Los amores de Lady Di, "la princesa triste que intentaba ser feliz": de James Hewitt a Dodi Al-Fayed
Diana de Gales mantuvo varios romances tras su separación del príncipe Carlos: James Hewitt, Hasnat Khan y Dodi Al-Fayed, fueron los más importantes
El radical cambio el estilo de la princesa Diana después de divorciarse del rey Carlos de Inglaterra
Cada 31 de agosto el calendario vuelve a señalar un vacío: el día en que murió Diana de Gales en aquel túnel de París. Se la recuerda como princesa, como madre, como icono de estilo… pero también como mujer. Y en esa dimensión más íntima aparece un recorrido sentimental que todavía hoy despierta interés y debate.
Los hombres que pasaron por su vida no fueron simples romances de portada. Cada relación, breve o intensa, marcó un momento de su biografía. Un refugio frente a la frialdad de un matrimonio sin amor, una vía de escape de los muros de palacio, un intento de empezar de cero en otra parte.
De todos ellos, algunos nombres siguen siendo inevitables. James Hewitt, el oficial de caballería que acompañó a Diana durante años, y cuya posterior traición pública dejó cicatrices difíciles de borrar. Hasnat Khan, el cirujano pakistaní discreto y alejado de los focos, considerado por muchos el gran amor de su vida. Y, por supuesto, Dodi Al-Fayed, con quien terminó sus días en París, en una historia tan breve como trágica.
Entre medias hubo otros: empresarios, deportistas, confidentes que no siempre resistieron la presión del entorno. Diana buscaba en ellos lo que no hallaba en la corona: cercanía, afecto, normalidad. Algunos le dieron compañía pasajera, otros la ilusión de un futuro distinto. Pero ninguno consiguió ofrecerle estabilidad duradera.
Lo que muestran estas relaciones sobre Diana de Gales
Lo interesante no está en el listado de nombres, sino en lo que significan. Cada relación muestra a una Diana vulnerable, deseosa de ser querida más allá de su título y de la mirada constante de los fotógrafos. Esa necesidad la hizo rebelde, porque ningún miembro de la familia real había mostrado antes su vida privada de manera tan explícita. Y la hizo humana, porque en su búsqueda de amor se reconocía la misma fragilidad que cualquier persona puede tener.
A la Diana pública la seguimos viendo en imágenes de archivo: visitando hospitales, estrechando manos, sonriendo ante multitudes. Pero la Diana privada se descubre en esa cadena de afectos que nunca llegaron a consolidarse. Ahí está la paradoja: la mujer más observada del planeta nunca consiguió sentirse realmente acompañada.
Esa contradicción es parte de lo que mantiene vivo su recuerdo. Diana no fue solo “la princesa triste”, como a veces simplifican. Fue alguien que se atrevió a desafiar las reglas de una institución rígida, y lo hizo buscando algo tan elemental como amor. Puede que ese fuera el gesto más revolucionario de todos.
En este nuevo aniversario, hablar de los hombres que marcaron su vida no es reducirla a sus romances. Es entender que detrás del mito había una mujer que, con aciertos y errores, nunca dejó de intentar ser feliz. Y esa lucha íntima, más que los escándalos o las portadas, es lo que la mantiene presente casi tres décadas después.