Hiba Abouk o la mujer árabe moderna

Esther L. Calderón/ Foto: Javier Cortés 04/03/2014 12:54

El padre de Abouk, un economista tunecino de genes libios, llegó a Madrid con su esposa y sus tres hijos (dos varones y una chica) poco antes de que Hiba naciese. La familia había vivido ya en otras capitales europeas y sabía bien lo complejo que es conjugar el modo de estar en el mundo del que llega con la galaxia en la que aterriza. El velo, con las tiendas de Gran Vía. El tratamiento del cuerpo, con la televisión. El árabe, con el idioma en el que los niños hacen los deberes. El súper de abajo, con el frigorífico 'halal' de casa.

Este mismo choque de trenes han sufrido los cerca de 1.7 millones de musulmanes que residen en España (3.6% del total de habitantes del país), la mayoría residentes en Cataluña, según un estudio del Observatorio Andalusí del año pasado. La escasa visibilidad de la mujer también se retrata en las estadísticas, sobre todo por omisión: se hace casi imposible encontrar investigaciones sobre su presencia. Y mucho menos sobre su influencia.

[[QUOTE1: Mis padres no querían que fuese actriz. Ahora mi padre está muy orgulloso, pero mi madre es más tradicional...]]

Hiba Abouk ha tenido claro este conflicto identitario desde niña. Es más, sabe que ha configurado muchos de los rasgos de su personalidad, como su "espíritu reivindicativo, tolerancia y fuerza pasional", según nos cuenta. Aunque ahora lo vive como "lo más bonito que me ha podido pasar", gran parte de su energía, sobre todo en la adolescencia, la época más dura para ella, la invirtió en aprender a gestionarlo lo mejor posible. Aún así, tuvo que irse de casa a los 18 años para cumplir su sueño de convertirse en actriz.

"Con mis padres cambio el chip y listo", explica a Divinity.es en su camerino de 'El Príncipe', donde no faltan los vestidos con escote, el maquillaje y diferentes zapatos de tacón. "No es lo mismo cuando hablo con la madre de una amiga que con la mía. Les adoro, pero ellos se han criado en otro mundo y bastante tienen con haberse amoldado e ir abriéndose como para que encima venga la hija de turno a intentar inculcarles algo", añade esta actriz de 27 años, que estudió en el Liceo Francés y habla cinco idiomas.

[[QUOTE1: Les conté que en 'El Príncipe' había alguna escena en la que salgo desnuda y mi madre se quedó como bloqueada]]

El "respeto y la comunicación" parecen ser clave las claves en todo este asunto. Hiba repite esas dos palabras a menudo durante nuestra charla. Parecen ser un escudo y un arma al mismo tiempo. Pero la teoría es más fácil que la práctica, sobre todo en el seno de una familia con relaciones muy jerárquicas. De cualquier familia, en realidad. "La reacción de mis padres fue malísima cuando les dije que quería ser actriz. Ahora tampoco les hace gracia… pero una tiene que luchar por sus sueños. Y demostrar que se puede ser muy feliz cumpliéndolos. Ahora mi padre está súper orgulloso y mi madre es la que es un poquito más tradicional. Actualmente, licenciada en Arte Dramático y habiendo estudiado filología árabe, todavía me dice que por qué no estudié una ingeniería. Aunque eso también le pasa a compañeras actrices con familias tradicionales católicas de la Mancha", puntualiza.

El cuerpo y la relación con él es una de las principales fuentes de conflicto para la mujer árabe moderna. Sobre todo en profesiones como la suya. Qué se puede mostrar y qué no, cuáles son los límites y qué implica sobrepasarlos. Le preguntamos por este punto. Piensa un segundo y clava los ojos azules para responder: "Esta Nochebuena estuve cenando con mi familia y les conté que en ‘El Príncipe’ había alguna escena en la que salgo desnuda… y mi madre se quedó como bloqueada. Soy la pequeña y la única que se ha ido… y para mí ya no hay tabúes. Pero el desnudo, por ejemplo, sigue siendo un tabú en casa. El día que mi padre vea la serie no estaré con él para no verle la cara… no se me ocurre. Y no lo hablaremos más. En cosas así sí que hay mucho respeto mutuo. Yo con que me dejen libre, que es lo que les pedí hace tiempo y lo que me dieron… lo demás ya me lo gestiono yo".

[[QUOTE1: Bebo cañitas y como jamón: no sigo a rajatabla una tradición]]

La joven Hiba apostó por su independencia, pero no todas las mujeres árabes y/o musulmanas tienen fuerzas. O quieren hacerlo. Le pasa a Fátima, su personaje en 'El Príncipe', que debe elegir entre su prometido, alguien a quien su familia ve un marido ideal, y el hombre del que se ha enamorado, un policía cristiano. Lo mismo sucede en el terreno profesional. El acceso a la educación y al mundo del trabajo no siempre son fáciles en ambientes cerrados con leyes morales y sociales muy impermeables.

"Hablé con chicas del barrio de Ceuta para preparar la sensación de espacio claustrofóbico: si sales de allí, ten por cuenta que no vas a volver. Significa romper son tu familia, con tu entorno… y eso es muy duro. Fátima, mi personaje, lo tiene marcado en la piel. Y yo también. Ella tiene ese ansia de cambiar las cosas, pero en el fondo no está cambiando. Es una profesora en un centro cívico que enseña a los chavales a no meterse en drogas, pero ella misma sigue viviendo en la misma casa que su hermano narcotraficante... no siempre se tienen fuerzas para sacrificar tanto", explica.

[[QUOTE1: No me gusta hablar de religión]]

Otros detalles que construyen a Fátima los ha incorporado de su propia infancia. Y de los viajes a Túnez de cada verano. Con sus primas del otro lado del Mediterráneo aprendió a ponerse el velo con delicadeza, sus tías le enseñaron cómo tratar con respeto a los mayores y su madre le transmitió la receta del cuscús y del tajím. Todos esos detalles forman parte de su identidad como mujer árabe. Pero también las cañas por La Latina, las relaciones con chicos (entre ellos, Hugo Silva, de quien no ha querido hablar), el jamoncito rico y el flamenco en las playas de Cádiz, dos de sus pasiones. Hiba lo integra todo.

-¿Puedo preguntarte si eres religiosa?

-Puedes preguntarme, pero no voy a contestar. No me gusta hablar de religión.

-¿Digamos que no sigues a rajatabla las normas religiosas?

-No, no sigo a rajatabla una tradición. Como jamón y tomo cañitas. Dentro de que en mi casa y Túnez no haga nada de esto. La mezcla es muy enriquecedora. Allí soy la madrileña y aquí la tunecina, pero ya estoy más que acostumbrada. De hecho, se ha convertido en mi mejor arma. Y lo llevo muy bien porque gestiono fácilmente el respeto hacia el otro. Si mi madre es de una manera, pues la respeto. Si mi amiga de es otra manera, pues también la respeto.

-¿Con qué tópicos te encuentras?

En España si eres árabe, eres marroquí. Puedes ser libio, tunecino, sirio, argelino… en fin. Además, por ser tunecina no tengo por qué ser musulmana. ¿Qué tendrá que ver una nacionalidad con una religión?

-¿Velo sí o velo no?

Tolerancia. Velo sí… si la persona lo quiere llevar.

-La corriente en contra viene a decir que no se sabe cuándo alguien lo quiere llevar o es obligada a llevarlo…

[[QUOTE1: ¿Velo? Tolerancia. Velo sí… si la persona lo quiere llevar libremente]]

Eso es otro tema. No simplifiquemos tanto. Hablemos entonces de conocer las condiciones concretas de esa mujer. Si la obligan, soy la primera que no quiere. Pero si quiere, que lo lleve. Tengo una prima en Túnez que llevó durante un par de años velo. Es licenciada en Bellas Artes y doctorada en París, quiero decir, que es un perfil abierto y viajado, y lo llevó un par de años porque le apetecía.

-¿Fue quizá una reivindicación?

Es que cuando prohíbes algo, llevas al otro a reafirmarlo. En algunos círculos es un modo de reivindicar los derechos de vivir la religión. Por eso es muy importante el respeto, el entender al otro.

¿Tú llevas velo?

No, jamás. Una cosa de la estoy en contra radicalmente es el burka. Ahí me da igual la religión y me da igual todo. Es denigrante.

¿Presentas a tus parejas a tu familia?

Eso es demasiado personal, preferiría no hablar de ello.

¿Cómo se puede hacer para que la situación de la mujer árabe mejore?

[[QUOTE1: Hacen falta referentes, mujeres que digan que sí se puede]]

Habría que cambiar la estructura de raíz, pero eso es muy difícil. Hacen falta referentes, mujeres que digan que sí, que sí, que se puede y no pasa nada. No por seguir tu camino te van a repudiar y te van a dar ochenta latigazos. Gran parte de mi motivación para ser actriz nació para hablar de las carencias y los sentimientos de la mujer árabe desde el teatro y el cine. Para ello pensé que tendría que estudiar la raíz, la lengua y la literatura árabe, y lo compaginé con arte dramático. Me pasé la adolescencia leyendo obras de escritoras francófonas. Y sí, claro que sí, claro que se puede.

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