¿Por qué el príncipe Eduardo de Inglaterra no da la mano a la gente?

Tras la muerte de Isabel II muchos han sido los cambios que ha tenido que afrontar la corona británica, siendo el más grande de todos el ascenso al trono de su hijo, que reinará bajo el nombre de Carlos III. Esto, por ejemplo, hacía que su hijo Guillermo y su esposa, Kate Middleton, pasaran a ser príncipes de Gales. 

También ha causado que parte de la familia tenga que reajustar sus agendas, adaptándose a las nuevas necesidades y las nuevas responsabilidades que ahora les corresponden. Por eso también han tenido que pasar los condes de Wessex, Eduardo de Inglaterra y su esposa, Sofía. Eduardo es también duque de Edimburgo, título que ha heredado de su padre.

Así es el príncipe Eduardo de Inglaterra

Eduardo es el cuarto y último hijo de Isabel II, por lo que ocupa un puesto bastante alejado en la línea de sucesión al trono. Esto nunca ha sido problema para ganarse el afecto de la gente, tanto él como su esposa son siempre recibidos con cariño y en los últimos años del reinado de su madre esto se puso más de manifiesto que nunca, cuando la familia quedó reducida tras la marcha de Meghan y Harry, pero también tras el paso atrás que tuvo que dar el príncipe Andrés por sus muchas polémicas. 

Aunque actualmente se dedican por completo a cumplir sus funciones para con la familia real, durante un tiempo quisieron desarrollar sus carreras, en paralelo a esta actividad. La cosa no salió del todo bien. 

La empresa de relaciones públicas de Sofía tuvo que cerrar a causa de un gran escándalo, un reportero se hizo pasar por un jeque que quería trabajar con ella y sacó a la luz la conversación que habían tenido, donde ella hablaba sobre algunos miembros de la casa real. 

No tuvo mejor suerte su marido, quien también tuvo que abandonar su productora audiovisual, cuando se descubrió que había vulnerado la intimidad de su sobrino Guillermo durante su estancia en la Universidad, lo que no sentó nada bien a la familia. Desde entonces ambos se han dedicado a sus funciones, abandonando sus sueños empresariales. 

Con trabajo y esfuerzo han conseguido ganarse el respeto y cariño de la gente, que no duda en acudir a saludarles y charlar con ellos si es posible, unas muestras de afecto a las que ellos responden con la misma cercanía, lo que hace que resulte todavía más llamativo el hecho de que Eduardo no estreche nunca la mano de las personas con las que se encuentra. 

No se trata de una manía ni tampoco de una fobia, no intenta evitar los virus ni se produce por una situación de clasismo. Al parecer, tal y como explicó él mismo hace poco, no es otra cosa que practicidad, si da la mano a todo el mundo que se lo pide, para demasiado tiempo con cada uno y esto le impide hablar con más personas. De este modo es más dinámico y puede hacer caso a un mayor número de gente.