Carisma, taconeo y cante: Manuel Reyes Maya, el Michael Jackson de nuestro flamenco

Paloma Concejero 24/05/2018 18:13

Conocí a Manuel Reyes Maya en los años 90, trabajando en un documental sobre las audiciones del Ballet Nacional de España. Con el guión cerrado, entré a tomar un refrigerio en un bar frente a los primeros estudios de danza Amor de Dios. Ahí estaba él. Con su bolsa de baile al hombro. Recién duchado y oliendo a colonia Nenuco.

Era tal el magnetismo que desprendía que me aventuré a preguntarle si también participaba en las audiciones. Su respuesta afirmativa me hizo cambiar de planes y convertirle, para bendición del programa, en su principal protagonista.

¡Mucho ha llovido! Por entonces, yo ni siquiera sabía que el pequeño Manuel ya había recorrido el mundo entre los 8 y los 14 años, con esa misma compañía, en el papel de uno de los hijos de Medea; junto a su hermano Antonio y su primo Joaquín Cortés.

"Yo veía bailar a mi tío Cristóbal Reyes, a mi hermano Antonio, a mi primo Joaquín... Me contaban historias de sus giras, de sus cosas y muy chiquitillo le dije a mi madre que quería dedicarme a esto", me cuenta Manuel.

Bailó en 'Carmen', de Saura

Tardaría todavía unos cuantos años más en descubrir que había actuado como figurante en la película 'Carmen' de Carlos Saura que protagonizaron Antonio Gades y Laura Del Sol. Una secuencia rodada también en la escuela Amor de Dios en la que aparece, además, el guitarrista Paco De Lucía.

"Terminamos de rodar y cuando llegó la hora de pagar, la bailaora María Pagés, que también estaba, dijo ¿pero por qué le vais a dar al niño mil quinientas pesetas si todo el mundo cobra tres mil (18 euros)? ¡Que lleva aquí todo el día! Y gracias a María Pagés, cobré tres mil pesetas. Hice un canutillo con los tres billetes, lo metí en la funda de los palillos y salí corriendo calle abajo gritando: ¡mira, mamá!¡Mira los dineros que me han dado! Fue la primera vez que me pagaron por bailar".

A Manuel siempre le ha gustado hablar en presente, con los pies bien plantados en el estudio. En un escenario. Sobre puntas. O tacón. Como uno de los artistas más carismáticos que ha dado el baile de este país. Y 'amor a primera vista' fue también lo que debió experimentar al verle el prestigioso coreógrafo Peter Schaufuss que le ofreció llevarle al Real Danish Ballet.

De Murcia, a Dinamarca

"A los 19 años yo estaba en el ballet de Murcia con Merche Esmeralda y también bailaba clásico. Una noche, estaba Peter Schaufuss y dijo ese chiquito tiene algo especial, me gustaría llevármelo a mi compañía. Pero yo pensaba ¡yo no me puedo ir solo a Dinamarca, que allí hace mucho frío! ¡En aquella época, los potajes de arroz con habichuelas de mi madre me importaban mucho más! A mí ya me tiraba mucho el flamenco y no me veía haciendo sólo zapatilla".

Y así le he ido viendo crecer como artista al 'Michael Jackson de nuestro flamenco' que desliza sus pasos con mimo y fiereza. Haciendo que lo muy difícil parezca lo más fácil. Un día acudí a un estudio de grabación para poner el sonido de mis pies en el disco del músico Flavio Rodrígues.

Al terminar la sesión, le pregunté al ingeniero de sonido José Luis Garrido si podía eliminar todas mis respiraciones -fruto de mi esfuerzo al bailar- ¡De ningún modo pienso hacer eso! – me contestó- ¿Tú has escuchado a Michael Jackson? Esos sonidos son el calderillo que está cocinando en tu interior, la búsqueda de tus rincones. Lo más auténtico".

Tengo que aclarar que José Luis Garrido ha trabajado con todos los grandes del flamenco como Camarón De la Isla o Vicente Amigo. ¿Cómo no iba a reconocer el talento singular de Manuel Reyes? Ese que bulle en lo profundo, lejos de florituras y adornos, en un derroche de flamencura y clase.

Baila en Madrid ahora

Después de pasar muchos años cobijado en la enseñanza y viajando de Helsinki a París, de México D.F a Nueva York, Manuel Reyes vuelve a los escenarios con 'Tan solo'. Será el próximo 29 de Mayo en el Teatro Fernán Gómez dentro del Festival Flamenco Madrid.

"En el fondo siempre he sido un gran tímido. Sufrí un poco ese síndrome de una persona que despunta mucho de jovencito pero luego se hace mayor y deja de ser el niño gracioso que destacaba. Me alejé de los focos, me encerré y me centré en estudiar. Aunque no he dejado de bailar ¡ni un solo día de mi vida!".

Porque este oficio tiene tanto de fatiga y soledad como de largas noches de gloria y de ambas está granada la historia de Manuel. Ahora toca volver a poner en pié a los madrileños después de conseguirlo, muchas veces, en teatros de todo el mundo. Parece que ya le estoy viendo sobre las tablas. Y siento su respiración pero no la del público, replegada en un hondísimo silencio. Percute su bota. Y manda el quejío desde su garganta. Porque Manuel baila y canta. Y toca el saxo, a veces. Y siempre, lo llena todo con su soniquete.

"Ser flamenco aunque suene a tópico es una forma de vivir. Cuando me siento incómodo o triste me meto un ratito a bailar. Yo solo. En un estudio. Y si las cosas me salen más o menos como yo quiero entonces ¡es terapéutico! ¡Te limpia, te limpia!".