Las mascarillas arrasan nuestra piel: guía para prevenir los problemas derivados de su uso

  • Una buena rutina de limpieza puede prevenir problemas de la dermis derivados del uso de mascarillas, aunque no siempre es suficiente. Si las patologías de la piel se complican, lo mejor es acudir a un dermatólogo, para que pueda poner una solución rápidamente.

Lavado de manos, tocar lo mínimo e imprescindible, acordarse de llevar las mascarillas cada vez que salimos de casa… el COVID ha traído a nuestro día a día unas medidas de protección y prevención física que, además de ser un gasto para nuestros bolsillos, también tienen ciertos efectos sobre nuestra piel. La piel de las manos, por ejemplo, se reseca y escama por el uso continuado de los geles hidroalcohólicos, y en el caso de las zonas del rostro que abarca la mascarilla, nuestra dermis también está sufriendo.

El uso prolongado de estos sistemas de protección, por otro lado imprescindibles, se asocia a problemas en la piel por su uso prolongado, el entorno húmedo continuo y la presión que ejercen en determinadas zonas de la cara. La aparición de picores, sarpullidos, erupciones, manchas o acné son rasgos característicos del uso continuado de la mascarilla, como recuerdan desde el Consejo General de Enfermería de España, y conviene conocerlos para prevenir su aparición.

¿Qué parte del cuerpo sufre más las mascarillas?

Si hablamos de poner en una balanza, de un lado los beneficios, y de otro los efectos secundarios del uso de las mascarillas, parece bastante claro que el peso no tardará en inclinarse del lado de la primera. El ‘pro’ fundamental a tener en cuenta es que se trata de un elemento protector que limita el contagio, mientras que sus ‘contras’ se reducen a lesiones cutáneas que pueden tratarse.

Sin embargo, no todas las mascarillas afectan igual. Desde la marca de cosméticos Nivea distinguen entre tres tipos de mascarillas, en función del grado de protección que ofrecen: quirúrgicas, filtrantes e higiénicas. Las últimas son las que menos protegen, “ya sean de un solo uso o reutilizables, como las caseras”, mientras que las primeras ofrecen “un nivel de protección mayor”. Ambas son mascarillas “para proteger a los demás impidiendo la salida de las gotículas respiratorias”, añaden. Por su parte, las autofiltrantes o FPP2, “son las que proporcionan mayor nivel de protección tanto hacia los demás como hacia uno mismo”. El uso de cualquiera de ellas durante periodos de más de tres horas puede provocar distintos problemas en la piel.

Lo explica la Doctora Elena Martínez, dermatóloga del Hospital Universitario de Toledo: “Los principales problemas que están dando las mascarillas son roces en las zonas en las que hacen más presión”. En el caso de las mascarillas quirúrgicas, detalla, el problema está “detrás de las orejas”, donde inciden con especial fuerza, mientras que las FPP2 ejercen mayor presión en “la nariz y la zona malar”. Además, todas ellas pueden provocar problemas de oclusión relacionados con los materiales de los que están hechas, ya que pueden obstruir los poros y favorecer la aparición de acné. Esto provoca que enfermedades cutáneas como la rosácea o la dermatitis seborreica empeoren.

La recomendación de la dermatóloga es “evitar usar productos que sean muy irritantes”, como los jabones perfumados, y antes de ponerse la mascarilla “proteger esa zona (en la que el protector incide con más fuerza) con algún tipo de barrera”, como la vaselina. Todo eso en el ámbito de lo preventivo, pero, en ocasiones, por muchas medidas que se tomen, la mascarilla irrita e incide sobre la piel, provocando lesiones. En ese caso, Martínez recomienda “utilizar cremas reparadoras” después de retirar la mascarilla, para paliar los efectos del roce. Ahora, si lo que se ha formado es eczema, una irritación o herida, “sería conveniente la utilización de cremas antiinflamatorias, fundamentalmente corticoides”, aunque recuerda que estas deben ser recetadas por un médico, después de valorar las heridas.

Preparación, paso a paso

El gran problema de las mascarillas es, además de la presión que ejerce sobre nuestro rostro, la humedad que se acumula entre ellas y nuestra piel, como una especie de invernadero. En ese contexto, la dermis no respira y se humedece por los vapores de la respiración, provocando los problemas que mencionábamos previamente.

Un mal uso de la mascarilla agrava aún más todas estas patologías. Por eso, es fundamental aprender a colocarla bien y proteger la zona de las orejas, el dorso de la nariz y los pómulos, para evitar, en la medida de lo posible, la fricción. Los expertos también recomiendan, si es posible, descansar de la mascarilla cada dos o tres horas, en espacios que lo permitan.

Mientras tanto, la hidratación y una buena rutina de limpieza es fundamental. Lo mejor es empezar y acabar el día limpiando la piel con un producto específico, a ser posible para pieles sensibles, como las leches limpiadoras o el agua micelar. Después, se recomienda usar un tónico para cerrar los poros y calmar la dermis y, por último, hidratar con una crema adecuada a nuestro tipo de piel.