Rocío Dono, podóloga: "En verano es mejor no usar chanclas como calzado para todos los días"

Aclarar el pelo tras la piscina y la playa ayuda a evitar los efectos nocivos del cloro y la sal en la salud del cabello
Boticaria García recomienda la doble protección solar en el rostro: en qué consiste y cuándo es necesario
El comienzo del verano trae elevadas temperaturas, días de sol y planes de vacaciones. Estos meses son los más esperados del año, aquellos para los que vamos contando los días el resto del año. Soñamos con la playa, la piscina o la casa rural en la que nos relajaremos o con el viaje de descubrimiento que haremos a tal o cual ciudad.

Pero durante el verano no debemos perder de vista tampoco los autocuidados. ¿Qué cuidados básicos deberíamos sumar a nuestra rutina de verano?
Alerta piel: proteger del sol y de las agresiones
Puede que lo único que tengamos más o menos claro durante el verano es que tenemos que protegernos frente al sol. Quizás, lo que tenemos menos claro es cada cuánto tenemos que aplicar, donde y cuándo la protección solar.
Las expertas advierten que los solares no son solo para la playa y la piscina. “En verano, la radiación ultravioleta es más intensa y está presente todos los días, incluso cuando está nublado o pasamos mucho tiempo en la ciudad”, recuerda María Buxo, directora global de formulación de Isdin. De hecho, Buxo apunta que solo la exposición acumulada de “caminar, conducir o tomar algo en una terraza” ya impactan en nuestra piel. Rocío Lajarín, CEO de Alma Secret y doctora cum laude en Farmacia, suma que, al hilo de estos factores, la protección del resto del año se suele quedar corta en verano.
Para escoger solares hay que fijarse en el factor de protección (que es el tiempo de exposición sin quemarse frente a no ponerse nada y, ante la duda, mejor optar por el más alto) y la actividad que se va a realizar (por ejemplo, si vas a nadar, mejor que resista al agua). “La fórmula debe contener ingredientes antioxidantes que refuercen la defensa celular frente al daño solar y el envejecimiento prematuro”, recomienda Lajarín. Y si alguien está pensando que su tipo de piel le blinda, debería desengañarse. “Es un mito. Todas las pieles, independientemente del tono, necesitan protección solar”, insiste Buxo.

Lo mejor es incluir la protección solar ya en la rutina de cuidados de la mañana, un elemento por defecto para el día a día. Tenemos que echarnos la crema sobre la piel limpia y seca, “una cantidad generosa”, recomienda Lajarín, “el equivalente a dos dedos o una cucharadita rasa de café para el rostro y el cuello”.
Las expertas recomiendan reaplicar cada dos horas si estás al aire libre con exposición directa o tras “nadar, sudar intensamente o secarte con una toalla”. Para el día a día, es recomendable reaplicar a media jornada, “especialmente en el rostro”. Y, por supuesto, debemos prestar atención a todas las zonas de nuestro cuerpo. Habitualmente olvidamos las orejas, el cuello, la nuca, los pies, la línea del cabello, los labios o las manos a la hora de aplicar protección solar. No deberíamos.
Más cuidado de la piel
Si olvidar partes del cuerpo con la protección solar es uno de los errores más habituales del verano, el otro es, suma Lajarín, olvidar que necesitamos alimentar nuestra piel más allá de las barreras ante los rayos solares.
“El sol, el cloro de las piscinas, la sal del mar y los cambios bruscos de temperatura por el aire acondicionado debilitan nuestra piel, deshidratándola y alterando su barrera de protección”, explica. Por eso, deberíamos usar también “fórmulas que hidraten en profundidad, que ayuden a calmar y reparar la barrera cutánea y que aporten antioxidantes”.
Acabar el verano con estos pelos
Mucha gente tiene una rutina postvacaciones clara: pasar por la peluquería para cortar y sanear después de los daños del verano. Lo cierto es que durante estos meses deberíamos incluir cuidados específicos para el pelo y evitarnos así el castigo. Las vacaciones no deben pasarnos factura capilar por defecto.
Ignacio Sevilla, director médico y experto en cirugía capilar en Svenson, reconoce que en verano la gente no está tan pendiente de las rutinas de cuidado y se olvida de proteger el pelo de la radiación solar. “También suele variar la dieta y puede ser menos completa, lo que afecta la salud del cabello”, añade. El sol puede quemar el cuero cabelludo “generando inflamación que afecta negativamente a la calidad del pelo” y tanto el agua de las piscinas como del mar no ayudan a tener un pelo radiante. “El sol, el cloro y la sal afectan directamente a las fibras capilares, volviéndolo quebradizo y apagado”, explica Lajarín.
Pero se puede prevenir. Sevilla recomienda mantener una dieta variada (y añadir suplementos si necesario), usar buenos productos de lavado y cuidado (un champú neutro ayuda) y enjuagar el pelo tras piscinas y playas para eliminar cloro y sal. Llevar sombrero minimiza el riesgo de quemaduras y usar sprays solares capilares ayuda en el cuidado.

Lajarín añade el valor de una buena hidratación y el uso de mascarillas con aceites esenciales como “el de açai, baobab, rosa mosqueta o jojoba” o con proteínas de trigo, vitaminas B5 y E y biotina que fortalecen, hidratan y dan brillo.
Unos pies saludables para andar todo el verano
Si eres de esas personas que se han recorrido alguna ciudad durante el verano caminando intensamente y ha acabado con los pies hechos un desastre, no estás sola. En verano, los pies sufren.
Rocío Dono, podóloga y vicepresidenta del Colexio Oficial de Podólogos de Galicia (COPOGA), señala que los cambios de estación suelen ser duros para la salud de los pies, porque nos obligan a cambiar de zapato. En verano, se suman las altas temperaturas y el calzado abierto. “Los pies van al aire y sufren una mayor exposición”, explica, añadiendo que tendemos a estar más fuera de casa y a hacer cosas que no hacemos el resto del año. Y los pies se resienten: en verano están más hinchados y sudan, se secan y se agrietan más.
La clave para prevenir antes de curar está en escoger bien cómo nos vamos a calzar. “Además de buscar un calzado que se adecúe a las temperaturas debemos elegirlo en función de la actividad que vayamos a realizar”, señala la experta. Lo ideal es que la suela no sea muy fina, que tenga buena sujeción en el tobillo y que sea abierto y transpirable si las temperaturas son muy elevadas. Si el resto del año necesitas plantillas, también debes seguir usándolas en verano.
¿Y qué pasa con las chanclas? La podóloga nos dice que están muy bien para prevenir contagios en piscinas, vestuarios y duchas públicas, pero "mejor no incorporarlas como calzado para todos los días". Menos chanclas, una buena higiene e hidratación diarias y uñas cortadas rectas son fundamentales.
Cómo acabar con las rozaduras
Uno de los problemas más comunes del verano al que se enfrentan los pies son las rozaduras. Dono recomienda hacer un cambio progresivo de calzado para ir adaptando la piel y que, si un zapato nos está rozando, nos lo quitemos antes de que cause ampolla. Si eso ocurre, toca “desinfectar con un antiséptico y proteger la zona con un apósito”.
Otras rozaduras comunes son las de los muslos. El calor y la humedad las hacen más corrientes, también el llevar las piernas desnudas. Existen ya soluciones que prometen arreglar el problema. En Primark, por ejemplo, venden unos shorts que se pueden poner debajo de la ropa y que evitan la fricción. Otra de las vías es echar mano de cremas que previenen o curan, como sprays antirozaduras. Sajarín recomienda “aplicar productos específicos con texturas barrera y activos calmantes, como la manteca de karité, el aceite de almendras o de aguacate”.
Un cuidado general de la salud física y mental
Al final, todo se puede resumir en que, por mucho que estemos de vacaciones y los días se vuelvan soleados y radiantes, no debemos olvidarnos de nuestra salud. Mantener una dieta rica y equilibrada o una buena hidratación importa. Incluso, en verano debemos cuidar nuestra rutina de sueño para evitar que los cambios de temperaturas y de horarios nos condenen a dormir mal durante estos meses.

Tampoco hay que perder de vista la salud mental: las vacaciones se han convertido en una fuente de estrés en ocasiones que mejor evitar. Debemos asegurarnos de que nos tomamos tiempo para no hacer nada y desconectar.