Tomate y Tomatito: una tarde con el padre, el hijo y la santa guitarra

divinity.es 27/10/2017 18:56

Llegan juntos en coche desde Almería. El maletero, lleno de guitarras. Tomate padre trae a Camarón impreso en la camiseta. "El maestro", dice estirándola. Tiene las uñas largas y durezas en las yemas. "Si un guitarrista no tiene eso, no tiene nada", dirá luego. Conserva la melena 'sioux' de los años en los que fue el alter ego a las cinco cuerdas del de Isla, pero muchas cosas han cambiado desde entonces. Tuvo que lanzarse a tocar solo por todo el mundo cuando falleció su compadre, "a pesar de que me moría de miedo sin él", compartió escenario con Frank Sinatra, lloró también a Paco y, en asuntos más personales (si es que los anteriores no lo son suficiente), tuvo seis hijos y 11 nietos. Ahora es Tomatito (1997), el pequeño y único chico, que le saca una cabeza, a quien le ha llegado el turno de ganarse el respeto de los flamencos. A eso viene a Madrid.

Viven en la casa familiar de Aguadulce, cerca de la playa, donde tienen caballos y naranjos, dos de las pasiones de Tomate padre, "además de las gambas". "El niño", que así le llama, dará un concierto en un ciclo de jóvenes promesas mientras él ultima con la discográfica los detalles del disco debut del benjamín. No sé cómo llamarles: coinciden en Tomate, Tomatito y José Fernández. Se lo digo. "Como tú quieras, somos lo mismo", responde el patriarca, "pero José del Tomate es su nombre artístico". (Nótese el homenaje, parecido al que Francisco Sánchez le hizo a su madre, Lucía la Portuguesa).

A ninguna de sus otras cinco hijas más les ha dado por seguir los pasos a la guitarra del abuelo, el primer Tomate. Una saga que puede tener continuación, quién sabe, en la hija que José del Tomate acaba de tener con Rosa Alba Torres, su reciente esposa. "¡Este quiere hacerlo todo como yo, que también me casé a los 18! El año pasado estuvimos de boda y su mujer es una niña maravillosa, muy buena, la queremos mucho en casa", añade el suegro.

Entonces, ¿eres el heredero?

José del Tomate: Es lo que sueño (risas). Ganarme un sitio con la guitarra. Mi hermana María Ángeles canta en el grupo de mi padre y tiene un disco en solitario, pero nadie más toca. Será por eso de ser niño.

¿Es verdad que de pequeño le pedías a tu padre que te bajase la guitarra?

José del Tomate: Eso dicen. Yo es que me he criado con ella, es parte de mí. Estoy enamorado, enganchado (risas). En alguna fiesta en casa mi padre me dejaba tocar delante de sus amigos y aquello era un honor para mí. No toqué delante de Camarón, murió antes de que yo naciese, pero me hubiese encantando porque es mi ídolo y el único cantaor que me hace llorar. Sí lo hice delante de Paco.

¿Qué es lo que más te sorprendió de Paco?

José del Tomate: Como yo le admiraba mucho y era una persona tan especial, a veces a uno se le olvida que es humano. Me dio mucha sorpresa que hacía bromas y me daba de comer con sus manos, me hacía tostadas… Imagínate: te quedas encantado, como borracho de la emoción.

¿Cómo era tocar con Paco de Lucía?

Tomate: Era un genio, el mejor que habrá. Y nos reíamos mucho, siendo los dos pa’dentro. Le gustaba bromear. Era alegre. Igual que Camaron, él fue el inventor del cante moderno. Hizo que les gustase a los señoritos y ahí cambió todo.

¿Qué le dices a tu hijo que tiene que hacer para ser un buen guitarrista?

Tomate: Tiene que estudiar, por supuesto: ponerse un horario como el que va a trabajar y darle. Ocho horas al menos. Ser serio, que no antipático. A mí me dicen que si soy serio y no: no lo soy, lo que pasa que hay cosas que hay que tomárselas formal. Si me dices algo bonito, yo me reiré, pero no soy un payaso. Y también ser buena persona, eso es muy importante, desde niño hasta que te mueras. Cariñoso y a la misma vez formal. Si das entrevistas y dices cuatro pulmonías, pues no. Respeto llama a respeto.

¿Es muy estricto tu padre?

José del Tomate: Cuando se pone sí (risas).

Traen la cuenta, hago ademán de cogerla. Tres refrescos, nada de alcohol. "Por favor, todavía existen los caballeros", dice Tomate alargando la mano, "ahora eso sí, léeme cuánto es que no tengo las gafas (risas)". El camarero aprovecha para pedirle una foto: "Mire que yo no pido ni a los actores de Hollywood que vienen por aquí, pero con usted es distinto, qué buena guitarra tiene". Se dan un abrazo. El camarero confiesa que no lleva una buena racha y Tomate le anima. Produce ese efecto en las personas. Al día siguiente, en los ensayos de sonido del 'niño', donde volveremos a vernos para hacer más fotos, otras personas se acercarán a saludar. Todos se llevarán unos segundos personalizados de su atención.

¿Existe el duende?

Tomate: No creo mucho en esas cosas. Creo en el trabajo, las formas y la gracia que tú tengas. No es que seamos superhombres, somos gente normal con este talento.

¿Si no hubieses sido guitarrista, qué hubieses hecho?

Tomate: Creo que hubiese ido al mercadillo a vender (risas). Esa no te la esperabas, ¿no? O quizá algo de manualidades, que me encanta. Voy por ahí cuando vamos de gira haciendo fotos a muebles. Por China hice una foto a un carro para hacer un banco en mi casa de Almería.

¿Cómo sienta que el niño herede el gen?

Tomate: Esto no es ninguna obligación. Si no hubiese querido, pues nada. Pero si te enamoras de la guitarra y encima la gente dice que prometes, pues adelante.

¿Promete?

Tomate: Yo creo que sí. Y es serio, además. El artista nace, pero también se hace. Y tú puedes ser muy bueno, pero si no tocas y tocas pues no vas a ningún lado. Yo no creo solo en el duende, creo en el trabajo. Hay que currárselo y no decir es que 'yo soy tal'. Lo primero es que te reconozcan los propios artistas: ganarse su respeto. Ser artista de artistas, eso es importantísimo. Los que estamos más enterados somos nosotros y somos los que tenemos que decir qué tal le vemos. Si yo digo que no va mal, es que el chico no va mal, no lo digo por decir. Y luego ya dirá el mundo exterior, pero eso va lo segundo.

¿Vas a todos sus conciertos?

Tomate: No me deja.

¿Te pone nervioso que vaya tu padre?

Tomatito: Un poco.

Tomate interrumpe: Pero ya le digo yo que eso es una tontería y que se lo tiene que quitar de encima, porque yo también se lo decía a mi padre y luego me arrepentí. ¿Sabes por qué? Porque dejó de verme cuando él quería y tengo esa pena ahora que no está. Cuando no están los mayores uno piensa estas cosas. ¡Así que hasta que me harte yo y le diga que da igual si se pon nervioso o si falla! ¡Voy a estar en la primera fila! (risas).

¿Qué es lo primero que piensas si te nombro a Camarón?

Tomate: Todo. Escuchaba sus discos en casa cuando era niño, como todos los de mi edad de los barrios gitanos, así que luego cuando empecé a tocarle como que no pegaba, no sé cómo decirte. Paco de Lucía, Camarón y luego yo ahí desde Almería, que no tiene mucho que ver con todo lo flamenco como Sevilla o Cádiz o Algeciras o Granada… Todavía me lo estoy pensando.

En los vídeos se ve que le mirabas mucho las manos al tocar

Tomate: Claro, estaba pendiente de él. Todo el tiempo. Me gusta mucho el cante y le esperaba si iba despacio o le seguía si aceleraba. Yo no canto, pero en la cabeza sí, así que iba siguiendo el compás de todos los palos suyos. Esa era la fórmula para seguirle.

¿Matemáticas con magia?

Tomate: Eso es. Él retrasa, tu pa’tras. Acelera, le sigues. Eso es lo bonito. No llegar allí y soltar lo que te da la gana sin mirarle. Tiene una parte científica y otra de amistad. Hay guitarristas a los que no les gusta el cante y le cortan el rollo al cantaor. Cuando el cantaor está inspirado eso es gloria y hay que seguirle hasta donde vaya.

Cuando hablamos de la muerte de Camarón, Tomate cambia de tono. Se pone serio y baja la cabeza. Lo pasó mal y se nota. "Me quedé como ido", dice. "Imagínate: hecho polvo. Un gran vacío. Estaba ahí y luego ya no...". Luego llegó la incertidumbre como artista, porque él nunca había tocado en solitario. O, al menos, no delante de tanta gente. "Al principio lloraba antes de cada concierto como un niño: 'uhh, no quiero, me da miedo'. Me ponía muy nervioso, todo el mundo callao y yo teniendo que entretenerles una hora y pico. No sé cómo salí de aquella, Dios me ayudaría", dice. De aquella salió, efectivamente, pero se le quedó la manía de apenas comer si ese día toca concierto. "No controla si no", bromea el hijo. "Este lo lleva mucho mejor que yo lo de los nervios del escenario. Y yo que me alego porque se pasa fatal", dice el padre. Ambos ríen.

¿Tú no tienes alguna manía?

José del Tomate: No pienso si voy a comer o no. Solo tener las uñas cómodas para tocar y contentarte con el instrumento. Me gusta estar un rato antes con la guitarra en la mano, no me gusta salir frío. Repasar, probarme, adaptarme conforme estoy de manos. Ver adónde puedo llegar ese día.

¿Qué te pareció Fank Sinatra?

Tomate: Había pasado recién lo de Camarón y el tío me llamaba a su camerino para animarme y me decía que le tocase. No sabía nada de español ni yo de inglés, pero nos entendíamos. No salíamos mucho porque ya estaba mayor, pero tenía su whisky, sus cosas. Yo pensaba: joe, estoy con La Voz.

"Lo primero que hago por las mañanas es saludar a mi guitarra"

Tomate: Sigo haciéndolo, a veces hasta me duermo con ella en los brazos. Mi mujer está harta (risas). Me voy al cuarto de arriba a ver la tele y lo mismo toco a la vez la guitarra y me voy quedando dormido.

¿Y tú?

José del Tomate: Por la mañana no puedo tocar mucho, tengo las manos gordas. Empiezo a partir de la una de la tarde y ahí me centro y me puedo pegar todo el día practicando y componiendo.

¿Le vas a componer algo a la niña?

José del Tomate: No lo había pensado aún.

Tomate: Seguro que sí, todas esas tonterías las he hecho yo ya.

¿Qué le compusiste?

Tomate: 'A mi niño José', una bulería. Saqué una cosa preciosa y pensé, esto es para mi niño. Es como si te toca la lotería cuando te sale algo bonito.

¿Y a ti te gusta, Tomatito?

Mucho, es muy bonita. A veces la toco y eso sí que es emocionante: tocar en un concierto algo que tu padre ha compuesto para ti.