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Iratxe Ojembarrena, interiorista: “Lo que dice tu casa afecta a cómo te sientes, tenerla ordenada tiene beneficios"

Iratxe Ojembarrena, fundadora del estudio de interiorismo Iröq HomesCortesía Iröq Homes
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Limpiar es una parte tan integrada en la vida cotidiana que muchas veces no pensamos en ella o no nos preguntamos si tiene más valor más allá de lo limpios que tienes los cristales de las ventanas y lo inmaculada que has dejado la cocina.

“Cuesta que la gente perciba que tener la casa ordenada tiene beneficios”, confirma Iratxe Ojembarrena, la fundadora del estudio de interiorismo Iröq Homes y especializada en biointeriorismo. “Lo que te está diciendo tu casa también te afecta a cómo te sientes tú”, indica. La limpieza “te da salud”, tanto a nivel físico como mental.

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Quizás, a nivel intuitivo, ya lo sabemos. Un estudio reciente sobre lo que pensamos de la limpieza en España de SharkNinja apunta que el 95% de su muestra asegura que los espacios limpios y organizados ayudan a concentrarse, reducen el estrés y transmiten calma y control. “Valoramos tanto un espacio limpio en nuestros hogares porque está profundamente conectado con nuestro bienestar emocional y nuestra productividad”, explica Damian Woodward, el managing director EMEA Distribution en SharkNinja. Un 86% de las personas encuestadas asegura que después de limpiar se sienten más productivas.

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Incluso, un 42% apunta que duerme mejor con la casa limpia y un 70% que están menos estresados con los suelos limpios. Un 65% confirma que tener la casa limpia les mejora el estado de ánimo y un 35% que ayuda a prevenir discusiones familiares. ¿Es entonces la limpieza algo que deberíamos introducir en nuestro 'selfcare' (autocuidados)?

El impacto de una casa limpia

¿Por qué impacta en nuestro bienestar tener o no una casa limpia y ordenada? “Todo repercute en cómo respondemos”, recuerda Ojembarrena. Una casa caótica puede generar estrés y los pequeños logros en limpieza y orden liberan dopamina. Son “dos de los neurotransmisores más potentes”, explica la experta.

Una casa puede ser un ancla emocional

Cortesía Iröq Homes

Al tiempo, “una casa puede ser un ancla emocional”, indica la interiorista. Nos puede lastrar, pero también nos puede ayudar a mejorar nuestro bienestar o nuestra felicidad. Ojembarrena señala que tener a la vista elementos que conectamos con logros o momentos bonitos nos ayuda a recordar cosas buenas. “No necesitas que esté todo como en una revista”, asegura. Podemos darnos permiso para que no todo este perfecto, especialmente si vivimos con niños o mascotas.

No hay una fórmula mágica para hacer la casa perfecta con la que ganaremos en bienestar. Cada casa tiene su momento y nuestras preferencias importan. La experta también recuerda que no es necesario llenarlas de cosas, por muy que estén de moda o sean tendencia, y que demasiados estímulos causan estrés. El diseño de interiores puede no tener esa solución mágica, pero sí nos puede ayudar a crear un espacio que conecta con nuestros intereses y nuestros gustos y evita ese ruido que no sale a cuenta. “La belleza también es importante para sentir bienestar”, apunta Ojembarrena.

Además, nuestros hogares son refugios ante el mundo exterior. ¿Se nota en momentos de mayor tensión o que sentimos más caóticos que valoramos más el orden en nuestras casas? “Sí, los resultados de la encuesta apuntan que apreciamos una casa limpia que nos da paz de espíritu en un mundo más caótico”, confirma Woodward. Un hogar ordenado se convierte así en “una herramienta poderosa para el bienestar y la eficiencia”.

Cómo no dejar que la limpieza nos supere

Esta fascinación por la limpieza y la calma que genera se ve también en el boom del consumo de ciertos tipos de contenidos. Las librerías están llenas de libros de expertos en orden y las redes sociales nos muestran un bucle de vídeos de limpiezas extremas, cleaninfluencers o trucos y productos milagrosos que nos ayudarán a tener todo perfecto. Hasta aparecen trends conectadas con el orden y la limpieza, como la pulsión por comprar frascos y cajas para ordenar la nevera o el efímero fridgescaping. Aprendemos métodos japoneses de orden y limpieza y vemos fotos de cocinas perfectas. ¿No estamos convirtiendo la limpieza en fuente de más estrés y no nos estamos poniendo estándares imposibles de limpiezas perfectas?

Woodward concede que tener la casa limpia “puede ser a veces una fuente de estrés”, pero que contar con herramientas de limpieza puede ayudar a que limpiar sea fácil o simple. “Los consumidores pueden cumplir sus expectativas de limpieza y disfrutar de la paz mental de tener un espacio limpio sin que el proceso se convierta en sí mismo en un lastre”, promete. Ojembarrena suma, con humor, que, para ella, “uno de los grandes inventos es la Roomba”. Encontrar herramientas y modos que simplifiquen las cosas importa.

También lo hace tener unas expectativas claras. Que la limpieza dé paz mental y que impacte de forma positiva en el bienestar, “no significa que tengas que hacer un zafarrancho de limpieza todos los días”, indica Ojembarrena. “Si acabas estresado por hacer limpieza, no la vas a hacer”. La experta recomienda “no hacerlo todo a la vez” y repartir tareas, teniendo presente lo bueno que vamos a sacar de ello.

Igualmente, no todas las limpiezas son iguales, por mucho que de todas saquemos beneficios de 'self-care'. Ojembarrena diferencia dos tipos de limpieza. La primera es la profunda, haces una vez al año y que te permite deshacerte de aquellas que no necesitas y que has ido acumulando (y sí, la experta confirma: “te sobran cosas”). Es “muy sanadora”. Pero también resulta intensa. “Tenemos que buscar el momento para hacerlo”, recomienda. No solo porque es un trabajo intenso (y mejor no ponerse a hacer la limpieza profunda de toda la casa en el mismo fin de semana), sino también porque no siempre estamos en el momento mental que nos permitirá deshacernos de todo aquello que nos sobra.

La segunda limpieza es la diaria, esa con la que vamos sacando el polvo, limpiando los suelos o teniendo la cocina más o menos ordenada. Es básica y, aun así, a veces también se hace cuesta arriba. Ojembarrena recomienda un par de trucos para que cueste menos. “Intento tener sistematizada la rutina”, explica. Una vez que lo has sistematizado, lo haces casi sin darte cuenta. “Todo aquello que me va a llevar un minuto, lo hago en el momento”, suma. Ese momento no cuesta nada, pero si lo dejamos pasar se enquistará.

Por ejemplo, guardar los zapatos en el mismo momento en el que llegas de la calle y te pones las zapatillas o recoger los platos de la cena antes de irse a dormir hacen que se convierta casi en memoria muscular y lo haremos rápidamente y casi sin pensarlo.