Las zapatillas con tacón de Isabel Marant y otras prendas que han muerto de éxito

Adela Leonsegui 13/03/2014 17:13

¿Las ‘willow’ de Isabel Marant están a punto de desaparecer? La propia diseñadora ha declarado al portal WWD que el diseño de sus zapatillas con cuña todavía tienen algo especial, pero que “las malas copias son super feas” y admite que ya ni ella las usa tanto. Han sido una de las prendas fetiche de las ‘celebs’, las más fotografiadas por las ‘ego-bloggers’ y, por supuesto, las más copiadas.

Dado su elevado precio (unos 400 euros), le han salido clones por todas partes: en Hakei, Top Shop, River Island, Zara, Blanco, Shana y, últimamente, hasta en los mercadillos y en los chinos. Normal que la diseñadora, que fue quien las inventó, se desvincule de esta masa de ’sneakers’ (bonitas y no tanto) que nos ha invadido.

Con la falda origami está pasando algo parecido. Fue la prenda estrella del pasado verano gracias a firmas como Dion Lee -el modelo que lleva Christine Centenera-, Balenciaga, Proenza Schouler, Balmain –la falda de Zoe Saldana-, Michael Kors o Vera Wang. Pero sin duda alguna el modelo de Zara – el que lleva Karolina Kurkova- fue el éxito de ventas de la cadena.

La firma ha repetido patrón para el otoño/invierno, seguramente con idéntico resultado, pero no es probable que repita éxito este verano. Hasta el rey del 'mass market' ha tenido que ver cómo otros han clonado su patrón y llenado las calles de copias de su falda papiro.

Los 'ripped jeans', es decir los vaqueros destrozados, tuvieron su punto hace unos años. Las modelos nos daban lecciones de estilo combinándolos con ropa seria y componiendo ‘looks’ muy estilosos, como el de Elle Macpherson. Eran una apuesta arriesgada pero quien se atrevía con ellos conseguía epatar en la calle.

Aquellas roturas iniciales, casi tímidas, evolucionaron hacia verdaderos desgarros que dejaban más piel al descubierto que unos ‘shorts’ y ya no hubo vuelta atrás. De pronto parecía prácticamente imposible comprar un vaquero sin rasgar y los estilismos de las famosas se volvieron absurdos (para ejemplo Alessandra Ambrossio y Erin Wasson). Parece que esta primavera vuelve la cordura (poco a poco) y podremos estrenar vaqueros que parezcan nuevos.

Poco o nada queda por hacer con los pinchos y tachuelas punkies. En zapatos, pulseras, diademas, zapatos, collares, cinturones, hasta (¡oh sacrilegio!) en un bolso Birkin de Hermés. Las cosas de Lady Gaga. La firma inglesa Burberry las colocó en sus chaquetas ‘biker’, con la que se han atrevido Sienna Miller, Cara Delevingne y hasta Tamara Falcó.

Nadie se ha resistido a ellas, por supuesto tampoco Rihanna que las ha lucido en versión hombrera con una propuesta de la marca The Blonds. Pero hemos llegado al momento saturación y pedimos por favor a los diseñadores que se olviden del punk, de las tachas y de los pinchos por varias temporadas.

El 'grunge', resurgido por obra y gracia de Hedi Slimane para Saint Laurent, es el ejemplo de cómo una tendencia desaparece antes que termine la temporada para la que fue creada. Cuando vimos a las estilistas, redactoras y directoras de moda de revistas, como Caroline Issa, pasear por París customizando el estilo ‘grunge’ con sus típicos cuadros volando al viento, la propuesta nos encantó.

Luego la tendencia fue a más: de pronto las hermanas Olsen, Alexa Chung, Miley Cyrus, Cara Delevingne… se ataron la camisa de cuadros a la cintura; los escaparates eran un alegato a Kurt Cobain; llevar el pelo aparentemente sucio era tendencia… ¿Nos habíamos vuelto locas? Pero por fortuna con el nuevo año llegó la cordura y, como por arte de magia, el ‘grunge’ desapareció de nuestras vidas.

Los pantalones de flores aparecieron la pasada primavera como un soplo de aire fresco y en pleno invierno las tiendas los han retomado como sustituto de las dos tendencias anteriores. Las colecciones de Top Shop, Alexander Wang o Erdem, entre otras, fueron las impulsoras de este fenómeno que pretende potenciar la feminidad y el romanticismo por encima de otras tendencias oscuras y siniestras.

Pero estamos a punto de sufrir un ataque de alergia. Rosas, peonías, margaritas y otras especies crecen a sus anchas en los percheros y empiezan a provocar estornudos y picores. Parece que, otra vez, lo que parecía una buena idea se puede convertir en una tendencia tan efímera como sus predecesoras (el 'punk' y el 'grunge').

La firma Lanvin fue impulsora de un fenómeno que aún perdura: llegó la era del maxi-collar. De la pasarela a la calle y a que todas babeáramos con el maxi-collar del águila con el que Elena Anaya recogió el Goya en 2012. Lanvin repitió su jugada en los siguientes desfiles y este invierno tocaba llevar consignas colgadas al cuello: Happy, Cool o Love (el que luce Giovanna Bataglia) se convirtieron en reclamo de revistas, blogs de ‘street style’ y en objeto de copia por las tiendas ‘low cost’.

Ahora parece que ningún estilismo está completo si no se añade un maxi-collar, ya sea de eslabones, de pedruscos como el de Sarah Jessica Parker, o de perlas (el último de Chanel que ya está en versión 'low cost'). Pero existe una tendencia silenciosa de la que ya os hablamos, que aspira a terminar con el reinado del exceso de accesorios. Ya veremos quién gana la batalla.

Terminamos con una de mechas californianas (con perdón de Jared Leto). Es cierto que el sol del verano y la sal del mar (ya sea en las playas de California o en las de Cádiz), modifican el color del pelo haciendo que las puntas se aclaren y que nos da un aspecto muy ‘cool’, como de fantásticas vacaciones perpetuas.

Pero también es cierto que este fenómeno provoca estragos en la melena (puntas abiertas y cabello quebradizo). Por eso cuando supimos que Giselle Bundchen llevaba mechas californianas esta forma de dar el color se convirtió en lo más demandado de las peluquerías. Pero como en todo, después del original están las buenas copias, las de la actriz y modelo Elisa Sednaoui y las que, como las de Drew Barrymore, hacen que deseemos que esta moda pase pronto.