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Sara Carbonero anunciaba hace unas horas haber sido operada de un cáncer de ovario que le detectaron tras una revisión. La periodista comentó a través de sus redes sociales que “todo había salido muy bien” y, afortunadamente, “pillado muy a tiempo”. Horas después, el hospital Ruber Internacional hacía público un parte médico para explicar que Sara Carbonero “continuará tratamiento médico hasta su completa recuperación”. Según informa la Asociación Española contra el cáncer, este tipo es el sexto más frecuente entre las mujeres. ¿Qué es? ¿Cuáles son sus síntomas? ¿Existen factores de riesgo?
Los ovarios son los órganos reproductivos femeninos. Tienen el tamaño de una avellana y están situados en la pelvis de la mujer. Nuestro organismo está constituido por un conjunto de órganos, los cuales a su vez están formados por células, que se dividen de forma regular con el fin de reemplazar a las envejecidas o muertas y mantener así la integridad y el correcto funcionamiento de los distintos órganos.
Cuando estos mecanismo se alteran en una célula, esa y sus descendientes inician una división incontrolada que con el tiempo dará lugar a un tumor. Si estas células además de crecer sin control adquieren las facultades de invadir tejidos y órganos alrededor y de trasladarse y proliferar en otras partes del organismo (metástasis) se denomina tumor maligno, que es a lo que llamamos cáncer.
No se han conocido factores concretos que induzcan a su aparición pero se han observado algunas circunstancias que pueden influir. La primera de ellas es la edad. Según avanza la edad de una mujer, también avanza el riesgo de padecerlo aunque no es común en aquellas que tienen menos de 40 años. Algunos estudios también observan que las mujeres que han tenido varios hijos tienen menos riesgo que las que no los han tenido. El último posible factor de riesgo tiene relación con los antecedentes familiares. El padecimiento de cáncer de ovario en varios miembros de la familia aumenta el riesgo de padecer esta enfermedad, porque en algunos casos tiene carácter hereditario.
Los más importantes son: Hinchazón o aumento del diámetro abdominal, dolor pélvico o abdominal persistente y dificultad para comer o sensación de plenitud continua. Otros síntomas menos frecuentes pueden ser: necesidad de orinar más frecuentemente, cambios en el hábito intestinal o aparición de naúseas y/o vómitos, dolor de espalda sin causa conocida, cansancio, pérdida o aumento de peso sin causa conocida y sangrado vaginal y alteraciones en el ciclo menstrual.
No en todas las ocasiones estos síntomas acaban produciendo cáncer de ovario. También, en casos específicos, pueden confundirse por trastornos digestivos menores o con enfermedades benignas. Por este motivo es importante consultarlo bien con un médico.
Durante los dos o tres primeros años tras el diagnóstico es aconsejable realizar revisiones cada tres meses. A partir del cuarto y quinto año las revisiones pueden espaciarse un poco más y realizarse cada seis meses. Y finalmente, a partir del quinto año, puede hacerse anualmente. Las pruebas que suelen realizarse son: exploración clínica del paciente, una analítica completa, radiografía de tórax, ecografía abdominal o resonancia magnética y marcador tumoral. Esta última prueba es de gran utilidad y permite al especialista evaluar la evolución de la enfermedad.