¿Velo o mantilla? Elige el tocado clásico que mejor se adapta a ti según la forma de tu vestido de novia

  • La mantilla condiciona la elección del vestido, mientras que el velo se puede adaptar a diferentes estilos

  • El velo es una pieza semitransparente de tul, organza o chantilly, mientras que la mantilla es una pieza de encaje

Hay dos tocados clásicos de novia que no pasan de moda, aunque las tendencias no siempre estén de su parte y estos son el velo y la mantilla. Entre ambos hay similitudes y diferencias, tanto en su aspecto como en el modo de colocarlos y en el vestido adecuado para lucir cada uno de ellos.

El velo es un tejido semitransparente de tul organza o chantilly, cuyo largo puede variar desde los hombros hasta el suelo, y que puede ser liso o incorporar diversos adornos. La mantilla es una pieza totalmente realizada en encaje cuyo largo depende de la altura de la novia, aunque la clásica mide 91 centímetros.

Aunque ambos se deben elegir con posterioridad al vestido, si tienes claro que quieres llevar mantilla debes tenerlo en cuenta antes de elegir el patrón y tejido del vestido, mientras que el velo se puede adaptar a diferentes estilos.

El velo de novia

El velo es un complemento del look nupcial y debe adaptarse tanto al estilo como al color y largo del vestido. Los velos más clásicos incorporan una capa, blusher, que sobrepasa los hombros para cubrir el rostro de la novia. Esta capa se levantará por el padre de la novia o por el novio en un momento determinado de la ceremonia.

Aunque tradicionalmente la novia no se desprendía del velo hasta que los cónyuges llegaban a casa, actualmente suelen llevarlo hasta el momento previo al baile nupcial por una cuestión de pura comodidad.

En cuanto al largo, hay que diferenciar varios tamaños: velos catedral y capilla (el primero mide dos metros y medio y el segundo arrastra solo unos centímetros por el suelo) son los que usan las novias más formales y tradicionales, vals (largo midi), ballet (a la rodilla), a la punta de los dedos (la medida es el largo de los dedos estirados), largo al codo y largo al hombro.

El velo puede ir acompañado de diversos complementos y con todo tipo de peinados. Es habitual combinarlo con tiara, con una corona de flores e incluso con sombrero y es posible llevarlo con el cabello suelto o recogido.

Al velo liso, que puede ser blanco o de color, se le pueden incorporar multitud de detalles. Uno de los más clásicos son las blondas de encaje rematando las orillas, pero existen otras opciones como los bordados, las plumas, las perlas o las piedras de strass, dependiendo de si se busca un resultado moderno, romántico, vintage, urbano, bohemio…

La mantilla de novia

Hay que partir de que la mantilla es una pieza clásica y, según la tradición, debe ir siempre acompañada de un vestido largo. Aquí radica la primera diferencia con el velo, que puede ser el complemento perfecto para un vestido corto.

Otra norma que marca la tradición de la mantilla es que la de novia debe ser clara, aunque nunca de un tono más claro que el vestido. Se sujeta con ayuda de un broche y aunque tradicionalmente se usaba con moño y sólo se acompañaba de peineta, son muchas las novias que ahora la llevan con coleta o con el cabello suelto y acompañada de tiara.

En cuanto a la forma de colocarla, se puede respetar la tradición goyesca, que es acompañada de peineta, o colocarla directamente sobre la cabeza. Si apuestas por esta segunda opción tienes varias posibilidades: sobre la frente al estilo pirata, sujeta a ambos lados de la frente como las novias de los años veinte, dejarla caer sobre el cabello a unos ocho centímetros del nacimiento del pelo o sujetarla en un recogido bajo.

Para que la mantilla no se mueva, lo ideal es sujetarla a los hombros del vestido. Para colocarla bien hay que ladear la cabeza hacia la derecha y sujetar la mantilla en el lado izquierdo del vestido y a continuación realizar la misma operación hacia el lado contrario.

La mantilla es un complemento muy vistoso que debes combinar con vestidos muy sencillos de poco volumen y sin demasiados adornos. Hay que evitar, especialmente, los encajes y bordados para no recargar demasiado el look.