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La casa de Silvia Abril y Andreu Buenafuente en El Maresme: 450 metros cuadrados y en medio de un bosque

Así es la casa de Silvia Abril y Andreu Buenafuente en El Maresme: construcción del siglo XX, 450 metros cuadrados y situada en medio de un bosque
Silvia Abril. Instagram @silviabril
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La casa de Silvia Abril y Andreu Buenafuente en El Maresme es uno de las viviendas más destacadas y mejor conservados de la zona. Situada en plena naturaleza y rodeada por un frondoso bosque, la casa cuenta con el encanto arquitectónico de comienzos del siglo XX con una decoración actual, luminosa y profundamente personal. A lo largo de los años, la pareja ha mostrado algunos rincones de este refugio familiar en sus redes sociales, permitiendo descubrir un espacio que aúna diseño, estilo y su conexión con la naturaleza.

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Una vivienda histórica rodeada de naturaleza

La casa está ubicada en el municipio de Cabrera de Mar, a las afueras de Barcelona, en plena comarca del Maresme, y se trata de una construcción levantada alrededor del año 1900. La propiedad, que supera los 450 metros cuadrados, se alza sobre una parcela rodeada de caminos de tierra y zonas boscosas que garantizan privacidad y un contacto directo con la naturaleza. La parcela, según publicó Vanitatis, está valorada en más de 500.000 euros, una cifra comprensible teniendo en cuenta su extensión, su enclave y su valor histórico. El acceso principal mantiene intacto uno de los elementos más característicos de la vivienda: un majestuoso arco de piedra natural acompañado por muros de la misma tonalidad, que conservan el típico color marrón de la arquitectura tradicional catalana. Aunque la finca ha sido reformada con el paso del tiempo, la pareja siempre ha procurado respetar su esencia rústica, utilizando en sus reformas materiales nobles como la piedra y la madera en todas las zonas exteriores.

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La decoración interior es una mezcla de influencias mediterráneas, rurales y contemporáneas. Los tonos blancos, la luz natural y la madera son los protagonistas de estancias como el salón, el comedor y la cocina. Pese a la tradición arquitectónica que marca su fachada centenaria, el interior está totalmente actualizado para ofrecer comodidad y funcionalidad sin renunciar al encanto original de la vivienda.

El salón principal, el comedor y el jardín: las joyas de la vivienda

El salón se ha convertido con los años en una de las estancias más destacadas de la casa. Es un espacio amplio y diáfano, decorado con tonos neutros y mobiliario de estilo nórdico. El suelo de parquet laminado en madera clara aporta calidez, mientras que los grandes ventanales permiten que la luz natural inunde todo el espacio. Dos sofás blancos de líneas rectas presiden la zona de estar, acompañados por una mesa auxiliar de cristal y varias mesitas circulares en las que descansan lámparas de lectura, libros, jarrones de cristal y pequeñas esculturas. Entre los elementos más destacados se encuentra un gran piano de cola negro, situado junto a las cristaleras que dan al jardín y convertido en un símbolo del amor de la pareja por la música.

En la misma área diáfana se integra el comedor principal, decorado también con materiales tradicionales y tonos suaves. La pieza central es una gran mesa de roble pulido con cuatro sillas de estilo rústico equipadas con cojines beige. Sobre la mesa, un centro hecho con velas, un jarrón de cerámica y flores naturales añade un toque más acogedor y cálido. Este espacio conecta directamente con la cocina, concebida como un ambiente práctico y también de concepto abierto.

El exterior es uno de los grandes atractivos de la vivienda. El jardín de césped natural rodea la casa y cuenta con distintas zonas pensadas para el descanso y el entretenimiento. El porche cubierto es uno de los puntos fuertes: amueblado con sofás de exterior y una mesa de madera destinada a comidas al aire libre, se ha convertido en un rincón perfecto para disfrutar del clima mediterráneo. La parcela incluye también un área de hamacas que funciona como solárium, situada junto a la gran piscina rectangular. Además, la finca incorpora un huerto propio y espacios dedicados a la meditación y al yoga, actividades que forman parte de la rutina de la pareja, así como una zona de juegos destinada a su hija.