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Hace unos meses que Laura Escanes optó por afrontar un cambio vital. Y al mismo tiempo familiar. Y no nos referimos a la apertura de un salón de belleza, su recién estrenado proyecto profesional que compaginará con su labor en Instagram. Hablamos de cuando optó por trasladar su vida a Madrid para ponerse más fácil ese reto tan complejo que es la conciliación. El hecho de que tanto ella como Risto Mejide, su marido desde hace cuatro años, tengan gran parte de sus obligaciones laborales en la capital les animó a asentarse en un nuevo hogar alejado de Barcelona, ciudad donde se habían imaginado formando a la familia de la que también forman parte Roma y Julio, el hijo mayor del presentador.
Para ello, la pareja decidió dejar el pequeño apartamento donde paraban cada vez que bajaban a Madrid para buscar una casa mucho más amplia, de más de 200 metros cuadrados, con tres plantas, ubicada en el barrio de Alfonso XIII y por la que pagarían unos cuatro mil euros al mes.
El reto una vez escogida la vivienda fue hacerla suya. Y Laura Escanes, experta en esto de convertir cualquier espacio en un lugar que sea carne de Instagram, ha sido la encargada de convertir una casa vacía en un hogar que tuviese la esencia de ambos. Para ello, contó con la ayuda de Westwing, marca deco con la que colaboró para esa combinación de muebles nórdicos, texturas y pequeños elementos-joya que dan un toque especial a cada rincón. El problema vino cuando cayeron en la presencia de un pequeño torbellino que podría convertir la casa de sus sueños en un caos. Algo que por poco consigue.
“Es curioso cómo a raíz de ser madre, gran parte de los elementos de la casa los he ido pensando en cómo adaptarme a ella. Dejé de mirar mesas con picos peligrosos, me guiaba más por los colores un poco mas oscuros que no tan claritos, muebles más altos…”, confesó con naturalidad en una entrevista para la firma antes mencionada.
Sin embargo, además de estas marcas rojas que tuvieron claras al empezar a decorar su hogar, tanto ella como Risto Mejide idearon un cuarto de juegos en el que la pequeña Roma, de dos años, pudiese hacer de las suyas sin molestar a nadie.
A esta habitación no le falta detalle. Además de estar marcada por un papel pintado con mucha personalidad y amplias alfombras que le dan un punto acogedor, en esta foto podemos encontrar desde un balancín de madera hasta una cocinita del mismo material, psasando por varias cajas con muñecos y otros bártulos. Al fondo, un tipi de tamaño infantil, con la tela en color verde pastel.
Un lugar de ensueño para una niña como Roma en el que de vez en cuando, como es normal, reina el desastre. "Ella es feliz en la habitación caos, como yo la llamo", ha aseverado la joven con resignación. "Para ella es lo más parecido al paraíso".