{{#section.link.href}}
{{section.link.title}}
{{/section.link.href}}
Ver a un niño con gafas no es nada raro al igual que tampoco lo es en adultos. Quizá en los niños es complicado detectar los problemas, pues hasta los seis años, más o menos, no desarrollan por completo su visión, lo que no quiere decir que no se puedan detectar algunos problemas que puedan corregirse o al menos intentar que la visión de los pequeños sea la correcta para que puedan desempeñar su día a día con seguridad. Es importante intentar detectarlos, especialmente aquellos que son más habituales en edades tempranas.
El ojo vago o ambliopía es uno de los trastornos más habituales, que consiste en que uno, o los dos ojos, pierden una parte importante de visión. Es importante estar atento si existen antecedentes en la familia de ojo vago o hay cualquier otro problema de visión, aunque también hay que vigilarlo si el bebé nace prematuro siendo bastante probable que aparezcan dolores de cabeza o incluso cuando el niño lee confunda algunas letras o se salte palabras. Si se coge a tiempo se puede corregir con el uso de gafas o parches.
También pueden aparecer trastornos oculares habituales como la miopía, una patología en la que se tiende a ver mal de lejos, esos objetos que están más alejados. Este problema se suele detectar cuando comienzan el colegio y les es más que complicado seguir aquello que está escrito en la pizarra, especialmente si no están en las primeras filas. Lo mejor para ello es el uso de gafas con la graduación adecuada para el ojo del niño.
Por el contrario está la hipermetropía, en la que lo que ocurre es que el niño ve bien de lejos pero tiene dificultades para ver de cerca y se suele detectar durante la infancia. Lo peor de estos casos es que los pequeños suelen padecer dolores de cabeza si hacen muchas actividades donde se utiliza mayoritariamente la visión cercana. Más allá de esos dolores de cabeza también suelen aparecer párpados rojos debido al esfuerzo que los niños hacen con la vista. Es importante el uso de las gafas para que puedan ver bien, pero también puede llegar a ayudarles a corregir el problema según pasa el tiempo.
El astigmatismo es uno de los trastornos más temidos porque afecta directamente al enfoque de cualquier objeto, ya esté cerca o esté lejos. Algunos gestos podrían llevarnos a sospechar que los más pequeños de casa padecen astigmatismo, pero hay un síntoma que no suele fallar: que confiesen que ven borroso. Asimismo, este trastorno suele venir acompañado con miopía o hipermetropía de tal manera que son necesarias las gafas con una graduación correcta para que los peques puedan ver adecuadamente y enfocar a la perfección cualquier objeto, esté cerca o lejos.
Por su parte también suele ser algo común el estrabismo, cuando uno o los dos ojos se desvían algo del eje ocular perdiendo su alineación. Al igual que puede ser un problema que se deba a la musculatura del ojo, también puede producirse por algún otro trastorno ocular, como el ojo vago, o incluso por algún factor que nada tenga que ver con los ojos. Al bizquear el ojo puede que en algunos casos el uso de gafas puedan ayudar corregir esa desviación ocular, pero en algunos casos puede ser necesaria la cirugía.
Es importante detectar a tiempo cualquier trastorno de la visión si vemos algo raro en nuestro hijo o se queja de su visión, por lo que habría que llevarlo a revisión para corroborar si existe alguna patología que le impida ver con claridad y tomar las medidas necesarias para que pueda ver claramente. La cirugía puede servir en algunos casos puntuales, pero el parche y sobre todo las gafas es la mejor forma para corregir los problemas más comunes en niños.