Análisis

El matrimonio de Sarah Ferguson y el príncipe Andrés: secretos, dinero y 'la casa del miedo'

Sarah Ferguson y el príncipe Andrés: secretos, dinero y la casa del miedo
Sarah Ferguson y el príncipe Andrés: secretos, dinero y la casa del miedoConcha Calleja analiza la relación de Sarah Ferguson y el príncipe Andrés
Compartir

Sarah Ferguson vuelve a estar en el centro de la tormenta. Lo que parecía un capítulo cerrado de su vida ha regresado con fuerza: un correo de 2011 en el que agradecía a Jeffrey Epstein —ya investigado entonces— su “generosidad y amistad” ha salido a la luz, y varias organizaciones benéficas británicas han cortado lazos con ella. No es solo una filtración inoportuna, es un recordatorio de cómo las viejas deudas, morales y económicas, siempre terminan pasando factura.

Ferguson había reconocido en su día que Epstein le pagó una deuda de quince mil libras. Lo describió como un “error de juicio” y prometió devolverlo “cuando pudiera”. Han pasado más de diez años y nadie ha podido confirmar que esa devolución se haya producido. En un contexto en el que cada gesto de la realeza se examina con lupa, el silencio de la duquesa de York pesa más que cualquier cifra. Las charities que antes la exhibían como rostro amable del compromiso social ahora se alejan de ella con la misma rapidez con que se cierran las puertas en Buckingham cuando algo amenaza con manchar la institución.

PUEDE INTERESARTE

La relación de Sarah Ferguson y el príncipe Andrés

A su lado, aunque en una posición cada vez más incómoda, sigue el príncipe Andrés. Vive aferrado al Royal Lodge, una mansión de cuarenta habitaciones en Windsor que se ha convertido en símbolo de obstinación y poder. El rey Carlos lleva meses intentando que su hermano la abandone y se traslade a Frogmore Cottage, una residencia más pequeña y discreta. Pero Andrés se niega. Amparado en un contrato de arrendamiento que vence en 2078, se resiste a ceder el terreno físico y, sobre todo, el simbólico, porque dejar el Lodge sería aceptar que ha perdido toda influencia dentro de la familia.

Sarah Ferguson y el príncipe Andrés
PUEDE INTERESARTE

Sin embargo, la batalla por esa casa es más política que doméstica. La presión no solo viene del Palacio, sino también de la opinión pública y del desgaste financiero. El mantenimiento del Royal Lodge cuesta millones, y el propio rey habría reducido la ayuda económica a su hermano, forzándolo a sostener la propiedad con recursos cada vez más limitados. En los círculos reales se habla con cautela de un “desalojo negociado”, aunque todos saben que el asunto es delicado: Andrés conoce secretos que podrían poner en apuros a más de uno. Se dice que tiene la tentación —o la amenaza— de escribir un libro si lo arrinconan demasiado.

Mientras tanto, Sarah Ferguson se mantiene junto a él. Ya no como esposa, sino como aliada. Viven juntos, comparten techo y se protegen. Lo suyo no es amor, es supervivencia. Y esa convivencia, que alguna vez pareció un gesto de madurez, se ha transformado en una especie de trinchera común. Porque cuando un escándalo golpea a uno, el otro tiembla.

Sarah Ferguson y el príncipe Andrés en el funeral de la duquesa de Kent

Hoy, Ferguson y Andrés no son solo una pareja marcada por los excesos del pasado, son el espejo de una monarquía que intenta aparentar normalidad mientras sostiene, con los dedos, los cimientos de su propia historia. En el Royal Lodge —la llamada “casa del miedo”— conviven los secretos, el dinero que nunca se devolvió y una amenaza silenciosa: que, si alguien se atreve a echarlos, hablen los dos. Y entonces sí, el escándalo dejaría de ser pasado para convertirse en presente.