Por qué todos aman a George Valentín

Alba Peguero 19/01/2012 11:02

¿Puede un galán de los años 20 conquistar al público del 2012? Desde luego que puede, y George Valentin es la prueba de ello. El protagonista de ‘The artist’ se está haciendo un hueco en los anales de la historia del cine gracias a sus virtudes, ya casi olvidadas para los donjuanes contemporáneos, que deben plantearse una renovación o, visto lo visto, casi echar la vista atrás.

Una estética que podría considerarse de un viejuno caduco, con bigotillo de hormigas y pelo engominado para atrás

, recordando en muchas ocasiones al atractivo de Clark Gable, vuelve a nuestras vidas 90 años después.

Pero el secreto no está realmente en la imagen, como se suele decir -más como cumplido que como irrefutable verdad en la mayoría de las ocasiones-, la belleza está en el interior. George Valentín rezuma carisma, y eso siempre es una garantía de triunfo. Con una espléndida sonrisa y una simpatía innata, la estrella baila, interpreta, gesticula, pero no habla, ni falta que le hace. Él es duro cuando toca serlo, adorable por momentos, pero sobre todo camaleónico y lleno de talento, una cualidad que recupera la figura del ‘french-lover’, conquistador nato.

Pero detrás de todas esas virtudes está Jean Dujardin, el actor francés al que ya han bautizado en su tierra patria como ‘el nuevo Jean Paul Belmondo’ que, gracias a su papel protagonista en ‘The Artist’, se hizo con la Palma de Oro del Festival de Cannes, ha ganado un Globo de Oro y ahora opta al Premio Bafta (del Oscar todavía no podemos hablar, pero tiempo al tiempo). Además, Dujardin es profeta en su Francia por una historia de amor que traspasó los dominios de la pequeña pantalla.

Para conocer a mejor a Jean Dujardin podríamos repasar su carrera cinematográfica y descubrir que se trata del rey del mimetismo y la metamorfosis, capaz de enfrentarse a cualquier papel, con especial éxito los personajes más cómicos gracias a su expresividad facial (¡cómo mueve las cejas este hombre!). Descubriríamos que se convirtió en el James Bond francés en ‘OSS 117’, se transformó en un surfero rubiales al que le habría ido mucho mejor de vivir en Californiasurfero rubiales al que le habría ido mucho mejor de vivir en California, y no en la costa sureña de Niza, en ‘Brice de Nice’, pero nos vamos a centrar en el papel que le dio la fama.

‘Un gars, une fille’ (‘Un chico y una chica’), una serie de 486 episodios de menos de 7 minutos cada uno que, de 1999 a 2003, contó la historia de una pareja en la cotidianeidad del día a día. Con sus nombres cariñosos, Chouchou y Loulou –los equivalentes franceses a nuestros ‘churri’ y ‘cari’-, Alexandra Lamy y Jean Dujardin se convirtieron en la pareja televisiva por excelencia en el país.

Cuando anunciaron el final de la serie, la sociedad, conmocionada, se resistía a comenzar a ver a los actores por separado. Por eso, cuando casi coincidiendo con el último capítulo, saltó a los medios la noticia de que tanto Jean como Alexandra habían roto con sus respectivas parejas para comenzar una relación juntos, esta vez traspasando las fronteras de la pequeña pantalla, para los franceses se convirtió en una especie de secuela que continuaba en la vida real. Pongamos, como ejemplo nacional para entender la magnitud de los hechos, que termina 'Cuéntame' y nuestros Imanol Arias y Ana Duato terminan en boda.

Tras seis años de noviazgo, el 25 de julio de 2009, se dieron el ‘si quiero’ en el ayuntamiento de Anduze.

Y hasta hoy, inseparables. En los últimos meses les hemos visto posando de photocall en photocall por los festivales de cine. Y a Alexandra, cada vez que él recoge un premio, con su móvil en una mano, grabando el discurso de su marido, mientras se seca las lágrimas con la otra.

Ella tiene una niña, Chloé, fruto de su relación con el actor Thomas Jouannet, y él es padre de dos niños, Simon (11 años) y Jules (10 años), de su anterior matrimonio con Gaëlle. “Alexandra es lo mejor que me ha pasado. Es un descubrimiento excepcional que solo ocurre una vez en la vida”, dice un Dujardin enamorado, y es que jugar al marido y la mujer durante tanto tiempo al final terminó haciéndose real.