Es uno de los chefs más influyentes del mundo. Ha sido nombrado 'Persona del Año' por la revista Time, ha cocinado para expresidentes de Estados Unidos, lidera una ONG que da de comer en zonas de conflicto y catástrofes naturales, y ha revolucionado la percepción global de la cocina española. Sin embargo, José Andrés, el chef asturiano universal, tiene un lugar al que siempre vuelve. No es Nueva York, ni Washington, ni Madrid. Es Mieres, el pueblo minero de Asturias donde nació y donde, entre montañas y carbón, comenzó a formarse su relación con los fogones, la generosidad y el amor por la comida como acto social.
“Todo lo que soy empezó en Asturias”, ha repetido en múltiples entrevistas. Y Mieres, su pueblo natal, es más que un simple punto en el mapa. Es un lugar que encapsula la dureza del trabajo, la calidez de la comunidad y la riqueza de una tradición culinaria que él ha sabido llevar al mundo sin perder la esencia.
Situado a apenas 20 kilómetros de Oviedo, Mieres del Camino —como lo conocen los locales— es uno de los grandes nombres del pasado industrial de España. Durante más de un siglo, fue el corazón de la cuenca minera asturiana, hogar de miles de trabajadores del carbón que moldearon no solo el paisaje, sino también crearon un estilo de vida en el que la solidaridad y el esfuerzo son dos de sus pilares clave.
Aunque hoy las minas han cerrado, el legado sigue muy presente, pues antiguas instalaciones se han convertido en espacios culturales, como por ejemplo el Pozu Espinos o el Museo de la Minería y la Industria, que ayudan a comprender la importancia que tuvo este territorio para el desarrollo del país. Además, Mieres también conserva su arquitectura industrial, sus cuarteles obreros, y un urbanismo que mezcla pasado y presente en equilibrio.
No todo es carbón, el tapeo es su otro punto fuerte. Y como no podía ser menos, no puede faltar el ritual de la sidra. José Andrés, que ha llevado los sabores españoles a ciudades como Las Vegas o Miami, no esconde que su debilidad sigue siendo una buena mesa asturiana, con su sidra bien escanciada y unas tapas sencillas pero llenas de carácter.
Es más, en el centro de Mieres, frente al Ayuntamiento, se encuentra uno de sus rincones favoritos: La Consistorial, una sidrería que resume todo lo que el chef admira de su tierra. Aquí, entre barriles de sidra natural, se sirven platos tradicionales como los tortos con picadillo, el queso Cabrales con membrillo, el chorizo a la sidra o la clásica fabada asturiana. Sin artificios. Cocina de verdad, con ingredientes locales y recetas heredadas.
“Aquí está mi memoria gustativa”, ha dicho José Andrés. Y no es difícil entender por qué. En Mieres, la gastronomía no es solo comida: es historia, conversación, sobremesa, y pertenencia.
Visitar Mieres hoy es recorrer una Asturias diferente, con carácter. Los jueves, el mercadillo semanal llena las calles de vida. Las sidrerías —o "chigres", como se llaman aquí— se animan desde el mediodía hasta bien entrada la noche. Los paseos junto al río Caudal o las rutas por el Valle de Turón conectan al viajero con una naturaleza que poco a poco va reclamando los espacios industriales del pasado.
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