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Beatriz Corchado, psicóloga: "Que los niños no quieran ir al colegio puede deberse a problemas no detectados"

Una madre llevando a sus hijos al cole
Una madre llevando a sus hijos al coleEuropa Press/Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes
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La vuelta al cole ya es una realidad en todo el país. El cambio de estar de vacaciones a regresar a la rutina no suele ser fácil, pero hay niños y niñas a los que les cuesta especial trabajo, hasta el punto de negarse a ir. ¿Qué puede haber detrás y cómo podemos gestionar el problema? Hemos hablado con dos psicólogas para arrojar luz y ofrecernos algunas soluciones.

Causas principales para no querer ir al cole

Mª Ángeles Hernández, psicóloga educativa y sanitaria y asesora técnica de la sección educativa del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, desgrana los motivos que pueden llevar a un niño o niña a no querer ir al colegio:

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  1. Los derivados de los propios niños “que, por su forma de ser, son inseguros, dependientes o con rasgos de ansiedad”. 
  2. Aspectos psicológicos más preocupantes: “Una ansiedad que puede ser patológica, como ansiedad por separación, o también fobias sociales, escolares, estrés o trastornos de adaptación”.
  3. Factores escolares: “Mala relación o malas experiencias con compañeros o profesores, bullying si lo han tenido o dificultades curriculares porque no se ha adaptado el currículo a sus necesidades”.
Aula de clase vacía
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  1. Factores familiares: “Cuando los padres tienen un estilo educativo que genera dependencia o falta de autonomía, seguridad o responsabilidad. No saben tolerar la frustración y entonces hacen evitación y escape”, desarrolla Hernández.
  2. Reacciones de los padres o cuidadores “ante los éxitos o fracasos educativos (comentarios, notas), o exigencias excesivas ante el rendimiento de los nenes”.
  3. Contexto socioeducativo: cambio de colegio, dificultades para adaptarse al nuevo centro… Pero la experta especifica: “No es lo mismo tener que cambiar de colegio porque se cambia de etapa o hacerlo porque ha habido un bullying que genera un daño psicológico en el niño”.
  4. Otros cambios en la estructura y en la dinámica familiar: la llegada de un nuevo hermanito, separación de los padres… 

Distintas edades, distintos motivos

Beatriz Corchado, psicóloga especialista en maternidad y familia y directora de bycpsicologia.com, apunta la primera clave: ¿en qué etapa está sucediendo este rechazo? “No es lo mismo un bebé de un año que llora y se agarra al cuello de su mamá que un adolescente de 14 años que decide saltarse las clases para irse con sus amigos al parque”, afirma.

En general, Corchado distingue tres etapas. En la primera infancia, “este comportamiento responde al rechazo que siente el bebé hacia las personas extrañas y a no querer separarse de sus figuras de apego: es lo que se conoce como ansiedad por separación”. En este sentido, la experta indica que es una cuestión adaptativa (hasta los 2 o 3 años, los peques no entienden que su madre o padre volverá a buscarlos), que al principio es difícil de reprimir y que irá cambiando cuando entiendan las explicaciones que se les ofrecen.

Niños de Primaria en clase

Sin embargo, el problema deja de ser tan común cuando se entra en la etapa de Primaria. Beatriz Corchado explica que la forma de expresar el rechazo varía (“pueden negarse a vestirse, a levantarse, protestan e incluso lloran o gritan para evitar el momento de ir al colegio”), y añade que, además del estrés que supone para los padres y madres, hay que vigilar si estas conductas persisten en el tiempo, ya que en ese caso puede deberse “a problemas no detectados, como dificultades de aprendizaje o conflictos en el aula, lo que lleva al niño o niña a evitar el entorno”. 

En la adolescencia, las causas pueden ser el miedo o ansiedad anticipatoria (“miedo a los exámenes, a la presión académica, a temor a no cumplir las expectativas o a ser rechazado por el grupo de iguales”, explica Corchado); en este caso, los jóvenes suelen faltar a clase sin que su familia lo sepa, “y cuando el colegio o el instituto pone en conocimiento de los padres las faltas de asistencia, llegan las broncas, los castigos y los disgustos”.

Consejos para gestionar el problema

Fluidez en la comunicación. Corchado apuesta por la comunicación entre padres e hijos “adaptando el lenguaje y las explicaciones a cada edad”. Por ejemplo, cuando son bebés y aún no hablan, “el tono de voz tranquilizador, las caricias y los abrazos les ayuda a autorregular sus emociones y a afrontar lo desconocido”. Más adelante, indica, el simple hecho de explicarles con anticipación en qué va a consistir su rutina y quién los va a llevar o recoger al cole les va a ser muy útil. “Es necesario ofrecerles un espacio de comunicación para que puedan expresar lo que sienten”, indica Beatriz Corchado, que pide evitar frases invalidantes (“tienes que ir porque sí” o “eso son bobadas”) y cambiarlas por otras tranquilizadoras (“entiendo que lo nuevo te asuste, pero papá y mamá van a ayudarte”). Con los adolescentes, el abordaje es distinto. Corchado sugiere buscar espacios en los que se favorezca la conversación, como la hora de la cena, evitando “soltarles la charla” o interrogándoles. Hay que hablarles sin reprochar, comenzando por contar, los adultos, cómo les ha ido el día, y dejando silencios para que se expresen. “Cuando cuente algo, los padres deben escuchar conscientemente, validar sus emociones, no restar importancia a sus problemas y mostrar apoyo incondicional”.

Adolescentes haciendo un trabajo escolar

Hernández distingue entre medidas preventivas y correctivas. Entre las primeras, incide, como Corchado, en la comunicación, y apuesta por que sea “verdaderamente sincera, en la que los niños nos puedan contar cuáles son sus problemas, dificultades o dudas que puedan tener por no ir al colegio”.

Fomentar una educación basada en la afectividad: “Debemos preguntarles por sus cosas no solo cuando no quieren ir al colegio, sino también cuando van sin problemas de ningún tipo, y decirles lo orgullosos que nos sentimos de que vayan asumiendo todas estas responsabilidades”.

Establecer normas y límites. “La norma es que hay que ir al colegio porque es obligatorio, y el límite, lo que puede pasar si no vamos”.

Potenciar su desarrollo y autonomía.

Pero, si todas estas medidas preventivas fracasan, indica Hernández, lo que debemos hacer “es valorar e informarnos de qué está pasando, de cuáles pueden ser las causas de que no quiera ir”, y sugiere una coordinación frecuente con el tutor o tutora y profesores, para que se dé un intercambio de información de “qué comportamientos presenta nuestro hijo y qué cambios observamos”. 

No mostrar angustia ante nuestros hijos: “Eso se lo vamos a trasladar al niño, que va a estar cada vez más angustiado”.

Hernández hace hincapié también en mantener todas las rutinas y costumbres: “El hecho de que nuestro hijo se sienta mal por ir al colegio no quiere decir que también pueda dejar de ducharse, hacer recados, etc.”, y apuesta por mantener una normalidad 

Tanto Corchado como Hernández coinciden en que lo normal es que la rutina y la adaptación vayan haciendo su trabajo, pero que si la situación persiste o se agrava más allá de dos o tres meses, sería conveniente buscar ayuda profesional personalizada.