Sarampión en niños, un virus muy común que puede prevenirse: la importancia de saber identificarlo

  • El sarampión es una enfermedad que se puede combatir en los más pequeños con la vacunación

  • Sus síntomas pueden llegar a complicarse en los niños, por eso es necesario que se prevenga lo máximo posible

Las infecciones o enfermedades infantiles son un quebradero de cabeza para las madres, especialmente cuando son primerizas y todo es desconocido. Pero desde luego si hay una patología a la que se teme es al sarampión, una enfermedad que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) es “muy contagiosa y grave causada por un virus”, peligrosa porque esta misma entidad calcula que en 2017, a pesar de tener una vacuna eficaz contra la patología, causó unas 110.000 muertes, de las que la mayoría se produjeron en niños menores de cinco años. Un enfermedad que se transmite por contacto directo pero también por el aire, por eso la prevención en los más pequeños es tan importante.

¿Qué es el sarampión?

Tal y como expone la OMS, el sarampión es una enfermedad causada por un virus de la familia paramixovirus que afecta principalmente al aparato respiratorio pero que se extiende a lo largo de todo el organismo y ojo, que hablamos de niños, pero que cualquier persona mayor que no esté vacunada podría sufrirla de igual manera. Eso sí, una vez pasada, la persona queda totalmente inmunizada ante el virus.

Los niños pequeños, población de riesgo

Aún pudiendo aparecer en mayores, hay que tener especialmente cuidado con los niños, ya que pueden contraer el virus con mayor probabilidad durante el primer año de vida hasta los cuatro años. Los síntomas al principio pueden ser confusos, pues como manifiesta la OMS, el primer síntoma suele ser fiebre alta, una subida de temperatura que suele venir acompañada de tos o conjuntivitis. Pero lo que verdaderamente expone al virus, por lo menos de forma visual, son las erupciones cutáneas que aparecen después de unos días de fiebre en la cara y el cuello pero que poco a poco se van extendiendo por todo el cuerpo.

Aunque en una o dos semanas la enfermedad debería pasarse por completo con la desaparición de los síntomas, lo cierto es que pueden existir complicaciones en algunos niños. Según la Asociación Española de Pediatría (AEP) los más frecuentes son otitis, diarrea, que puede generar una deshidratación del pequeño, o una neumonía. Aún con ello alertan de casos graves en los que se pueden producir síntomas o dolencias más aisladas. Entre estas complicaciones se encuentra, por ejemplo, la encefalitis, una inflamación del cerebro.

El tratamiento no es ninguno especial. Entre las recomendaciones principales está que el niño guarde reposo y que se mantenga hidratado tomando bastantes líquidos para ello. De esta forma el tratamiento más específico es la administración de antitérmicos para controlar la fiebre y antibióticos solo en caso de que exista alguna complicación como una neumonía o una infección de oído. La OMS también aconseja un suplemento de vitamina A cada 24 horas para “prevenir lesiones oculares y la ceguera”.

La mejor prevención: la vacuna

Pero para prevenir el sarampión hay dos medidas básicas. Por una parte evitar cualquier tipo de contacto con personas que se hayan contagiado del virus para que los niños no lo padezcan, ya que son la principal población de riesgo. Aún así, sin duda la mejor prevención es la vacuna, que la OMS estima que entre el 2000 y el 2017 “la vacuna del sarampión evitó unas 21’1 millones de muertes”.

La vacuna del sarampión se administra a los niños junto con la de la rubéola y la de las paperas. La dosis que se administra es muy pequeña, ya que no produce la enfermedad pero sí que permite que el niño produzca los anticuerpos necesarios para combatirla y evitar padecerla en un futuro. Hay que tener en cuenta que se administran dos dosis, la primera es tras cumplir su primer año y la segunda sobre los cuatro años para cubrir el periodo de tiempo que más riesgo tiene el virus en los niños.

La vacuna se ha mostrado desde hace años como el mecanismo más eficaz para proteger a los más pequeños de este virus a lo largo de su vida. Como en ocasiones la primera dosis no es suficiente para proteger del todo su organismo la segunda administración sí que termina de protegerlo, por eso es importante seguir el calendario de vacunación para evitar no solo que él se contagie, también que propague el virus por otros niños o mayores que no estén inmunizados ante el sarampión.