La señal del bikini: ¿horror, liberación o lujuria?

Adela Leonsegui 17/06/2014 18:34

La aparición del bikini en los años cuarenta y cincuenta.

Solo apto para mujeres como Rita Hayworth o Marilyn Monroe, el bikini nace en la década de los cuarenta. En esos tiempos dejar ver la marca que dejaba sobre la piel era señal inequívoca de mujer liberada, capaz no sólo de tomar el sol (que no estaba muy bien visto) sino de hacerlo usando esta atrevida prenda.

Despreocupadamente la primera, con un escote asimétrico que dejaba a la vista la perfecta simetría del bikini. O de manera ‘casual’ la segunda, dejando caer la manga del vestido para que asomara la piel blanca que había quedado a resguardo del sol. Ambas dicen al mundo que su cuerpo les pertenece

La disminución del bikini en los años sesenta y setenta.

El tamaño de los tirantes del bikini se estrecha en los sesenta, cuando en el cine una caprichosa y seductora Anne Bancroft, la Sra. Robinson de ‘El Graduado’, se convierte en amante de un jovencísimo Dustin Hoffman. Su sensualidad y su carácter se expresan a través de las señales que deja ver en su pecho y en sus hombros.

En los setenta empieza a hacer furor el modelo triángulo cuyas marcas luce orgullosa una veinteañera Jane Birkin. La silueta de las chicas se afina y el modelo de la mujer ‘Lolita’, la joven persuasiva e ‘inocente’ del libro de Nabokov (que también enseña marca de bikini en la película), se convierte en icono de las ‘it girls’ del momento.

La democratización del ‘topless’ en los años ochenta y noventa.

El mito de los años ochenta fue Bo Derek en la película ’10 la mujer perfecta’. Esa fue la pauta de estas dos décadas: la perfección del cuerpo. El deseo de lucir una imagen escultural, prácticamente irreal, encontró sus grandes aliados en los gimnasios, las 'top models' y en la cirugía estética, sobre todo en los implantes mamarios.

En estos años el ‘topless’ tenía una doble función: permitía lucir un moreno sin marcas y gritaba libertad e independencia desde el cuerpo de las mujeres que habían decidido tomar el sol sin la parte de arriba del bikini, a pesar de las persecuciones que sufrían de manos de los castos.

La era digital y la generación 2.0

Con la aparición de las cámaras digitales, los teléfonos móviles y la generalización de internet las ‘celebs’ se han visto expuestas a todo tipo de objetivos. Esto acabó con la libertad de hacer ‘topless’ y las marcas se empezaron a convertir en una declaración de intenciones, algo así como 'no me vais a pillar, yo tomo el sol en bikini'.

Blake Lively, Cameron Díaz y Jennifer Lopez exhiben orgullosas sus pequeñas señales con vestidos de escote asimétrico, que lucirían más limpios con un bronceado homogéneo. En estos estilismos no hay nada espontáneo, ellas saben que la marca se ve y también conocen el poder de la información que están transmitiendo con este gesto.

Las marcas erróneas bajo el vestido.

Pero igual que todas las tendencias, llevada al extremo deja de tener sentido. Existen modelos de bikini que no dejan huella en los hombros o, al menos, no tan anchas como las de Teri Hatcher. Incluso existen cientos de vestidos que taparían las del escote de Valeria Mazza. Pero sin duda es más cómodo no ocuparte de ellas y una liberación poder enseñarlas sin pudor.

El caso de Kirsten Dunts es aún más complicado. Unos tirantes formando una V que parten del centro del bañador son difícilmente camuflables a menos que se utilice maquillaje para ello. Si ella usa este modelo le está gritando al mundo 'me da igual si no queda bonito'. Queda claro que bajo un vestido, un escote con marcas de bañador no es una tendencia a imitar.

La lujuriosa marca de bikini en el desnudo.

Si la cantante Rihanna se caracteriza por algo no es precisamente por ser una mojigata. Ella misma compartió en tweeter su portada en la revista Lui Magazine, una mezcla de ingenuidad y lujuria. La sensualidad de un desnudo se multiplica por 100 al combinarla con la inocencia que las marcas blancas del bikini dejan en el cuerpo.

Poder ver esas señales en un cuerpo desnudo es como observar una imagen vetada al resto de la humanidad, mucho más íntima incluso que si esas marcas no existieran. Es tan morboso como mirar algo prohibido.