Carlota Corredera, sobre su libro: "Yo recurría a la comida como otros a las drogas y el juego"

divinity.es 23/05/2017 17:03

'Tú también puedes'… ¿Qué es eso que se puede?

'También puedes' encontrar la luz cuando estás en un pozo. Yo he estado en ese pozo y he mirado hacia arriba y he visto un poco de luz allá lejos. Eso es lo que le quiero decir a la gente: que hay luz, aunque parezca que no y el camino sea difícil. Porque yo creo en la gente. Este problema es muy complicado y muy incomprendido y quiero decirle a la gente con obesidad y sobrepeso que hay un más allá.

¿Notas mucha incomprensión?

Muchísima. La gente no está gorda porque quiere, sino porque no tiene una relación sana con la comida. En un país en el que todo se celebra alrededor de la mesa y donde a los niños se les premia o se les castiga sin postre… resulta que a quien está grande y rotundo se le relaciona con una persona vaga, tragona e indeseable. Eso es muy injusto. Tener un problema emocional con la comida como yo he tenido es estar enfermo. Hay problemas endocrinos, tendencias genéticas, ansiedades… la obesidad es un tema muy complejo. Y no hay que relajarse. Sigo luchando día a día.

¿Nuca puedes bajar la guardia?

Como en otras adicciones. En España uno de cada tres españoles tiene problemas de sobrepeso importantes. A mí me da vergüenza que en nuestro país se sea tan racista con los gordos.

En el libro cuentas que canalizabas el dolor a través de los atracones…

Desde luego. Todos tenemos vacíos, debilidades y tendones de Aquiles… y en la gestión de las emociones todos tenemos unas rachas peores que otras. Otros se lanzan al juego o las drogas para que les calme la ansiedad: yo recurría a la comida. Me calmaba. Ten en cuenta que la ansiedad es la enfermedad más grave de este país y nadie habla de ella.

¿Cuándo empezó?

Desde pequeña, siempre he estado a régimen. Y sufría mucho, porque siempre me estaban diciendo ‘'eso no' y 'eso tampoco'. Generas un rencor hacia la restricción y lo prohibido: en vez de verlo como algo que era malo para mí, me creaba más ansiedad e iba hacia ello. Mis padres me ponían a dieta y me levantaba por la noche para comer lo que comían mis amigos o mis dos hermanos. Lo prohibido es lo que te atrae.

Lo peor que te han dicho…

Hay frases muy crueles, sobre todo de los adultos. 'Hoy no pasa nada si no comes, que tú tienes reservas', adultos llamando gordos a los niños en su cara… Una persona que está gorda ya los sabe, no hace falta que tú se lo descubras. A mí en concreto me dolía mucho esa de 'qué pena, con lo guapa que eres de cara y lo gorda que estás'. Qué feo, ¿no?.

Cuentas una anécdota en el libro de la que te acuerdas mucho en este sentido…

Aún me emociono con ella [pausa: comienza a emocionarse]. Una vez de pequeña en Vigo fui a hacerme la foto con los Reyes Magos y a pedir mi regalo y salgo con cara tristísima, porque el paje me estaba diciendo que… que pesaba mucho y que tomase más sopitas y menos bocadillos. Mira, es que me emociono [llora]: esa niña se pensaba de verdad que no le iban a traer nada los Reyes porque era una tragona. ¡Me parece tan cruel! ¡Lo mato ahora si me lo encuentro!

¿El libro ha sido una terapia?

Mucho, en mi relación con la comida y en mi relación familiar. Para mis padres fue muy duro ponerme a dieta, ver que a mí me hacía sufrir y que además no funcionaba. Eso lo he ido arrastrando toda mi vida. Mi madre también lleva toda la vida luchando contra el sobrepeso e intentó ahorrarme sufrimiento, como yo haría con mi hija Alba llegado el caso. Es la que más me ha ayudado y con la que más discusiones he tenido. Mi padre murió cuando yo tenía 20 años, pero ella ha luchado conmigo. Tenemos muchísima complicidad, pero ella no podía verme como estaba y no decirme nada. Comía porque tenía mucho dolor.

Cuentas que la muerte de tu padre y tu hermano fueron los peores momentos con la comida

Me he disparado de peso varias veces, pero sí. Y el embarazo. Soy una montaña rusa con el peso. Y yo sigo teniendo miedo de que vuelva a pasar.

¿Has visitado a algún psicólogo además de dietistas?

Nunca he ido a un psicólogo, aunque quizá tendría que haber ido. Pero sí que es verdad que los médicos que han conseguido que yo haya tenido éxito han sido muy psicólogos conmigo. Han sabido atarme en corto, soltarme la rienda a veces… Es fundamental encontrar al médico que te funcione, sobre todo si tienes que perder 50 o 60 kilos. Es muy duro renunciar a lo que te gusta durante tanto tiempo. Tiene que detectar tus debilidades para reforzarte.

¿Un cómplice?

Eso es. Sin uno es muy difícil bajar 60 kilos. Comprensivo pero a quien respetes. Alguien con el que te cagues vivo si no has bajado esa semana lo que debes. Amable, pero con mano de hierro.

¿Cómo te ves ahora?

Muy bien, a gusto con la imagen que veo en el espejo. Pero personalmente no quiero creérmelo, porque significaría que mis alertas se irían... y el lado oscuro siempre acecha.

Hablas mucho de tu pareja en el libro también

Para mí Carlos es mucho: mi marido, el padre de mi hija, mi compañero, la persona que siempre me imaginé… Y soy muy intensa, excesiva, apasionada, para fuera… Y él es más para adentro y mi punto de equilibrio. No ha hecho régimen, pero casi. También ha tenido que hacer sacrificios porque no podríamos disfrutar de una buena comida o una buena copa de vino como cualquier pareja. Yo sin su apoyo no hubiese conseguido esta victoria.

¿Sabrías cómo ayudar a tu niña si le pasase lo mismo?

No tengo una fórmula mágica, pero diría que sí. Si Alba tuviese mi problema con la comida, intentaría que hiciese todo el deporte que pudiese para nunca restringirle lo que le gusta comer. Al final en tu infancia tienes que ser un niño siempre: comer lo que comen los niños, con sus caprichos y demás y con salud.