cierta fama y ni siquiera el estigma de convertirse en madre soltera en 1968 frenó su carrera. "Es que yo fui la primera feminista de España, ¡de las primeras madres solteras que dieron la cara en público! Pero lo viví bien. Trabajaba mucho para mantener a mi hija. Mi hija era mi gran motivo, mi motor. Entonces no se hablaba nada de feminismo. No se decía la palabra", decía hace unos años en una entrevista. Poco le importaban ya entonces las habladurías. Y es que María, era una adelantada a su tiempo. Tras dar a luz a su hija Rocío y dejarla con sus padres, cogió la maleta y puso rumbo a Madrid para convertirse en una de las estrellas del tablao Las Brujas.
Su arrolladora presencia y su fuerza sobre el escenario pusieron patas arriba más de un tablao y le hicieron ganarse una merecida fama. Su nombre comenzó a ser muy conocido entre los amantes del flamenco de la época y se ganó su nombre de guerra. María pasó a ser 'La Pipa'. Había alcanzado el éxito. "Escuchándola cantar, me recuerda el aroma de una cachimba", dijo de ella Emilio Romero, director del diario 'Pueblo' y artífice del mote que la acompañaría en estos primeros años de carrera
Hablar de María Jiménez es hablar de una mujer empoderada y revolucionaria y una artista sin límites. Decían de ella que cantaba más con la entrepierna que con la garganta y se movía por el escenario con una sensualidad nunca vista antes en el flamenco. El momento histórico le favorecía. La sociedad española, tras 40 años de dictadura, pedía un cambio y quería respirar libertad (y por qué no decirlo sexo). Y María Jiménez fue a la música lo que el destape al cine. Sus letras rompían con los convencionalismos y ella se presentaba en los escenarios como una mujer salvaje, erótica y fuerte. "Yo tenía siempre la lengua más larga, la falda más corta y la raja más abierta de la falda", dijo la artista, que con su carácter supo (y pudo) esquivar la censura impuesta en nuestro país en ese momento. Según cuentan, en aquella época un censor le dijo a José María Íñigo que la artista no podía salir en pantalla con una abertura en la falda que dejaba el muslo al aire. Sin embargo, ni el presentador ni el censor se atrevieron a enfrentarse a ella y finalmente esa noche toda España estuvo pendiente de María y su falda.
Su aspecto de mujer fatal la convirtió en un mito erótico en la España del postfranquismo y la transición. María ya era una estrella y comenzó a codearse con cantantes, actores e incluso la alta sociedad. Fue entonces cuando conoció a Pepe Sancho, que por aquel entonces era uno de los rostros más conocidos del país debido a su papel de 'El estudiante' en la mítica serie 'Curro Jiménez'.
La pareja contrajo matrimonio el 1 de julio de 1980. Pepe dio sus apellidos a Rocío, la hija de María y en 1983 dieron la bienvenida a su primer hijo en común, Alejandro. En el 84 se separaron pero tras la muerte de su hija mayor en un accidente de tráfico volvieron a casarse. "Yo necesitaba a Pepe en ese momento, me quedé destrozada", reconoció años después.
Comienza ahí su particular descenso a los infiernos con una relación tormentosa que saltó por los aires en 2002. Justo un año después de volver a saborear las mieles del éxito gracias a su colaboración con 'La cabra mecánica' en el tema 'La lista de la compra', María pone punto y final a la relación acusando al actor de malos tratos. Nuevamente, María demuestra su fortaleza y su empoderamiento y no se calla. La artista habla alto y claro y pone el foco sobre la violencia de género. "Era a diario. Una convivencia envenenada no la aguantaba ya más". Estalla el escándalo y durante años el cruce de acusaciones entre ellos no cesa. Años más tarde, María reconocía que había intentado salir de ese infierno y pedido ayuda a través de la música, pero no encontró el apoyo que necesitaba. "Yo pedía socorro en los textos de mis canciones, pedía ayuda pero nadie me escuchaba. No se daban cuenta".
María Jiménez salió del infierno e hizo más suyo que nunca el gran éxito 'Se acabó', todo un himno feminista que publicó en 1978. El tema, tan de actualidad tras el movimiento con el mismo nombre nacido a raíz del polémico beso de Rubiales a Jenni Hermoso, habla de una relación tóxica y cómo empezar una nueva vida tras pasar página. Algo impensable en la época. Este tema, escrito por José Ruiz Venegas, se ha convertido, a la postre, en la mejor de las biografías. Una canción desgarradora que refleja a la perfección la dura realidad vivida al lado de Pepe Sancho, pero que también es un canto a la esperanza para todas aquellas mujeres que pasan por una situación similar. María Jiménez, una mujer de raza, pudo, a pesar del miedo, salir del pozo tras muchos años de silencio. "Desahuciada en el olvido y después de luchar contra la muerte, empecé a recuperarme un poco y olvidé. Todo lo que te quería y ahora ya mi mundo es otro", dice en el estribillo de la canción.
El divorcio de Pepe Sancho coincide con el resurgir de María. Lanza entonces 'Donde más duele: María Jiménez canta por Sabina', un disco que dejará una de las imágenes más reconocibles de la artista, vestida con plumas de pavo real.
Arranca entonces su segunda etapa de esplendor profesional. El disco alcanzó las 600.000 copias vendidas y se convirtió en un éxito sin precedentes en la carrera de la artista. María Jiménez había alcanzado la madurez y reconquistó a un público que llevaba años sin saber de ella. Había vuelto la mujer indomable, provocadora, irresistible y brava.