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Ayunar 5 días en casa con programa de una clínica donde adelgazan las famosas: peso y centímetros perdidos

Tras unas vacaciones cogí varios kilos no deseados. Con los vaqueros a presión, me pongo a dieta, pero no bajo peso. Mis hábitos alimenticios han cambiado, no paro de picotear y tengo antojos dulces. Hace años hice un ayuno de diez días en la Clínica Buchinger Wilhelmi de Marbella, donde aprendí a adoptar rutinas saludables de comida. En su web descubro que han lanzado la Box Ayuno, una caja para ayunar en tu domicilio cinco días y decido probarlo y contar mi experiencia.

Para las personas que nunca han ayunado, “la Box Ayuno puede ser una buena introducción, ya que proporciona una estructura clara y un acompañamiento digital para guiar el proceso”, me explica Katharina Rohrer-Zaiser, co-directora de la Clínica Buchinger Wilhelmi. Sin embargo, recalca que “si tiene problemas de salud, está tomando medicación o tiene dudas, recomendamos consultar con un profesional de la salud antes”. El objetivo de esta caja para ayunar en casa es “ofrecer la posibilidad de beneficiarse de nuestra experiencia centenaria en el ayuno terapéutico, incluso si no se puede venir”, asegura Rohrer-Zaiser. Como el resto de su familia, sabe muchísimo de ayuno y le encanta compartir este conocimiento.

Cómo ayunar en casa

La Box Ayuno incluye todo lo necesario para ayunar en tu casa y su precio es de 199 euros. La fuerza de voluntad, eso sí, la tienes que poner tú. Lo sorprendente es descubrir lo rápido que tu organismo se adapta a dejar de comer. Pero no adelantemos acontecimientos… El primer día, el desayuno consiste en un yogur, ecológico o vegano, al que añades un anacardo –sí, uno, has leído bien–.

A mediodía tomas una sopa de transición y por la noche, otra. A partir de ahí, son tres días de ayuno en los que tomas infusiones, sopas de ayuno –entre 16 y 23 kilocalorías cada una–. Les puedes poner 30 gramos del humus que trae la caja y aceite de lino, para promover que entres en cetosis y así pierdas grasa. También tomas un suplemento de minerales, y si necesitas energía extra, una cucharadita de miel.

Cómo preparar el ayuno en casa

Primero toca planificar y seguir las indicaciones del programa, incluyendo la fase de preparación previa y la reintroducción progresiva de alimentos tras el ayuno. “Es importante escuchar al cuerpo, mantenerse hidratado y evitar actividades físicas intensas”, recomienda Rohrer-Zaise. Con esto en mente, me dispongo a realizar mi primer ayuno casero. Lo primero que hago es limpieza de alimentos. Durante una semana, acabo con lo que tenía porque lo que voy a necesitar está en la caja.

El día antes de empezar, compruebo que mi nevera da pena de lo vacía que está. En uno de los armarios más altos de la cocina pongo media tableta de chocolate que queda. Abro la Box Ayuno y coloco su contenido por el salón, en plan templo del ayuno. Me siento como si abriera un regalo. Hay dos sopas para cada día, infusiones de hierbas –de día, otra para dormir–, un colador monísimo, hummus y aceites de lino, cápsulas de minerales para seguir 'power', una cinta métrica y tiras para medir la cetosis en tu cuerpo. También hay un preparado de hierbas y un mini bote de miel, por si necesitas luchar contra los antojos, o más de energía. Todo está súper bien explicado en la guía que encuentro en la caja, donde puedo apuntar mis medidas, peso, presión arterial, pensamientos… También te puedes conectar a su App, para resolver cualquier duda.

Primer día de ayuno

La ley de Murphy existe: mi primer día de ayuno, entra una borrasca en España que baja las temperaturas más de diez grados. No pasaría nada si no fuera porque cuando ayunas tu temperatura corporal también disminuye. Me pongo dos jerseys de lana, uno encima de otro, y parezco Heidi cuando iba a conocer a su abuelito. Subo la calefacción, mientras me preguntó amargamente por qué me meto en estos líos de periodismo gonzo-ayunante.

Cuando ayuné en la Clínica Buchinger Wilhelmi, era septiembre. En Marbella hacía calor y me bañaba en la piscina. Esta vez me cuesta algo más entrar en el ayuno y me da la impresión de que el frío tiene que ver. Por la mañana tomo el yogur con el anarcado, ¡uno solo! A media mañana y antes de dormir bebo infusiones, algo que convierto en hábito para estos cinco días. Bueno, reconozco que soy bastante 'hierbas' de natural. Para comer me tocan sopas de transición –una a mediodía de tomate y otra de noche, de calabaza–, a las que que añado aceite de lino. El resultado está rico, pero me voy a dormir algo tristona.

Segundo día de ayuno

Me levanto cansada, aunque cuando veo que he perdido un centímetro de cintura y otro de cadera, y casi un kilo de peso, me da subidón. Mi ánimo dura poco, me empieza a doler la cabeza bastante. Me siento cansada y escribir se me hace cuesta arriba. Quizá debería haberme cogido vacaciones, pero "ahora es tarde, Señora". Busco remedios en el libro 'El Arte del Ayuno', de Françoise Wilhelmi de Toledo, y descubro que el dolor de cabeza es porque tengo una bajada de sodio y glucosa que se estabilizará según mi cuerpo se acostumbre a no ingerir alimentos. Me pongo una pizca de sal bajo la lengua. Tras unos minutos, noto como el dolor se va y sigo escribiendo sin problemas hasta la hora de la comida.

A mediodía, bajo el sol invernal como una sopa aguada de tomate y decido dividirla en dos. En uno añado el sabroso majado de hierbas que viene en la caja, y lo uso de primer plato. Y el otro, más suave, de postre. El majado está buenísimo y proporciona una ligera textura que me permite recordar a cuando masticaba hace… ¿dos días?

Por la noche, aunque me anima comprobar que ya he entrado en cetosis –o sea que mi organismo se está comiendo literalmente mi grasa–, estoy inquieta y me asaltan pensamientos tentadores. Recuerdo el chocolate en la alacena. Haciendo un esfuerzo, decido hacerme una infusión para dormir de las que venían en la caja, le añado una cucharada de postre de miel, y me tomo un vasito de agua con el otro preparado de hierbas, que me encanta su sabor, algo avinagrado. Mientras tomo la infusión bien calentita, me meto en la cama a leer 'La primera mano que sostuvo la mía', de Maggie O’Farrell, una de mis escritoras favoritas. Me ayuda a evadirme. De algún modo, el ayuno promueve hábitos más saludables, pienso.

Tercer día de ayuno

Me despierto feliz, he soñado que hablaba con Madonna y parecía real. “Los sueños se vuelven más vívidos porque el ayuno favorece una mayor liberación de neuroquímicos, mejora la calidad del sueño y puede intensificar la conexión con el subconsciente debido a la menor carga digestiva y metabólica, por eso muchos pacientes suelen aprovechar para trabajos creativos”, me ilumina Katharina Rohrer-Zaiser. He perdido otro centímetro de cintura, otro de cadera y casi dos kilos. Mi presión arterial está baja, pero me noto más animada y, sobre todo, muy concentrada. Acabo un reportaje y una entrevista. Me siento 'super Paka'.

En la guía del ayuno recomiendan dormir cada día una siesta y ponerte una bolsa de agua caliente en la zona del hígado, para ayudarle con la desintoxicación y darle mimos. Eso hago y me levanto como nueva. Decido irme al gimnasio a hacer una clase de yoga. Antes me tomo una cucharadita de miel. La tarde se me pasa volando y me voy a dormir temprano, casada pero encantada, tras la proverbial sopa. Por la noche, estoy tan a gusto que hasta se me olvida tomar la infusión.

Cuarto día de ayuno

¡Buah! Hoy el subidón es extremo. Me siento ligera. La cinta métrica no engaña: he perdido en total dos centímetros de cintura y tres de cadera. Lo que más noto es la pérdida de volumen y decido probarme ropa. Todo me queda como antes de coger peso, y algunas cinturas incluso bailan. Yo bailo también por la casa feliz. Me tomo las sopas a su hora –he puesto alarmas en el móvil para no olvidarme de nada–, pero realmente no tengo hambre. Por la tarde me apunto a dos clases seguidas, una de yoga y otra de Pilates. Cuando salgo, sigo pletórica.

Encantada de la vida, le comento a mi hermana por teléfono que alargaría el ayuno hasta llegar a los ocho días, como la primera vez que lo hice. Katharina Rohrer-Zaiser me aclara que “se debe a la cetosis, que reduce el hambre, y a la sensación de bienestar y claridad mental que aporta el ayuno”. Como tengo que escribir este reportaje, decido seguir sus pautas y acabarlo mañana.

Quinto día de ayuno

Al levantarme, compruebo que llevo perdidos tres kilos y medio, dos centímetros de cintura y cuatro de caderas. Hoy tengo el pulso algo bajo, a 56 latidos por minuto (lpm). En reposo suele estar entre 60 y 100, “pero en personas entrenadas o en ayuno puede descender a 50-60 lpm sin ser problemático”, me confirma Rohrer-Zaise y señala que según los datos que he ido apuntando “tu cuerpo se adoptó bien y entró en cetosis y quemó grasa”.

Hoy tocar salir del ayuno. Para ello, de cena tengo una sopa más nutritiva. Si las del ayuno estaban entre 17 y 20 kilocalorías por unidad, ahora suben a las 26. Pero a mediodía… ¡puedo tomar un puré de manzana con un anacardo! Para celebrarlo, bajo a comerlo a la playa. Masticar el fruto seco es una experiencia religiosa. Lo hago despacito, para saborearlo bien. Como hace sol, decido darme un baño en el mar. Mientras me seco pienso que, aunque me encanta comer, siento una especie de tristeza ante la idea de acabar. Explicarlo a quien no ha ayunado es complicado. Te sientes ligera, libre, concentrada y feliz.

Tras el ayuno

En la guía de la Box Ayuno, pautan las comidas de los cuatro días siguiente a finalizar el ayuno. Hay recetas y lista de la compra. Estos días de transición son muy importante para adoptar cambios de alimentación. Sigo todo al pie de la letra y compruebo que sigo perdiendo peso y volumen. Permanezco en cetosis, aunque cada día uno poco menos, hasta el octavo día. Además, durante al menos quince días no debes consumir alcohol. Para desayunar me preparo un yogur ecológico con una cucharadita de aceite de lino, un par de frutos secos, canela, un puñado de arándanos y un cuarto de manzana rallada. La clave es hacer platos de alimentos muy variados, en pequeñas cantidades. En la guía de ayunante vienen menús, así no tienes ni que pensar.

“Tras el ayuno, es clave reintroducir los alimentos de forma gradual, comenzando con comidas ligeras y de fácil digestión, como frutas, verduras cocidas y caldos”, explica Rohrer-Zaise. Las proteínas animales hay que introducirlas poco a poco, y mejor evitar alimentos ultraprocesados y comidas pesadas. Se trata de escuchar a tu cuerpo, masticar bien y mantener la hidratación. Mi último día de salida, o sea, el noveno día de esta aventura, viene una amiga a comer a casa. Preparo ensalada de remolacha, tomates cherry, lechuga y rábano. Además, he cocinado una calabaza Hasselback al horno, aderezada con una salsa de queso batido y especias. Todo le encanta y hasta me pide las recetas.

Pasado un mes, hago balance de mi experiencia para escribir este artículo: he perdido dos kilos másen total cinco y medio– y no he recuperado ni un centímetro. Sigo comiendo en plan sano, despacio y disfrutando de cada alimento, en plan mindfulness. Siento que ayunar cinco días en casa ha supuesto un regalo de vida para mí. Eso no significa que no disfrute de un par de copas de vino de vez en cuando, o de comerme una hamburguesa o un campero malagueño alguna noche. Pero voy a intentar no olvidar lo que aprendí, porque me hace sentir mejor y cuidar de mi cuerpo y mi mente.

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