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La reina Camila acudió a terapia tras morir Lady Di: los motivos y los detalles de sus sesiones privadas

En los años noventa, ser Camila Parker Bowles era sinónimo de villanía. Hoy es reina. El camino entre una y otra imagen no se recorre sin heridas abiertas… ni sin ayuda. Durante años, Camila Parker Bowles fue algo más que impopular: era un fantasma incómodo para la monarquía británica. La sombra del escándalo, la "tercera en el matrimonio", la figura que nunca encajaba del todo. Cuando Lady Di murió en 1997, el odio hacia ella se intensificó. No se la veía en público, no aparecía en actos y tampoco se mencionaba. Era como si el sistema intentara borrar su existencia.

Pero, como todo lo que se reprime, el malestar no desaparece, se traslada al cuerpo. Y, en el caso de Camila, eso se tradujo en ansiedad, insomnio, ataques de pánico y aislamiento emocional, y salir de su residencia se convirtió en un imposible. Según una fuente con acceso directo a su entorno más privado, fue entonces cuando decidió buscar ayuda.

Así fueron las sesiones privadas con el terapeuta

La actual reina de Inglaterra no encontró consuelo en discursos inspiradores, ni en coaching de imagen: acudió a un terapeuta especializado en figuras públicas sometidas a presión extrema. Un profesional con experiencia en la clínica The Priory, aunque en su caso, las sesiones no fueron en consulta. El terapeuta se desplazaba discretamente a su residencia. Sesiones cortas, sin testigos, sin huellas. Pero constantes.

Camila no buscaba redimirse ante el mundo. Buscaba reconstruirse ante sí misma y, para eso, lo primero fue aceptar su lugar: no competir con el recuerdo de Diana, no justificarse, no reescribir el pasado. Solo ser otra cosa, otra figura. Una presencia que, en lugar de querer ocupar el centro del escenario supiera sostenerse en el margen.

Desde entonces, fue trazando una estrategia silenciosa. Eligió causas sin brillo mediático —la alfabetización, la salud mental, la lucha contra la violencia doméstica— y se mantuvo lejos del foco cuando aún generaba rechazo. En vez de forzar la aceptación, esperó. En vez de hablar demasiado, actuó. Con tiempo, con constancia, con una voz baja que terminó haciéndose escuchar. Con mucha terapia.

La evolución de Camila tras su boda con Carlos

Su boda con Carlos, el 9 de abril de 2005, fue una declaración de estilo: civil, sobria, sin retransmisión televisiva. La reina Isabel no asistió a la ceremonia civil, pero sí lo hizo después, sin entusiasmo, con pocas ganas. Sin embargo, en privado, el gesto fue claro: tolerancia institucional con una mujer que ya no era un problema, sino una solución a largo plazo.

Camila siguió construyendo. Y cuando, en 2022, Isabel II expresó su deseo de que fuera llamada Queen Consort, no fue una sorpresa. Fue un cierre. El cierre de una etapa de rechazo y la validación simbólica de una paciente recuperación personal. Porque, aunque nadie lo diga en voz alta, Camila es probablemente la única reina del mundo que llegó al trono con una carpeta clínica bajo el brazo. Hoy no es adorada, ni viral. Pero es respetada. Ha resistido, no desde el drama ni la revancha, sino desde algo más infrecuente en la esfera pública, el trabajo interior.

El 9 de abril se celebró su veinte aniversario con Carlos. Pero también —aunque no lo diga— celebra otra cosa. Celebra haber sobrevivido a un siglo que no le tenía reservado ningún lugar. Y haberlo encontrado igual.

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