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Análisis

El cambio radical de actitud de Letizia en público, analizado por Concha Calleja: "Ya no es una reina distante"

La reina ahora abraza intensamente, acuna niños y es mucho más cercana: analizamos los cambios de actitudRoyals, por Concha Calleja
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Durante años, Letizia fue la reina de la distancia justa. Impecable, seria, medida. Su presencia era elegante, sí, pero difícilmente cercana. Ni siquiera en los momentos más emocionales —una tragedia, una celebración— parecía salirse del guion. Hasta hace poco.

Desde hace unos meses, algo ha cambiado. Y no es un gesto puntual, sino una secuencia de pequeños movimientos estratégicos. Letizia sonríe más, habla más con la gente, improvisa con naturalidad y, de vez en cuando, incluso toca. Un abrazo aquí, una risa allá, una mirada directa a los ojos de quien se acerca. La pregunta es inevitable: ¿por qué ahora?

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Hay quien lo atribuye a una transformación personal. Otros, a una lectura perfecta del momento que atraviesa la institución. La monarquía española, como tantas veces en su historia reciente, está en modo contención. Felipe VI ha optado por la sobriedad extrema. La princesa Leonor, en pleno entrenamiento institucional, aún no puede asumir el peso simbólico que muchos le atribuyen. En ese vacío, aparece Letizia. Renovada, útil, emocional.

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Ya no es la reina distante. Es la mujer que se agacha a hablar con niños, que escucha con atención, que elogia en voz alta, que responde sin leer. En una entrega de premios, deslizó un comentario tecnológico inesperado. En un acto con mujeres víctimas de violencia, ofreció un abrazo. En otra ocasión, rió de buena gana cuando alguien le dijo que estaba más guapa en persona. Letizia no desmiente. Sonríe. A veces, incluso, agradece.

Pero no conviene engañarse. Nada en ella ha sido nunca improvisado. La reina no da un paso sin saber qué proyecta. Y esa es, quizá, la clave de esta nueva etapa: la cercanía no sustituye a la estrategia. La incorpora.

No es la primera en hacerlo. Diana de Gales convirtió el contacto humano en su arma más poderosa. Máxima de Holanda y Mary de Dinamarca lo cultivan con naturalidad. Kate Middleton lo ensaya desde hace años. Letizia, en cambio, ha elegido el momento exacto para desplegarlo: justo cuando su figura parecía agotada para algunos, y demasiado rígida para otros.

¿Cambio auténtico o guión bien ejecutado? Tal vez ambas cosas. Lo cierto es que esta Letizia que sonríe y abraza tiene un objetivo claro: no ser solo la reina de Felipe. Ser también, y por méritos propios, la imagen visible de una monarquía que necesita desesperadamente una narrativa nueva.

Y si hay algo que Letizia sabe hacer, es contar historias.

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