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Cerrar todos los centros educativos del país fue, seguramente, la gran primera medida del gobierno para afrontar la expansión del Covid-19. Una medida de gran alcance (aún quedaban muchas por venir) ya que suponía que cerca de 10 millones de estudiantes de todas las edades se quedaban sin clase, en principio para dos semanas. Esa resolución nos ayudó a tomar conciencia de lo que estaba por venir, porque ya suponía un descalabro en todos los sentidos para millones de familias.
Quién se iba a ocupar de los niños mientras los padres y madres están trabajando (aún íbamos a trabajar) o cómo podrían afectar esas dos semanas sin clase a los alumnos que, por ejemplo, tuvieran que presentarse a selectividad este año, fueron algunas de las principales cuestiones que empezaron a flotar en el aire. Pero la situación ha ido variando con los días (en casi todos los aspectos), y el plazo de dos semanas de cuarentena ya ha quedado atrás sin que veamos aún el fin, los progenitores ya están teletrabajando en casa (los que han podido) atendiendo a sus hijos y sus deberes, y los de cursos superiores, como secundaria y universidad continúan en la mayoría de los casos la formación vía online.
Todos nos hemos subido al mismo carro para no detener la formación académica de los estudiantes: los centros improvisando con rapidez cómo impartir las materias de todo tipo a distancia, los alumnos creando disciplinas de trabajo en casa a las que no estaban acostumbrados, y los padres y madres repartiendo su tiempo entre las obligaciones laborales, los deberes que les obligan a convertirse en profesores y la gestión familiar que necesita esta situación de confinamiento.
Llevamos parte del camino andado, pero no vemos cercano el fin de la situación, por lo que ya empiezan a resonar, cada vez con más fuerza, preguntas de todo tipo acerca de cómo va a afectar realmente la gestión de esta pandemia al curso escolar de nuestros hijos. Para aquellos padres que tienen niños pequeños el problema es menor, ya que los objetivos curriculares son mínimos y pueden alcanzarse en casa de manera casi natural con actividades que haríamos con ellos un fin de semana cualquiera o en vacaciones: jugar, pintar, leer cuentos, hacer manualidades… Pero a partir de cierta edad la cosa se complica, y el futuro parece ser incierto en los próximos meses para esos millones de estudiantes que a día de hoy siguen sin poder ir a clase.
El debate ya está en el aire. Los días pasan y en cualquier momento se tomarán decisiones que definan cuál va a ser el resultado de este curso escolar a causa de esta situación excepcional. Por un momento el Ministerio y las comunidades barajaron la posibilidad de estudiar clausurar el curso escolar este mes de marzo. Pero después recularon, y aún confían en que poco después del 11 de abril, fecha en la que podría terminar el estado de alarma, puedan retomarse las clases presenciales en los centros educativos, aunque no sea de manera inmediata.
Lo cierto es que, por mucha buena intención que le pongamos, no podemos dar por sentado que a partir de esa fecha se vayan a poder reanudar las clases, por lo que lo único que sabemos de momento es que hay que continuar con el estudio en casa, adaptado a cada nivel educativo y supervisado por cada centro. No nos queda más remedio que esperar una buena evolución del virus para que esto ocurra. Si no es así, habrá que tomar medias. De hecho, ya hay voces que apuntan a continuar con el curso durante una parte importante del verano. Así que, ante todo, mucha calma y no perdamos la confianza en que nuestros estudiantes puedan recuperar la normalidad cuanto antes.
Hasta este año, se realizaban unas pruebas externas durante el mes de abril para evaluar a los estudiantes al final de cada ciclo educativo, esto es en 3º y 6º de Primaria y en 4º de ESO. Pero en estos momentos ya se ha decretado la eliminación de esas pruebas para este curso, y será cada centro el que se encargue, de manera interna, de decidir de qué manera van a evaluar a sus alumnos, algo que hasta este momento solo puede hacerse de manera telemática.
Para los alumnos de FP el problema principal está en las prácticas, que debían ser de 380 o 400 horas dependiendo del grado, y realizarse entre los meses de marzo y junio. Estas prácticas son las que les permiten acceder al mercado laboral con una formación acreditada. Ahora se ha decidido reducir 170 horas a los grados medios y 190 a los superiores, y se ha flexibilizado el plazo para dar por terminadas las prácticas para que pueda exceder el mes de junio.
La Selectividad cuenta ya también con nuevos plazos y condiciones. Si antes la convocatoria terminaba el 19 de junio, ahora se va a celebrar entre el 22 de junio y el 10 de julio, y las inscripciones a las facultades podrán hacerse hasta el 25 de septiembre. También se plantean nuevos modelos de examen que se adapten a la realidad de un alumnado que está preparándose para esta determinante prueba telemáticamente, con las dificultades y limitaciones que eso conlleva.