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Begoña y el síndrome de Stendhal tras viajar a Florencia: "Soñaba con cuadros y me despertada con malestar"

Una chica en Florencia
El síndrome de Stendhal provoca una especie de sobredosis de arte y bellezaPexels
  • Las personas que lo sufren pueden presentar taquicardias, mareos o incluso desmayos en lugares con mucha concentración de obras de arte

  • Se trata en realidad de un shock emocional al que hay quien está más predispuesto

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Tras dos días intensivos de visitas a museos en Florencia, Begoña decidió que ya no podía más. “Tenía sueños de cuadros y más cuadros y me despertaba con mucho malestar”, relata. Ya el segundo día se había quedado contemplando al David de Miguel Ángel en las Galerías de la Academia mientras sus amigas recorrían todas las salas, porque ella estaba muy agobiada. “Me quedé observando la obra y a la gente, porque no era capaz de disfrutar de ver tanto cuadro y escultura seguidos”, explica. El tercer día, mientras sus amigas seguían por su ruta de galerías y museos, ella se optó por el callejeo. “No empecé a descansar bien hasta que dejé de ir a los museos”, asegura.

Florencia y el síndrome de Stendhal
Florencia y el síndrome de Stendhal
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Este viaje a Florencia fue hace más de veinte años, pero Begoña recuerda que ya entonces una de sus amigas le había hablado de “un síndrome de locos por el arte, o algo así, que era específico de la ciudad”, por si era lo que le estaba pasando a ella. Se refería, claro está, al síndrome de Stendhal, ese que muchas personas han sentido en sus viajes, una especie de sobredosis de arte y belleza que puede provocar desde taquicardias hasta desmayos.

¿Qué es el síndrome de Stendhal?

¿En qué consiste exactamente este síndrome? Empecemos con un poco de historia: en los años setenta del siglo XX, la psiquiatra italiana Graziella Magherini, que trabajaba en un hospital de Florencia, se dio cuenta de que con frecuencia trataba a pacientes extranjeros que presentaban un cuadro con síntomas similares tras visitar distintos monumentos en la ciudad: alteraciones en la percepción de colores o sonidos, ansiedad, dolor en el pecho, ataques de pánico… etc.

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La psiquiatra recordó entonces lo que había descrito el escritor francés Henri Beyle, más conocido por su seudónimo Stendhal, sobre su visita a la capital de la Toscana: “Mi alma, afectada por la noción de estar en Florencia y por la proximidad de aquellos grandes hombres cuyas tumbas acababa de visitar, ya estaba en un estado de trance. Absorto en la contemplación de la belleza sublime (…), había llegado a aquel punto álgido de sensibilidad en el que los indicios celestiales del arte se funden con la sensualidad apasionada de la emoción. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, caminaba con miedo a caerme”. Inspirada por esto, en 1979 Magherini bautizó como síndrome de Stendhal a lo que les pasaba a los turistas extranjeros en Florencia.

Los afectados reflejan una sobredosis de arte

¿Podemos de verdad sufrir un "empacho de arte"?

Desde ese momento, se ha escrito mucho sobre este trastorno y ha habido estudios que trataban de explicarlo y de probar si de verdad se puede hablar de él desde un punto de vista científico. “No es un síndrome recogido en la clasificación oficial por parte de los médicos o de los psicólogos, hay que ponerlo un poco entre comillas”, señala Marcos Nadal Roberts, psicólogo e investigador del Grupo de Evolución y Cognición Humana de la Universitat de les Illes Balears y especialista en neuroestética. Sin embargo, que no esté reconocido como tal no significa que muchas personas no experimenten algo similar en sus viajes más artísticos. El experto indica que los síntomas se pueden dividir en dos grupos: por un lado, los psicosomáticos (taquicardia, mareos, sudoración, desmayo, confusión); por otro, los emocionales (emociones intensas).

Por otra parte, como sabrá cualquiera que haya ido a Florencia y disfrutado de su oferta artística sin necesitar atención médica, el síndrome de Stendhal no afecta a todo el mundo. Un ejemplo curioso es el del grupo de neurólogos de la Sociedad Española de Neurología (SEN) que en 2008 acudieron a Florencia para un curso. Tres de sus miembros aprovecharon para evaluar si entre todos ellos se habían dado casos del síndrome, para lo que repartieron unas encuestas al finalizar el curso. Ninguno de ellos sintió lo que Magherini describía, pero uno de cada cuatro “reconoció haber presentado una forma parcial del síndrome” y un número significativo experimentó "alteraciones parciales del afecto".

Nadal Roberts explica que hay algunas características que predisponen a algunas personas. “De estos casos que se han ido recogiendo, la mitad de los pacientes tienen ya algún tipo de trastorno psiquiátrico y son muy sensibles emocionalmente”, indica. Además, suele tratarse de personas sugestionables y susceptibles al contexto, son sobre todo viajeros (a los florentinos no les pasa en su propia ciudad) y o son artistas o les gusta mucho el arte. Todas esas características (sensibilidad emocional, amor al arte) y circunstancias (el estrés y el cansancio del viaje) forman una pequeña bomba de relojería que puede estallar en forma de shock emocional cuando por fin se encuentran delante de esa obra de arte tan admirada. Lo que describía Begoña quizá no sea técnicamente síndrome de Stendhal, pero sí está relacionado con el arte, el cansancio y el estrés. Además, ella misma admite que no estaba “muy boyante” cuando hizo ese viaje.

La mitad de los pacientes tienen ya algún tipo de trastorno psiquiátrico

¿Se trata de algo que nos provoque el arte en sí? En realidad, no. El experto señala que es un poco lo mismo que les ocurría a las fans de los Beatles al verlos o que le puede ocurrir a un fanático del fútbol el día que conoce a Messi. “La impresión puede ser tan fuerte que te acabes mareando o desmayando o te eches a llorar”, asegura. “El síndrome de Stendhal sería el caso concreto frente al arte de un fenómeno mucho mayor: personas que son muy sensibles, muy sugestionables y emocionales, al encontrarse con el objeto o persona que más admiran en vivo y en directo”.

Por esta razón, hablar del síndrome de Stendhal desde un punto de vista científico no tiene mucho sentido, explica Marcos Nadal Roberts, ya que todo eso lo podemos sentir tanto al contemplar arte como al encontrarnos con un científico al que admiramos mucho. Sería como decir que existe un ‘síndrome de depresión por gato muerto’. “La gente se deprime por muchas cosas y que se te muera el gato puede ser una ocasión de depresión, pero no por ello lo conviertes en un síndrome, hay muchas otras situaciones en las que te puedes deprimir”. De igual modo, lo único específico del síndrome de Stendhal es su relación con el arte, pero muchas personas sentirán exactamente lo mismo en situaciones que no tengan nada que ver. Lo puede provocar la basílica de Santa Croce o conocer a tu actor favorito.

Qué nos provoca el arte

Todo esto no quiere decir que el arte no tenga ningún efecto sobre nuestros cerebros, algo que se estudia desde el campo de la neuroestética. “Llevamos 25 años estudiando con técnicas de neuroimagen qué es lo que sucede en el cerebro de las personas cuando están delante de una obra de arte, una pintura, una escultura o escuchando música”, indica Nadal Roberts. Según explica, los procesos cerebrales principales implicados son tres:

  • El sistema de refuerzo del cerebro, ese que se pone en marcha cuando estás comiendo algo que te satisface, tomando alguna droga que te genera placer o teniendo relaciones sexuales, se activa también “cuando estás disfrutando de ver una obra, de ver una escultura o de ver una película o escuchar una pieza musical”.
  • La red neuronal que tiene que ver con el procesamiento perceptual. “Cuando tú ves una obra de arte que te gusta y estás disfrutando, tu cerebro la está analizando con mucho más detenimiento. Estás prestando atención, la estás saboreando, la estás admirando. Lo mismo para la música”.
  • Las regiones prefrontales del cerebro. “La manera en la que interpretamos estas regiones es que tú estás integrando ese conocimiento. Le estás dando forma, lo estás procesando cognitivamente, lo relacionas con eventos de tu vida, traes a colación tu conocimiento”, concluye Marcos Nadal Roberts.
El síndrome de Stendhal provoca una especie de sobredosis de arte y belleza

El experto añade también que se sabe por qué hay gente a la que le gusta más el arte que a otra (y que, por lo tanto, serían más susceptibles de experimentar el síndrome de Stendhal). “Tus experiencias tempranas hacen que te guste más el arte y te gusten ciertos tipos de arte”, señala. Una persona a la que de pequeña llevaban a conciertos o en cuya casa se escuchaba mucha música tendrá más probabilidades de ser melómana de mayor.

Volviendo a Stendhal, en sus escritos él mismo explica cómo recuperó de esos síntomas que, siglos después, se englobarían en un síndrome con su nombre: se sienta y se lo cuenta a un amigo. Pararse, respirar y compartir es siempre buena idea.