Con Nacho Duato entre bambalinas: "Tengo un ángel de la guarda que me va salvando"

divinity.es 04/09/2015 17:43

Cinco años llevaba Nacho Duato sin pisar un escenario español. Como en las buenas piezas dramáticas, un conflicto que parecía irresoluble se lo impedía: se 'divorció con asperezas' (llamémoslo así, a lo sutil) de la Compañía Nacional de Danza, que dirigió durante dos décadas, y se fue a San Petersburgo y Berlín. Allí, en la cuna de lo suyo, ha sido tratado como un dios del entrechat, cabriole y assemblé. Ahora vuelve a Madrid con una 'Bella Durmiente' modernizada de más de un millón de euros, protagonizada por travestis y hadas ligonas.

Regresa más calmado. Mimado fuera. Vuelve por unos días a su casa de Gran Vía. A su colección de globos terráqueos. Con "muchísima ilusión" de actuar de nuevo para el público español. También, si cuadra, con la intención de calmar las aguas con el Ministerio… si ellos tienden puentes (que parece que sí). Pero ni oír hablar de ocupar su antiguo puesto, porque "estaría mejor en manos de un director más joven y con más ganas". Lo que quiere, más bien, es ir retirándose poco a poco. Aunque aún no sabe cómo: "Debo de tener un ángel de la guarda, aunque yo no creo en los ángeles, que me va salvando: primero me hace ir huyendo de las crisis y, luego, me va cerrando círculos en la vida".

Todo esto lo cuenta sentado muy erguido (mantiene intactas las maneras del oficio) en el Salón Verde del Teatro Real. Anuda las manos en una rodilla. Abajo, los bailarines de la Staatsoper berlinesa ya calientan para el ensayo general. Los veremos realizar sus movimientos en tutú y pantalón de chándal al acabar la charla, cuando nos den vía libre para tomar imágenes entre bambalinas. Todo un lujo notar cómo se respira antes de que suba el telón. Orgánico. Cómo se tensan los músculos y suenan las puntas contra el suelo.

Has buscado una Bella Durmiente "más ligera, pero no desnatada"…

Digamos que le hemos quitado el polvo. Una revisión para el hombre moderno: una revisita de una obra de hace 103 años tiene que ser así.

¿La idea era atraer al público joven?

Al joven y no tan joven. Yo ya no lo soy y me costaría mucho soportar cinco horas de ballet de una obra escrita hace 103 años [ahora dura 2:40 horas]. Hemos quitado escenas supérfluas y hemos subrayado el terror en otras. Además, yo soy un creador del siglo XXI aunque tenga 58 años y tiene mucho de mí, así que hay toques contemporáneos.

¿Cómo surgió la idea de introducir un travesti?

Ya en una versión anterior se usaba un hombre vestido de vieja para el personaje de hada mala, el que le da la aguja. Yo he cambiado a esta vieja por un hombre joven y bello, porque la belleza me parece mucho más peligrosa. Un poco como Cruela, que es muy mala pero muy bella.

¿Cómo es esa parte frívola que has querido añadir?

Bueno, es un cuento de hadas para niños y tiene esa parte ya. Es cierto que los cuentos a veces son terroríficos y eso también está: recuerdo que de pequeño leí 'Alicia en el País de la Maravillas' y acabé muerto de miedo. Pero al final los cuentos tienen esa esencia ligera y frívola y había que remarcarla. Y luego está la música. Siempre digo que mi primera fuente inspiración es la música, y nunca hubiese aceptado hacer un clásico cuya música no me dijese algo. Y Chaikovski es uno de los compositores que más me dice.

¿Está siendo un regreso dulce?

Maravilloso, estoy encantado. Llegué hace pocos días y estoy como en mi casa, no sólo por la mía de verdad de la Calle Mayor, sino también por estar en esta ciudad. Y mis bailarines también están encantados con la ciudad y este Teatro, que siempre tiene tan buen ambiente. Agradezco al Teatro Real que me haya llamado tan pronto con esta propuesta.

¿Cómo ve Nacho Duato desde lejos España?

La veo a través de televisión internacional. Sigo las noticias todos los días. Estoy muy bien donde estoy, pero siempre tengo ganas de venir y visitar mi calle y mis amigos y mi familia. Somos una gente mucho más amigable.

¿Y tu relación ahora con la Compañía Nacional de Danza?

La relación… es muy buena (risas). De hecho, he quedado la semana que viene con la directora del INAEM [del que depende la Compañía]. Hablaremos.

¿Ha sido muy diferente dirigir fuera?

Es bastante parecido en todas partes. En el fondo, el día a día se parece mucho. Ensayar con los bailarines, ver presupuestos… Lo que sí cambia es que, claro, Rusia es la cuna de la danza. Y allí el público la tiene un amor reverencial y la jerarquía está muy marcada. La danza allí es como el fútbol aquí.

¿Y por qué pasa eso? ¿Por qué no salimos del fútbol y la danza nunca remonta?

¡Tendrían que ponerme a mí de Ministro de Cultura para cambiar el mundo de la danza! Primero te tiene que gustar, hay que empezar por la educación. Hay compañías independientes que hacen animaladas para seguir en este mundo, y dan clases gratis cuando ven que un bailarín destaca… No hay medios [la Staatsoper que dirige tiene un presupuesto de 11 millones de euros].

¿Cómo te gustaría ser recordado en la danza?

Me trae sin cuidado. No pienso en esas cosas.

Pero aquí eres un icono, ¿te reconocen aún por la calle?

Muchas veces. Hoy, por ejemplo, un taxista me dice: 'Ui, mi mujer está enamoradísima de usted y ha puesto una foto suya en la puerta del armario'. Y yo le digo: 'Bueno, estará enamorada de usted'. Y responde: 'No, si no me importa: lo que he hecho es poner en el mío una foto de su prima Ana Duato' (risas).