Carme Chaparro: "Sabemos que odiar está mal, pero lo necesitamos"

divinity.es 07/06/2018 17:10

Carme vive pegada a un móvil. A la actualidad. A la información. También a las 'noticias' de sus dos niñas, Laia y Emma, a quienes dedica su nuevo libro, 'La química del odio', "por todo el tiempo que os ha robado esta historia". Conoció a su marido, al que llama Berna (Bernabé Domínguez), cuando ella estaba de vacaciones en París, Lady Di murió, se puso a currar inmediatamente y, sorpresa, acabó enamorándose y construyendo una vida junto al cámara que mandaron desde Madrid. Hablamos con Chaparro entre telediario y telediario sobre esta última novela, segunda entrega de la detective Ana Aren, su alter ego policía, que ahora se interna en los pozos del odio y el brutal asesinato de una Duquesa. Una que, por cierto, está inspirada en varios personajes reales.

¿De qué has querido hablar en 'La Química del odio'

De esos odios que nacen sin que muchas veces recordemos por qué o cómo, pero que se enquistan en nuestros estómagos y que, en algunos casos, se apoderan completamente de nosotros.

¿Hasta dónde puede llevarnos el odio? ¿Cómo es?

El odio es amargo y dulce a la vez. Sabemos que odiar está mal, pero, de alguna manera, lo necesitamos. Fíjate, si no, en varios amigos –o amigas- charlando en un bar. ¿Cuántas veces hablarán mal de alguien?¿Cuántas veces se quejarán? Sin embargo, no hablamos tanto de amor, quizá porque pensamos que nos hace vulnerables, que mostrando amor mostramos también nuestros puntos débiles.

¿Has notado en el estómago ese poder del odio sobre ti?

Creo que todo el mundo lo ha sentido alguna vez, es una sensación muy poderosa que te domina y que te engaña, haciéndote sentir mejor que el ser odiado. Pero, en realidad, a quien más perjudica el odio es a ti mismo, gastas muchísima energía y te desgastas.

¿Qué sentimiento dirías que rige tu vida?

La felicidad por la familia tan maravillosa que tengo, y por mi trabajo. Por la tele, por mis novelas, por los lectores. El agradecimiento por todo eso.

¿Cómo describirías a Ana Arén, tu protagonista, en tres virtudes y tres defectos?

¡Qué difícil! Ana es una mujer complicada, como todos los seres humanos, llena de altos y bajos, de dudas. Si algo tengo claro es lo que no es. Ana Arén no es una superheroína, un superpolicía o superinvestigador de esos que todo lo consiguen a golpe de testosterona.

¿En qué se parece a ti?

Todos los personajes tienen algo de su creador, porque de alguna manera tienes que tener un conducto para entrar en su alma.

En la anterior novela te interesabas por el monstruo que todos llevamos dentro. Da la sensación de que te interesa mucho el lado oscuro del ser humano...

Explorar el lado oscuro del ser humano es fascinante. ¿Por qué alguien mata, odia, tortura, maltrata?

¿En qué personajes conocidos te has inspirado para crear el personaje de la Duquesa de Mediona?

En varios y en ninguno en concreto (risas). La Duquesa tiene muchos clarooscuros. Al principio de la novela parece una cosa, pero luego se va descubriendo la verdad.

¿Se te escapa la flema periodística al escribir?

¡Claro! Por lo que hablábamos de la rigurosidad. Pero también en la manera de escribir, muy descriptiva, informativa, con frases cortas.

¿Has hecho muchas entrevistas a forenses, investigadores y policía científica?

Sí. Es deformación profesional. Todo lo que cuento en la novela es verdad –excepto la trama, claro-, incluso cómo la policía derrota a un psicópata, o los colores de la muerte. Para mí es muy importante ser rigurosa con los procedimientos. El lector va a descubrir muchas cosas nuevas, y espero que se sorprenda.

¿Qué son los 'colores de la muerte'?

Son colores que se han utilizado a lo largo de la historia pero que han resultado ser tóxicos, provocando cientos, o incluso miles de muertes, como el verde que se puso de moda en la Inglaterra victoriana para decorar el papel pintado de las paredes, y que terminó matando a cientos de niños.

¿Y la 'medición emocional de audiencias'?

Es un sistema novedosísimo –e inventado en España- que mide las emociones de los espectadores cuando están viendo algo en la pantalla. Mide qué siente en cada momento y con cada personaje, y la intensidad de ese sentimiento.

Premios, serie, ventas… Qué subidón fue ‘No soy un monstruo’, ¿no? ¿Esperabas esa acogida? ¿Estás participando en algo del guion de la serie?

No me lo esperaba. Fue maravilloso sentir el calor de los lectores, que se entregaron. Espero volverles a enamorar y sorprender ahora. Sobre la adaptación a la pantalla no os puedo avanzar nada. Pero habrá sorpresas pronto.

"A Berna, Laia y Emma, por todo el tiempo que os ha robado esta historia". Marido e hijas. ¿Siempre hay algo de culpa en la mujer-madre-trabajadora?

Buff, ya te digo. Y eso que yo no me encierro en una habitación a escribir, sino que, si están mis hijas conmigo, lo hago en el salón, con ellas, jugando y escribiendo a la vez. Pero inevitablemente mi faceta literaria me roba un tiempo precioso con mi familia, y eso me duele, porque los niños crecen muy rápido.

¿Eres una madre tirando a protectora o tirando a independiente?

¡Cómo no voy a proteger a mis hijas! Pero yo creo que mi cometido como madre es, sobre todo, darles las herramientas para que sean seres plenos, independientes, y con criterio.

¿A quién le vas dando los capítulos de la novela para que los vaya leyendo?

A mi marido, a mi Komando –los tres policías que me ayudaron también en 'No soy un monstruo'-, a tres o cuatro buenas amigas, y, esta vez, también a mis dos agentes literarias, Palmira Márquez y Laura Santaflorentina, mis dos ángeles de la guarda.

¿Hay alguna posibilidad de que dejes los informativos y te centres en la literatura?

Esto es como preguntar a un niño que a quién quiere más, si a papá o a mamá...