“Es raro mirarte al espejo, porque son 37 años con la misma cara”, explicaba Paola Olmedo en ‘Tardear’. La cirugía maxilofacial a la que sometió la empresaria es un proceso complejo y duro, en el que se reconstruye toda la mitad inferior del rostro, dientes incluidos. No en vano, la cirugía duró siete horas.
El cambio no solo afecta al plano físico, sino también al psicológico. Pilar Sarabia, socia fundadora de PsiqAT y psicóloga sanitaria, nos da la clave: “Un cambio físico, incluso cuando lo hemos deseado durante mucho tiempo, puede generar una sensación de extrañeza al mirarnos en el espejo. Nuestro cerebro está acostumbrado a reconocer una imagen concreta como ‘nosotros mismos’, y cuando esta cambia, puede llevar un tiempo ajustarnos”.
Pilar ha tratado con numerosos pacientes que deseaban un cambio o que lo han sufrido, bien por voluntad propia, como Paola, bien por procesos médicos de distinta índole. “En consulta he visto casos de personas que, tras una cirugía estética, han experimentado una especie de desconexión con su nueva imagen”, comenta. “En algunos casos, puede aparecer lo que llamamos ‘disonancia de la autoimagen’, donde la mente tarda en aceptar que ese nuevo aspecto sigue siendo parte de la persona”. Esta disonancia hace que sea frecuente el acompañamiento psicológico en este tipo de procesos, que son especialmente complejos en cirugías de reafirmación de género. “Incluso cuando el cambio es positivo y esperado, el proceso de adaptación puede ser desafiante. A veces surge ansiedad o miedo a la percepción social”, explica.
Sarabia añade otra clave a este tipo de procesos: “Cuando alguien se somete a una transformación física tiene la expectativa de que todo en su vida va a cambiar automáticamente”, lo cual puede llevar, dice, a una decepción si dichas expectativas no se cumplen del todo.
Pero no todas las personas que van a vivir un cambio físico tienen por qué precisar acompañamiento psicológico. La experta de PsiqAT especifica en qué casos suele ser más necesario: si la cirugía está motivada por inseguridades profundas o una constante insatisfacción con la imagen, pensando que con esa transformación su no aceptación desaparecerá; cuando se duda si hacer o no esa cirugía, o si se hace por presión social o agradar a otros, algo muy influido, indica, por los estándares de belleza y las redes sociales; si hay antecedentes de ansiedad, depresión o trastornos relacionados con la imagen, como el trastorno dismórfico corporal (que, indica la experta, pueden no aceptar totalmente su imagen aunque haya mejorado algún rasgo físico); cuando las expectativas sobre los cambios son poco realistas (creen que su vida social o afectiva cambiará con la cirugía); y, por último, y Sarabia incide especialmente en ello, en cirugías de reafirmación de género, donde el acompañamiento psicológico es clave “no solo para ayudar en la adaptación a la nueva imagen, sino también para gestionar la ansiedad social y el impacto emocional del cambio”.
Cuando tomamos la decisión de someternos a una cirugía para modificar nuestra imagen, ¿cómo asumir esa transformación? Pilar Sarabia da algunos consejos:
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