Paula Bonet, la ilustradora nostálgica: "Todo mi universo está en este libro"
En este libro hay música. Fuerza. Hay literatura. Cine. Timidez. Franqueza. Amor. Despedidas. Comienzos. Y también ilustración de la buena. Paula Bonet acaba de lanzar su esperado primer volumen de dibujos y textos, todo a tinta china, grafito y acuarela. Se titula 'Qué hacer cuando en la pantalla aparece The End'. Y ella está contenta. Mucho. "Todo mi universo se concentra aquí", nos cuenta orgullosa en una esquina de la galería de arte madrileña donde va a presentarlo, con exposición incluida. Hablamos con esta ex profesora de instituto que lo dejó todo para dibujar, amante de la soledad y el caos, y todo un fenómeno fan de los pinceles.
Cada vez llega más gente y ella los mira, rodeada de sus cuadros, con coloretes rojos, como suele retratar a los personajes apasionados y tímidos al mismo tiempo. Abre mucho los ojos porque, dice, no esperaba esta acogida tan calurosa. Y repite la idea: “cuando veo mi libro, siento que soy yo". Leiva está comprándolo. También Maxim Huerta. A Christina Rosenvinge, la chica rockera que compara sus dibujos con los de Frida y otras retratistas con carácter, se lo mandó ella misma cuando supo que iba a presentárselo y la conexión fue inmediata. “Soy de la 'generación chas' y la admiro mucho", asegura Bonet.
En la vida de Paula han pasado muchas cosas en los últimos dos años, el tiempo que lleva instalada en Barcelona. Dejó su puesto fijo como profesora en un instituto valenciano y se lanzó a dedicarse de lleno a pintar. Primero triunfó el boca a oreja entre un público mayoritariamente femenino (y la parte masculina que no comete el error de reducir su arte a ilustración de chicas para chicas). Luego, sus características ilustraciones aparecieron en autobuses, murales y eventos publicitarios. Ahora es casi un fenómeno fan. Y tiene unos 200.000 seguidores en redes.
La editorial Lunwerg vio su potencial y le propuso crear un libro. Iba a ser algo menos ambicioso, pero ella propuso "cuarenta o cincuenta relatos" el último año lo ha dedicado a escribir en clave autobiográfica y a dibujar a su entorno. A sus amigas, su hermana, sus amigos… Todo, lleno de referencias a la literatura, al cine y a la música. Los textos dejan pinceladas como estas: "No fue la inmensa tristeza, ni el penetrante olor a mar... fue el viento" o "No somos personas frías por falta de sentimientos, sino por abundancia de decepciones".
¿Cómo surgió la idea del libro?
Lunwerg me ofreció recrear mi universo en un libro y la verdad es que fue un regalo. Me dijeron: ‘queremos que esto cuando esté publicado seas tú’. Y eso he intentado. Ha sido un camino precioso.
¿Cuál es el hilo conductor?
Hay muchos finales pero también muchos principios. No es un libro sobre el duelo, ni el desamor. Como la cita de Bolaño que abre el libro: de pronto todo fue un caos de espacios, palabras, silencios… todo enredado entre sí. El hilo podría ser la vida misma.
Además de ilustrar, esta es la primera vez que te has lanzado a escribir…
Sí, es como más cómoda me siento, apoyando textos e imágenes. He intentado que sea cincuenta y cincuenta por ciento. Que una cosa descanse sobre la otra y al revés. No son ni ilustraciones explicadas ni textos ilustrados.
¿Cuánto hay de autobiográfico?
Casi todo. Hay mucha autobiografía, pero está muy novelada y me he tomado muchas licencias. Y solo está mi versión de los hechos. Incluso las historias que no son mías, solo por el hecho de haberlas elegido, al final te retratas.