La vida da muchas vueltas y todavía no está demasiado claro cómo pueden acabar las cosas, pero la amistad entre la princesa Charlotte y Mia Tindall es tan fuerte y se llevan tan bien que no se descarta que la hija de Zara Tindall (de apellido Phillips antes de su matrimonio) acabe formando parte de la corte a pesar de carecer de título y obligaciones.
Las pequeñas tienen edades parecidas y parece que en Mia, Charlotte ha encontrado a esa compañera de juegos y confidencias que es casi como una hermana para ella. También se ha convertido en su compañera de trastadas, porque ambas jóvenes tienen un carácter muy parecido y bastante indomable, lo que, además de resultar muy divertido, podría traerles ciertos problemas frente a sus padres.
La princesa Ana tuvo dos hijos fruto de su matrimonio con el capitán Mark Phillips, quien fuera su primer marido. Tanto Zara como Peter podrían tener derecho al título, pero su madre se encargó de que renunciaran a ello y, por tanto, a sus hijos tampoco les corresponde. Esto lo hizo con la intención de que sus hijos tuvieran una infancia más sencilla y que pudieran crecer sin las obligaciones asociadas a ellos, pero también sin las obligaciones reales.
La pequeña Mia, de once años, también tendrá la suerte de poder tener esa libertad en su vida, poder decidir por sí misma lo que quiere, algo que también pudo hacer su madre. El resultado, sin embargo, es que tanto Zara como su marido, el exjugador de rugby Mike, se han convertido en miembros muy queridos de la familia real y, aunque no tienen la obligación de hacerlo, son activos importantes para la familia.
Como decíamos antes, falta mucho para saber cómo evoluciona la relación entre Charlotte y Mia, aunque algunos medios internacionales, como iO Donna, la han comparado con la que tenían la reina Isabel y la princesa Margarita. Complicidad no les falta, como tampoco picardía y ganas de meterse en líos.
Desde pequeña, Mia ha sido considerada como un terremoto difícil de controlar, siempre curiosa y con ganas de descubrir qué se esconde a su alrededor, algo que es muy positivo para aprender, pero no lo es tanto cuando estás rodeado por las férreas normas que habitualmente encorsetan los actos protagonizados por la familia real.
De hecho, en una de las ocasiones en las que la reina Isabel II quiso hacerse una fotografía con todos sus bisnietos, la pequeña Mia (que por aquella época era mucho más pequeña) no parecía ser capaz de quedarse quieta, por lo que la monarca, que era la única capaz de controlarla en momentos como aquellos, le dio su bolso para que, con la excusa de sujetarlo se quedara quieta. Funcionó, aunque durante unos pocos segundos, por suerte fue suficiente para que se hiciera la fotografía y menos mal, porque es una de las que pasará a la historia del reinado de la monarca.
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