La tranquila y perfecta vida de Ferit se viene abajo de la noche a la mañana. Su hermana y su cuñado fallecen en un accidente en el que también resultan herido su sobrino y su madre. La familia queda destrozada. Deniz no es capaz de asimilar lo sucedido mientras que el pequeño Bulut se convierte en un niño irascible que está enfadado con el mundo. Nadie es capaz de calmarle ante la pérdida de sus padres, se niega a comer, a tomar la medicación y es incapaz de llorar y sacar su sentimientos.
La situación es realmente dramática. Y Nazli sufre en la distancia por Bulut, con el que mantiene una relación muy especial desde que le conoció en casa de Ferit. Tras varios días y después de asistir al entierro de sus padres se decide a acudir al hospital.
El recibimiento no es el esperado. Ferit la invita a marcharse pero el pequeño interviene y Nazli se quedará junto a él. Unas galletas caseras y un tierno abrazo conseguirán lo que nadie de la familia ha conseguido, que Bulut rompa a llorar por la muerte de sus padres. La escena emociona Ferit que a través de Engin le agradecen lo que ha hecho.