Cumple trece años la princesa Leonor y se estrena, como ya hiciese en su día su padre, el rey Felipe VI, en un acto oficial con lectura institucional de la Constitución. Todas la miradas estaban centradas en esos escasos minutos de una oratoria que no ha provocado sorpresas en absoluto. Ella sabía lo que leñía y lo ha hecho con la templanza ensayada de una princesa y la naturalidad y tono de voz de una niña, que lo que es.
En primera fila la reina, pero antes que reina hoy una madre orgullosa, como esas madres que van a la función del cole y apluden enérgicas hasta que les duelen las palmas de las manos si es preciso. En gris, menos azul que Leonor, más aséptico porque hoy la protagonista no es ella aunque todos la escruten.
En primera fila también, al lado de la reina Letizia, la infanta Sofía. Su rojo encendido parecía un guiño para que no pasase desapercibida en un acto en el que nada tenía ella de protagonismo salvo ser la hermana de…
ACIERTOS
1. La princesa de Asturias. Su sencillo vestido azul grisáceo, su melena natural con raya, su ausencia de elementos llamativos de color o atrezzos que distraigan la atención de su cometido. Su seguridad. Pero también su frescura infantil a pesar de todo lo oficial e histórico del acto en sí.
2. La reina Letizia. Su dos piezas de chaqueta y falda tableada en gris antracita, fondo de su armario y del que tira a menudo. Protagonista en la sombra por su alarde y sus sonrisas emocionadas de madre orgullosa.
3. La infanta Sofía, su vestido topo con abrigo capelina en rojo. Más llamativa que su hermana, quizá para compensar protagonimos.
4. El rey y su habitual pulcritud con los sastres. Ya podían añprender algunos políticos.
5. El vestido abrigo en rosa cuarzo de Ana Pastor. Más que correcto.
6. La alcaldesa de Madrid es una señora que siempre va apropiada a las citas institucionales. Y además siempre sonríe.
ERRORES
En la casa real era casi seguro que no habría errores en el protocolo de moda, en el protocolo institucional se daba más que por hecho. Y así fue. Todo correcto.
En la clase política podrían haberse dado errores de manual y hasta estridencias, de hecho se suelen dar en este tipo de actos tan serios y matutinos. Pero esta vez, más allá de los gustos, los políticos aprobaron.
Si rizásemos el rizo, y sin que sea un error, habría que pedir a algunos dirigentes, empezando por el presidente, que se rascasen el bolsillo para hacerse un par de sastres básicos a la medida. No es cuestión de lujos sino de pulcritud.