Johanna Manzanaro, antes de su éxito en redes sociales: "Viví una infancia que ninguna niña debería vivir jamás"

Hablamos con Johanna Manzanaro, la influencer de un millón de seguidores que el pasado mes de octubre se casó con Alfonso Bayón
La empresaria se sincera sobre su pasado, su matrimonio, su maternidad y su reciente paso por la alfombra roja de Cannes
Johanna Manzanaro tenía 16 años cuando empezó a trabajar en televisión. Fue copresentadora de programas como Sorpresa, Sorpresa, con Isabel Gemio, y participó en series con la famosa Ana Obregón. Sin embargo, unos años más tarde sus padres la necesitaban y tuvo que dejar todo para cuidar de ellos y retomar el negocio familiar. Se casó, tuvo dos hijas y un vídeo bailando en casa con su hija Martina, la pequeña, se convirtió en el punto de partida de una carrera en redes sociales.
Con un público que alcanza un millón de seguidores en Instagram y unos meses después de celebrar su mediática boda llena de rostros conocidos, hablamos con Johanna Manzanaro sobre su pasado, sus inicios en redes y su reciente paso por la alfombra roja de Cannes.
¿Cómo fueron tus inicios en el mundo de las redes sociales?
Fue todo absolutamente casual. Un día, jugando en casa, grabé un vídeo con mi hija pequeña, Martina, bailando una coreografía de La familia Addams. Fue uno de esos momentos familiares que no planeas pero que te llenan el alma. Al terminar, mi hija mayor, Triana, me dijo: “Mamá, por favor, no se te ocurra subir esto. Nadie lo va a ver”. Pero algo dentro de mí me animó a hacerlo. Lo subí sin grandes expectativas… y el impacto fue brutal. El vídeo se volvió viral y ahí supe que algo había cambiado. Fue el punto de partida. Me motivó tanto la acogida y el cariño recibido, que empecé a crear contenido con más intención. Nunca imaginé que ese momento tan simple se convertiría en el inicio de algo tan bonito.

Antes de las redes, ¿a qué te dedicabas?
Mi vida antes de las redes fue todo menos fácil. Desde muy niña me vi obligada a trabajar y asumir responsabilidades que no le corresponden a una niña. No voy a entrar en detalles, porque ni es el lugar ni tengo intención de abrir heridas que aún están ahí, pero sí puedo decir que viví una infancia que ninguna niña debería vivir jamás. Y eso marca. Te rompe en mil partes… pero también te enseña a reconstruirte.
Con el tiempo, ese dolor se transformó en fuerza. Aprendí a luchar, a proteger a los míos, a levantarme sola una y otra vez.
A los 16 años empecé en televisión, fui copresentadora en programas como Sorpresa, Sorpresa con Isabel Gemio, participé en series junto a Ana Obregón, Antonio Resines… Entré también en el mundo de la música de la mano de Juan Carlos Calderón, un genio que creyó en mí y me abrió puertas que parecían sueños: grabar un disco con Emilio Estefan en Miami, formar parte de la primera edición de Operación Triunfo…
Pero una vez más, la vida me puso ante una decisión: mis padres me necesitaban, y dejé todo para cuidar de ellos y retomar el negocio familiar.
Años después estudié decoración de interiores, me acerqué al mundo de la moda —que siempre ha sido una pasión profunda— y seguí caminando, con cicatrices, sí, pero con una determinación que solo se entiende cuando has conocido la oscuridad de cerca.
¿Fue decisión propia hacer ese cambio profesional?
Totalmente. Llegó un momento en el que sentí que había cumplido muchos roles, pero me faltaba uno: el de expresarme sin filtros, siendo yo. Las redes me ofrecieron eso. No fue un cambio improvisado, sino el resultado de muchas vivencias. Decidí darme la oportunidad de mostrar mi esencia, mi día a día, mis valores. Y lo hice convencida de que nunca es tarde para reinventarse si lo haces desde la verdad. Fue una decisión consciente, valiente y tremendamente liberadora.

¿Consideras que el mundo de las redes sociales es más exigente al ser mujer?
Sin duda hay una presión añadida cuando eres mujer: sobre cómo te ves, cómo hablas, cómo envejeces o incluso cómo crías a tus hijos. Pero yo he elegido mostrarme tal cual soy. Sin escaparates. Sin personajes. Soy una mujer con principios, optimista, con gran sentido del humor, natural, y creo que precisamente eso es lo que conecta. En mi caso, nunca he intentado aparentar nada. No me maquillo para gustar si no para gustarme a mi. Estoy orgullosa de mis cicatrices, de mi historia y de lo que represento.
Creo que cuando una mujer se muestra con verdad, eso traspasa cualquier estándar. Y esa es mi apuesta diaria.
¿Te dio en algún momento miedo cambiar radicalmente de trabajo teniendo más de 40 años?
Para nada. Siempre he sido muy segura de mí misma, y he afrontado cada etapa con determinación. No me asusta empezar de cero ni asumir riesgos si detrás hay pasión y propósito. El miedo nunca ha tenido sitio en mi vida. Lo que sí ha estado presente es la convicción de que todo se logra con esfuerzo, perseverancia y verdad. Tenía claro que, si ponía el alma, los resultados llegarían. Y así ha sido.
Tus redes están enfocadas a lifestyle. ¿Qué trucos darías a las mujeres en cuanto a estilo de vida?
Mi primer consejo es que vivan como quieran, que se atrevan a ser quienes son. Que no cedan su libertad por la opinión de nadie. Que no se exijan perfección, sino autenticidad.
El estilo de vida no se trata de lo que se ve por fuera, sino de lo que se siente por dentro. Que se cuiden, que se prioricen, que se rodeen de gente luminosa, y sobre todo, que sean felices sin hacer daño a nadie. Cada mujer debe ser libre de escribir su propia historia, sin miedo y con mucha dignidad.

¿Cuál es tu rutina de belleza? ¿Tienes algún truco que quieras compartir?
Mi mayor truco es dormir bien aunque no siempre lo consigo… beber mucha agua y mira que me cuesta.. y no perder la alegría. La belleza empieza por dentro. Me gusta cuidar mi piel con productos naturales, uso cremas que realmente me nutren y no me obsesiono con cubrir imperfecciones aunque las intento mejorar sinceramente. Lo que más valoro hoy es el equilibrio: entre cuerpo, mente y espíritu.
Y si tuviera que dar un consejo: ríete, cuídate con cariño, y nunca te olvides de mirarte con los mismos ojos con los que miras a las personas que amas.
¿Les gusta a tus hijas que seas influencer? ¿Te gustaría que siguieran tus pasos? ¿Te da miedo exponerlas?
Mis hijas me apoyan muchísimo. Me dan ideas, me graban, opinan… pero siempre digo que mi mayor apoyo en esta aventura ha sido Alfonso, mi marido.
Ellas respetan y entienden lo que hago. Y aunque no creo que sigan mis pasos, lo único que deseo para ellas es que sean felices, que vivan con libertad, sin hacerse daño y sin dañar a nadie.
Respecto a exponerlas, soy muy prudente. Las redes son una ventana sin filtros, y al ser menores, me siento aún más responsable. Siempre intento proteger su intimidad, porque lo más valioso que tienen es su infancia y su privacidad.
Has formado parte de la alfombra roja de Cannes. ¿Cómo ha sido la experiencia?
Sinceramente, aún me cuesta creerlo. Fue un sueño. Recibir la invitación oficial de la organización ya fue un regalo, pero vivirlo desde dentro fue indescriptible.
Pude conocer a personas a las que admiro desde siempre, como Robert de Niro —que fue de una amabilidad desbordante— o ver a Tom Cruise, que irradia una energía magnética. Estar allí, rodeada de talento, historia del cine y glamour, fue una experiencia que me marcó profundamente.
Pero lo más bonito fue representar a todas las mujeres que, como yo, se reinventan cada día, que luchan, que sueñan, que no se rinden. Fue un homenaje silencioso a todas ellas.
Te casaste en octubre. ¿Cómo recuerdas ese día?
Lo recuerdo como el día más mágico de mi vida. Aunque llevamos muchos años casados por lo civil, Alfonso y yo teníamos pendiente lo que para nosotros era lo más importante: casarnos por la Iglesia.
Somos muy creyentes y queríamos sellar nuestra unión ante Dios, con toda la profundidad y simbolismo que eso implica. Fue un día lleno de amor, de emociones a flor de piel, de agradecimiento. Sentí una felicidad tan plena que me acompaña hasta hoy. Fue nuestro verdadero “sí, para siempre”.

¿Sentiste presión al organizarla?
Organizar una boda así, con tantas emociones y detalles, no es fácil. Pero cuando lo haces con tanta ilusión, todo fluye mejor. Contamos con grandes profesionales que nos ayudaron muchísimo, y eso fue clave para disfrutar del proceso.
A pesar del poco tiempo, logramos hacer algo precioso. Cada elección tenía sentido. Fue una celebración íntima, pero llena de luz, de alma y de momentos inolvidables.
Fueron muchos rostros conocidos al enlace. ¿De dónde surgen esos vínculos? ¿Me contarías alguna anécdota de la boda?
Fue una boda muy especial y llena de amor, y eso se notó también en las personas que nos acompañaron. Muchos de los que asistieron son amigos de toda la vida, vínculos que han surgido de experiencias compartidas, de momentos intensos, de respeto y cariño mutuo. Es verdad que entre ellos había caras conocidas, pero para mí no lo son por lo mediático, sino por el papel tan humano y sincero que han jugado en mi historia.
Una anécdota que siempre recordaré —y que aún nos saca una sonrisa— es que lancé mi ramo directamente en manos de Makoke. Fue un momento divertidísimo, espontáneo, muy de película. Y lo más curioso es que poco tiempo después anunció su boda. ¡Parece que el ramo llevaba un mensaje claro!
Ese día fue una fiesta del alma. No por el glamour, sino por la calidad de los abrazos, por las lágrimas de emoción, por la energía que se respiraba. Una celebración que no olvidaremos jamás.

Dar el paso de casarse es una decisión importante. ¿Cuál fue el motivo de pasar por el altar?
Unir nuestras vidas ante Dios. Somos personas de fe, y sentíamos profundamente que nuestra historia necesitaba ese sello espiritual, ese compromiso sagrado que va más allá del vínculo civil.
Nos mueve el amor, sí, pero también la fe, la gratitud por todo lo que hemos vivido juntos, y el deseo de seguir caminando como un solo corazón. Fue una forma de renovar nuestras promesas, de mirarnos de nuevo a los ojos y decirnos: “Sí, te elijo, para siempre”.
Has demostrado conseguir todo lo que te propones. ¿Qué pasos te faltan por dar en lo personal y en lo profesional?
Muchísimos. Siento que estoy en el comienzo de una nueva etapa llena de oportunidades y aprendizajes. Me falta seguir creciendo cada día como mujer, como madre, como profesional. Me falta seguir rodeándome de personas que me inspiren, seguir construyendo desde el amor y la verdad, seguir aprendiendo de los mejores.
En lo profesional, me gustaría explorar nuevos formatos, abrir puertas en medios tradicionales, quizás televisión, seguir colaborando con marcas que compartan mis valores y, sobre todo, dejar una huella positiva.
En lo personal, mi mayor reto es seguir cuidando a los míos, seguir fortaleciendo mi matrimonio, acompañar a mis hijas en su camino, y vivir cada día con propósito.
Al final, lo más importante no es llegar, es mantenerse fiel a quien eres. Y en eso sigo… caminando, agradeciendo, soñando. Porque aún me queda mucha vida por vivir.