Los diez momentos que más nos hicieron llorar de 'Anatomía de Grey'

Cristina Rodríguez @crisrodriz 24/10/2012 13:16

Lágrimas como puños hemos llorado los fans incondicionales de la serie, las diversas situaciones a las que diariamente se enfrentan nuestros doctores no son para menos. Pero lo curioso es que cuántas más desgracias, más nos gusta la serie, y aunque también hay momentos buenos y emotivos, al final preferimos la moraleja de lo difícil. Porque al fin y al cabo, lo que nos gusta de ‘Anatomía de Grey’ es que la realidad siempre supera a la ficción, pero siempre con un final ‘relativamente’ feliz. 100% aplicable la regla del destino, ‘todo pasa por una razón’.

Y es en esa relatividad dónde encontramos los momentos qué más vale la pena disfrutar, porque después de la tormenta siempre llega la calma y ante semejante temporal, en la vida y la ficción, todo indica que la vida será un paseo. He aquí los diez momentos qué mas nos han roto el corazón.

Si supieras que vas a morir…¿a qué o quién dedicarías tu último pensamiento?. Meredith se enfrenta a la muerte con un código negro, una bomba se encuentra alojada en el cuerpo de un hombre y solo las manos de Meredith consiguen impedir su detonación…

Meredith se juega a cara o cruz su vida, y logra salvarse por segundos. En cuánto Derek consigue escaparse del hospital visita a su amante, (ex novia en este entonces) y Meredith confiesa: “Cuando creía que iba a morir sólo pensaba que no podía recordar nuestro último beso”.

La verdadera catarsis del Seattle Grace comienza con Izzie cortando los cables del corazón artificial de Denny, y su posterior muerte. La situación afecta a todo médico y residente del hospital.

Izzie es incapaz de separarse del cuerpo sin vida de su prometido y Álex le susurra: ‘El Denny que conocías ya no está’.

El secreto de Meredith ve la luz en el hospital, su madre no se encuentra de retiro, tiene un Alzheimer avanzado y reside en una clínica especializada. La vulnerabilidad de Meredith queda expuesta y ante el miedo de ver morir a su madre se derrumba en un cuarto de limpieza. “No quiero que mi madre muera sola’. Derek acude corriendo a socorrerla y le ayuda a superar la ansiedad con algo tan fácil como dejarle llorar en su hombro. ( #modosuspiroON)

Toda la vida siguiendo los pasos de tu madre, para que, lejos de complacerla, resultes “demasiado normal”, ¿no es para hincharse a llorar pegado a un bote de litro y medio de helado de chocolate?

Meredith ve como su madre experimenta un cambio en su estado de Alzheimer y durante un día puede ver cómo Ellis Grey está completamente lúcida… y decepcionada. Su vida, sus logros, sus amigos…y su novio. Meredith recibe una bomba informativa, éste es el primero de varios capítulos en los que la vida de la doctora se desmorona por completo.

Un ferry se ha estrellado en Seatle y los internos acuden al lugar del accidente a socorrer a las víctimas. Meredith termina siendo una de ellas cuando cae al agua por accidente, se abandona, deja de luchar…y es rescatada por Derek. Pero los síntomas de hipotermia han hecho demasiado daño a su cuerpo, y aunque los doctores no cesan de reanimarla, nada surte efecto.

Es la primera vez que vemos a Derek llorar, Meredith ya no está en este mundo…Que levante la mano la que no haya soñado alguna vez con un príncipe azul que nos rescate de la tormenta. ( Doble ración de #modosuspiroON)

Derek pierde toda su confianza tras perder a un paciente por un error humano. El jugar a ser Dios le lleva a olvidar sus principios y cae en una profunda crisis de identidad. Meredith va a buscarle de noche a su caravana, se ha ido de casa sin dar explicaciones y ahora se esconde de quién es por miedo a reconocer que se ha equivocado.

Grey intenta convencer a su novio de que vuelva, pero él la echa. Utiliza su anillo de compromiso para ahuyentarla: lo coge, se lo ofrece y lo tira lejos con un bate de béisbol. “Si lo quieres, cógelo”, le dice. Toda declaración de ‘amor con la que sueña una mujer.

Burke deja a Cristina plantada en el altar. La peor pesadilla de muchas cobra vida en el final de la temporada tres, cuando Cristina es rechazada por su prometido: todos sus esfuerzos y concesiones pasan por delante de sus ojos.

Es entonces cuando todas nos sentimos identificadas, y no porque entendamos lo que conlleva un desengaño, sino porque cuando todo se derrumba…Meredith está ahí para desabrocharle el vestido.

Mientras Izzie se debate entre la vida y la muerte, George cruza al otro lado y se despide de su amiga en un metafórico limbo: el ascensor del hospital. (Todo un símbolo para los grey-adictos). Así terminaba la temporada qué más berrinches nos costó. Primero, porque nos quedábamos sin George.

El personaje de T. R. Knight salía por la puerta grande, convertido en héroe anónimo hasta el último momento y segundo, porque si algo hay algo peor que peder a un personaje carismático, es perder a dos. Izzie se recuperaba de una exitosa operación cuando sufre una recaída, y en ese momento álgido, cuando uno ya se piensa que las cosas no pueden ir peor…acaba la temporada con un fundido a negro.

No todos los momentos que más nos hacen llorar en el Seattle Grace tienen que ver con el amor y el desengaño. Uno de los mayores dramones que podemos recordar es el caso del prisionero condenado a muerte que engaña a Meredith para donar sus órganos.

Un asesino de mujeres que antes de morir, vapulea a la doctora y le hace creer que quiere redimir sus pecados, y propone salvarle la vida a un niño con una enfermedad terminal, donándole sus órganos. El debate de lo moral y lo correcto nos lleva a una auténtica encrucijada: ¿hasta dónde se puede jugar a ser Dios?

Una deuda que solo se puede saldar con sangre. Un hombre quiere vengar la muerte de su mujer, matando a todo aquel que contribuyó a desenchufarla de la máquina. Meredith ve cómo su marido es abatido y ante el pánico de verle morir, sufre un aborto espontáneo.

Rizamos el rizo: mientras se da cuenta de su aborto, estaba operando al novio de su mejor amiga, quién a su vez, le salvaba la vida a Derek. Una situación de lo más normal. Drama al cuadrado para sacar todo lo que guardamos dentro.

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